SAYURI LOZA
Tito Flavio Vespasiano se desempeñaba como edil en tiempos de Calígula, una de sus responsabilidades era la limpieza de los callejones de la ciudad. Un día, tras una ceremonia en la Rostra del Foro, el emperador se fijó en un montón de barro acumulado en un callejón y tuvo un ataque de ira. Llamo a Vespasiano y, tras una reprimenda por no hacer bien su trabajo, les ordenó a los miembros de su escolta que le echasen el barro encima para humillarlo, éstos le llenaron el pliegue de la toga.
Años después, este Tito se convertiría en emperador bajo el nombre de Vespasiano. Los historiadores de su tiempo, maquillaban la anécdota del arrojado de barro del modo siguiente: “este suceso era una señal que los dioses enviaban para anunciar que en algún momento a Vespasiano se le entregaría la tierra, es decir, Roma, que tal como el barro en su toga, estaría cobijada por su óptima conducción y buen juicio”.
No pude evitar asociarlo con lo que ocurrió con el fallo sobre el asunto del Silala en La Haya; autoridades y analistas de tinte oficialista salieron a decir que éste favorecía al país, que no todo estaba perdido, que el objetivo era alcanzar justamente ese fallo, etc. Cuando todos sabemos que es desfavorable.
En la misma semana, otro incidente me hizo volver a Roma, pero ya con el famoso Pilato: tras la aprobación de una ordenanza controversial en el concejo, el alcalde paceño, Iván Arias, llamó a conferencia de prensa y declaró que había sido traicionado y con efectos especiales de fondo, como billetes de alasita y una casita de yeso, se lavó las manos de un asunto que, por su investidura, es su responsabilidad.
La misma semana también, vi perder a la selección japonesa que había hecho un papel loable en el mundial ante Croacia. Al final del partido, el director técnico nipón hizo una profunda reverencia ante la hinchada, agradeciendo por el apoyo, pero también disculpándose por no haber obtenido la victoria, asumía la responsabilidad como cualquier ser humano maduro.
En Japón, en instituciones, empresas e incluso dentro de las relaciones interpersonales, es común inclinarse mucho o poco, de acuerdo a la gravedad de la falta, pidiendo disculpas cuando algo sale mal y, además de ello, el precepto budista enseña que cuando haces algo mal, inmediatamente debes hacer algo para remediarlo o al menos compensarlo.
¿Se imaginan si nuestras autoridades tuvieran esa responsabilidad? La politóloga Ana Lucía Velasco ya lo hacía notar en días anteriores, nuestros políticos en general carecen de la capacidad de hacerse responsables de sus actos, porque además somos una sociedad irresponsable.
De ahí se desprenden discursos culpando al imperio, a los enemigos, a los traidores, al evismo y toda clase de “villanos” con trajes y superpoderes imposibles, pero jamás escucharemos una disculpa ni veremos medidas para remediar los errores cometidos.
En el juicio por el Silala se gastaron 3,5 millones de dólares, Diremar invirtió (¿?) 14 millones de dólares (y varios metros de tela azul) en la demanda marítima, pero en los hechos, nada se ha logrado; lo triste es que ninguna autoridad hará algo por remediarlo, no tendremos siquiera una 最敬礼 saikeirei, donde el individuo se inclina en 90 grados pidiendo perdón por algo grave, lo que como sociedad obtendremos, son mentiras.
El histrionismo del alcalde paceño haría pensar que nos presentaría una dogeza, donde la persona pidiendo perdón se pone de rodillas e inclina su cuerpo hacia adelante con la cabeza apoyada sobre las manos en el suelo, pero tampoco, porque en Bolivia es preferible pasar por tonto, por despistado, que pedir perdón.
Demás está decir que tampoco obtendremos el acto que subsane o resuelva el error, las noticias se olvidarán y los discursos políticos seguirán pareciendo guiones de cómics donde el héroe se enfrenta al villano y (al menos en palabras de los cronistas personales de cada líder) lo derrota, mientras los verdaderos derrotados somos los ciudadanos. Por eso es mejor ver el mundial nomás creo.
SAYURI LOZA
Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21