La estrategia es un concepto fundamental en las escuelas de negocios ya que define el porqué del accionar de una organización. Proporciona el contexto y la dirección hacia el objetivo acordado: determina el hacia dónde.
En contraste, un plan solo detalla el qué hacer. Es una lista que adolece de la perspectiva, análisis y profundidad del porqué se deben ejecutar las distintas tareas.
Si entendemos que, en democracia, una candidatura presidencial tiene como objetivo ganar las elecciones por medio del voto, la estrategia, como lo indicábamos, debería alinear los planes de acción para lograr el objetivo de ser el más votado.
Según Jaime Durán Barba —influyente consultor político ecuatoriano en Latinoamérica, sobre quien Netflix estaría produciendo la serie «El Hacedor de Presidentes»— los electores apoyan al candidato que perciben como el mejor para conectar con ellos emocionalmente: votan a quien se gana su afecto, les da esperanza ante sus miedos, entiende sus necesidades, da voz a sus sueños y, sobre todo, los respetan y no los dan por hecho.
En este contexto, ¿cómo explicar la reciente decisión de Jorge Quiroga Ramirez de alejarse del bloque de unidad al que se comprometió en diciembre de 2024? ¿Cuál es su plan, tiene una estrategia?
Su plan se va desarrollando con acusaciones de trampa, ilegalidad y declaraciones poco convincentes que “aún hay tiempo” para conformar la “verdadera unidad” alrededor, por su puesto, de su candidatura. Al victimizarse responsabilizando a «los otros» por lo ocurrido, apuestan a que esa imagen de su supuesto purismo legal y ético genere empatía con los votantes y que los premien en las urnas en agosto, permitiéndoles llegar a una segunda vuelta en octubre.
El plan apela al victimismo porque es una manipulación emocional para obtener atención y superioridad moral, justificando las acciones propias para fortalecer la cohesión grupal desacreditando a oponentes. Simplifica la narrativa porque les facilita entender lo ocurrido porque es emocionalmente potente dividir el escenario entre la desvalida “victima” contra el poderoso “otro”.
Cabe preguntarse: ¿este plan forma parte de una estrategia real para ganar, o es más bien un apresurado «Plan B» diseñado para evitar enfrentar una derrota anunciada por las encuestas (cuyos resultados Quiroga Ramirez se comprometió a respetar) y simplemente ganar tiempo para reposicionarse?
A juzgar por la torpeza, su demostrada improvisación y los tiempos de su ejecución, todo apunta a que se trata de un Plan B. Su única justificación parece reducirse a la lógica desesperada: “Ante la perspectiva de perder la nominación, ¿qué otra alternativa le quedaba?”
En Hamlet, la conducta del príncipe genera una duda fundamental: ¿se trata de una locura genuina o de una actuación deliberada, parte de un astuto «plan maestro» para alcanzar sus objetivos? He ahí la cuestión.
En el escenario político actual, observamos un electorado fatigado por las artimañas, los egos y los intereses de “príncipes” que exigen lealtad como si el poder les perteneciera por derecho, en lugar de ser algo que hay que ganárselo. Este electorado desencantado va a decidir si recompensa a Quiroga Ramirez por ser «víctima» o si, por el contrario, lo castiga por romper un compromiso público y subestimar a sus votantes, dando por hecho su apoyo. O sea, por ser MAS de lo mismo.
Conviene recordar como termina Hamlet: en tragedia y derrota, revelando que aquel supuesto plan maestro, aunque audaz en apariencia, carecía de una estrategia sólida, de un «porqué» profundo y de una previsión sobre sus consecuencias. Era, en esencia, un plan desesperado y simple, sin estrategia, cuyo destino final fue una trágica derrota.
- JOSÉ LUIS CONTRERAS C.
- ECONOMISTA.
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