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FABIÁN FREIRE
Estamos a muy poco del bicentenario de nuestra nación, un hito histórico, pero que no podrá ser celebrado como se merece. Han pasado casi dos siglos desde el nacimiento del Estado boliviano, pero ninguno de éstos ha sido sinónimo de crecimiento y estabilidad, sino más bien de incertidumbre, caos, mala administración y, sobre todo, división nacional.
Se supone que deberíamos recibir este bicentenario en una situación de seguridad, prosperidad y entusiasmo, de cara al futuro, pero es todo lo contrario, hoy más que nunca se respira en el país un aire de incertidumbre y preocupación. Estamos en la puerta de una crisis sin precedentes, que en muchos aspectos se parece a la vivida en la década de los ochenta, todo por culpa del nefasto socialismo.
De igual forma, estamos cada vez en una situación de constante inseguridad, anarquía y caos. El Estado no existe en Bolivia, no cumple su más importante tarea, que es brindar protección y seguridad a los ciudadanos. Los bolivianos están en una situación de incertidumbre. Para lo único que es bueno el Estado es para cobrar impuestos excesivos, trabar a la empresa nacional y para dividir a los bolivianos, algo inexcusable.
Para el bicentenario de nuestro país, deberíamos haber alcanzado un nivel considerable de estabilidad y superado muchas de nuestras “heridas históricas”. Estamos en una situación totalmente contraria, la nación boliviana está más fragmentada que nunca y Bolivia es el “mal alumno” de la región. Destacamos por nuestro paupérrimo crecimiento y estancamiento económico.
Respecto al tema de la “nación boliviana”, por culpa del masismo y el atroz socialismo, ya ni siquiera podemos dar esta denominación a nuestra patria, ahora somos “plurinacionales”. Algo ridículo, Bolivia es una sola y es indivisible, es una nación que es una unidad de múltiples culturas, que tiene más cosas en común que en contra. He repetido hasta el cansancio que la verdadera plurinacionalidad se la ve en países europeos, que han perdido sus identidades nacionales por la masiva migración. La identidad nacional boliviana, como la latinoamericana, se basa en el mestizaje, pues ya han pasado siglos desde el inicio de éste, tiempo suficiente para consolidar una nación. Si bien es cierto que en Bolivia contamos con diferencias regionales, éstas no deben ser sinónimo de división, sino más bien de unidad. La diversidad regional está presente en todas las naciones y debe ser un factor de fortalecimiento de la nación, pues representa más territorio, una variedad de topografía, más población, algo que podría traducirse en mayor poderío.
Es ridículo agarrarse de discursos de odio y división en Bolivia, es el momento de dejar atrás estas ridículas riñas y enfocarse en el futuro, consolidar por fin a la nación boliviana y darle el lugar histórico que merece. Es momento de dejar todos los discursos de división y pasar al discurso de unidad nacional, de identificación boliviana, olvidar el pasado y dar forma a la nación boliviana, unirla y darle su lugar histórico. Basta de regionalismos y sentimientos plurinacionales, es hora de pensar en la nación boliviana, en sentirnos todos bolivianos y enorgullecernos de esto. Cómo es posible que en casi dos siglos de existencia, aún no hayamos podido consolidar a la nación boliviana, algo inaudito, algo que debe realizarse para un mejor futuro para los bolivianos.
La nación boliviana debe dar a cada una de sus regiones la posición histórica que merece, lo que se traduce en dar su lugar histórico a Santa Cruz y al resto del oriente. El nacionalismo une, para unir debemos generar armonía y un sentimiento de justicia para todos los que componen nuestra patria.
Ha pasado mucho tiempo desde la creación de Bolivia, debemos enfocarnos ahora en consolidar la nación boliviana, solo de esta forma tendremos unidad, lo que se traducirá en un futuro más próspero, seguro y alentador.