CARLOS ARMANDO CARDOZO
El clima cultural e intelectual de una o varias generaciones que trascienden las diferencias socioeconómicas se consolidan en una misma visión global. El término que introdujo el filósofo alemán Johann Gottfried Herder en 1769 a través de una crítica realizada al trabajo de otro filósofo, Christian Adolph Klotz permite hoy analizar entre otras cosas a las sociedades y cómo estás prorrogan fenómenos y prácticas que se repiten rutinariamente como verdades absolutas e inobjetables.
El Estado Plurinacional ha impuesto su propio Zeitgeist válido de su presencia hegemónica en el poder político, cooptando escenarios de opinión pública tradicionales y sumando “profesionales” a sus largas filas de militantes por planilla que se encargaron de replicar consignas permanentemente, sin argumentos pero con una constancia similar a la gota que logra quebrar la piedra.
El convencimiento que Bolivia vale únicamente por sus recursos naturales, el litio principalmente, y que estos son tan valiosos que las fuerzas del imperio norteamericano continuamente complotan para sacar del camino al Gobierno del MAS para poder instalar nuevamente las políticas “neoliberales” de saqueo sistemático en favor de intereses foráneos. De los factores de producción Capital, Trabajo, Tierra solo nos preocupamos por uno, ignoramos el potencial de la tecnología y malinterpretamos la importancia del Capital y el Trabajo.
Tanto el Capital como el Trabajo han sido manipulados sistemáticamente como política nacional, en el caso de los capitales se ha coaccionado al Sistema Financiero Nacional para cumplir con metas en sus carteras de inversiones, dirigiendo la priorización del capital hacia sectores de interés político como la construcción, disfrazada de vivienda social, o microempresas, disfrazadas de empresas privadas dedicadas exclusivamente al servicio del sistema vía licitación o invitación directa. Ambas para cumplir premisas políticas que ayudan a dar sustancia al relato vía macroeconomía imperial.
Bolivia tiene una economía “bolivianizada” porque el ciudadano reconoce la fortaleza de su moneda respecto al dólar estadounidense, claro que sí, si le pones impuestos al ahorro en dólares y bajas las tasas de interés pasivas claramente generas ese impacto deseado. Sin embargo creer que el boliviano ahorra también forma parte del relato, ejemplos hay varios: el pago de sueldos y salarios de la burocracia en cuentas bancarias en Banco Unión, de manera obligatoria, contradice ese supuesto comportamiento “libre” del funcionario público.
Multiplicar el PIB per cápita por 3 entre 2005 y 2021 es un dato efímero si se toma en cuenta que 8 de cada 10 bolivianos genera ingresos por debajo del Salario Mínimo Nacional (2.250 Bs o 323,28 dólares americanos), a ojos del Instituto Nacional de Estadística mientras figuran como ocupados son hábilmente separados de esas incómodas cifras de desempleo. En un contexto así es de esperar que los ciudadanos puedan aspirar a un crédito para su primera vivienda, dejando pequeños detalles como su capacidad real de apalancamiento de lado, el sistema financiero guiado por el bien intencionado Gobierno de las “mayorías” ha utilizado la abundancia de capital disponible proveniente por del Fondo de Pensiones para viabilizar este tipo de inversiones, ¿qué podría salir mal?
2 de cada 10 bolivianos pueden asumir una deuda de 100.000 dólares estadounidenses y pagarlos entre 25 y 30 años, con un salario mínimo. Los 8 bolivianos restantes les tomaría entre 46 y 80 años pagar una deuda similar con ingresos de 1250, 1000 y 750 Bs. que son parámetros referenciales del sector informal. Queda claro que esos “ocupados” no viven con la holgura que aparenta el INE a través de sus propias interpretaciones.
Ignorando todas las señales que el mercado, la realidad que se puede interpretar, el sistema financiero corre el riesgo de poner el capital de los jubilados en ese tipo de inversiones. Pero la economía plurinacional es tan sólida que nos demuestra que el corto plazo siempre será la prioridad, cueste lo que cueste, total en el largo plazo el modelo corrige cualquier tipo de divergencia o saldo por pagar buscando algún excedente “improductivo” que pueda ser expropiado o revertido.
Intermediar cualquier actividad económica a partir de instancias gubernamentales son necesarias para proteger a los ciudadanos de sí mismos, lo cierto es que solo a través de los precios justos definidos por el Gobierno se puede maximizar la capacidad de compra de los ingresos del ciudadano. ¿Acaso no es justo que se subvencione a los productores del campo y pagar un precio superior a sabiendas de que se le está concediendo un mercado seguro? No, no es justo que se disponga de los ingresos ajenos para justificar una política de “ayuda” que no genera ningún rédito a largo plazo, empobrece al consumidor y subvenciona la pobreza del productor que solo subsiste corriendo en su propia rueda de ejercicio sin llegar a ningún lugar.
Siempre y cuando la democracia representativa sea lo más heterogénea en cuanto a sectores de origen, ascendencia e historia acumulada las decisiones que emanen de sus figuras serán válidas e indiscutibles, sabio es el pueblo sin embargo cuando este es incoherente con las normas que aprueba o con el sentido común y aplicabilidad de sus dictámenes no hay vuelta que darle, su decisión está sacramentada. El papel aguanta todo, y la democracia de las mayorías de la que se enorgullece el dueño de las mayorías sólo ha cumplido un objetivo, lamentablemente a costa de las mayorías y minorías del país.
El modelo es infalible y cualquier costo para garantizar su insostenible existencia es justificable, independientemente si son los magros ingresos del 80% de la población, las pensiones de los trabajadores jubilados que reciben por goteo mes a mes rentas que apenas y alcanzan, la continuidad de unidades empresariales formales que son exprimidas por la burocracia hasta que el último centavo cae de sus bolsillo. Todo por llegar al ideal de la Suiza del continente, el corazón energético sudamericano, la economía blindada, el milagro boliviano, cuya grandeza es obnubilante al punto que solo los arquitectos de lo imposible son los únicos que pueden ver todo su esplendor, para el resto de mortales solo queda confiar en que se vive en tal utopía.
CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21