A mediados de agosto, con la honrosa excepción de la CAINCO, el empresariado boliviano participó del «dialogo» convocado por Arce Catacora y su equipo económico. Una vez más, cual mansas ovejas, los empresarios aceptaron 17 puntos de un acuerdo destinado a «enfrentar» los grandes problemas que atraviesa la economía nacional. Una vez más, como sucedió con los 10 puntos de febrero, son cómplices de las miserias, las desgracias y las tragedias que, día tras día, le toca vivir a Bolivia.
¿Qué motiva al sector empresarial a participar de tan burdas negociaciones?
«Pegarle al chancho para que aparezca el dueño», es una locución usada para describir a quienes son los directos beneficiados de la corrupción, los favores y los dineros públicos. La frase refleja muy bien la actitud del empresariado nacional, pues, por lo menos quienes los representan, han mostrado un nulo interés en debatir la verdadera causa de la tragedia boliviana, el excesivo Gasto Público.
Sucede que, en muchos casos, sus abultados resultados financieros no son producto de su eficiencia y pericia empresarial, sino de su capacidad de cerrar acuerdos con quienes disponen de la canilla de los dineros estatales. Ergo, no van a debatir el Gasto Público, sino, solamente, mantener sus privilegios.
De hecho, en los comienzos del sistema dictatorial boliviano, época de la presidencia de Evo Morales, muchos empresarios estaban contentos con los planes del cocalero de crear sinergias entre el Estado y el sector privado.
¡Al fin un presidente con huevos! Sentenciaba un amigo mío de ese entonces. Años después, su empresa sufrió, al igual que muchas, el embate del sistema tributario. Fue muy irónico verlo en las oficinas de Impuestos Nacionales al borde de las lágrimas y rogando por una rebaja en las multas. Me dio pena la situación, pero no suelo retroceder en mis decisiones, romper relaciones con gente de esa calaña fue una de ellas, así que lo dejé solo frente al monstruo que él había ayudado a crear.
Sin embargo, el motivo de esta nota no es hablar de anécdotas y malos ratos personales, sino mostrar un par de buenos ejemplos que podrían servir de inspiración al empresariado boliviano.
Al poco tiempo de finalizada la Segunda Guerra Mundial, un multimillonario inglés llamado Anthony Fisher, de pura casualidad, leyó una versión resumida de Camino de Servidumbre, una de las mejores obras de Friedrich Hayek. Fisher quedó tan impactado con el análisis y el pronóstico de Hayek que concretó una entrevista con él.
En el encuentro, el multimillonario pidió que el economista lo asesore, puesto que tenía intensiones de ingresar a la política. No obstante, Hayek le propuso otra cosa: Pelear la madre de las batallas, la batalla por las ideas y la cultura.
Anthony Fisher siguió los consejos de Hayek, al poco tiempo fundó el Institute of Economic Affairs, un centro académico que, mediante investigaciones y apoyo a intelectuales, se dedicó a defender la libertad y, especialmente, combatir el monopolio de las ideas socialistas en universidades y medios de comunicación.
Más cerca de nosotros en tiempo y distancia, es el fenómeno de Javier Milei en Argentina. Fueron varios empresarios que motivaron al economista libertario a ingresar a la política, ya que era la única manera de cambiar las cosas y sacar a su país del lodazal y la miseria, relata Nicolás Márquez en su libro: Milei: la revolución que no vieron venir.
En conclusión, ya sea apoyando a quienes difunden las ideas de la libertad, o impulsando a políticos que quieran cambiar el modelo, el empresariado boliviano tiene el deber moral de comprometerse con la batalla por construir una Bolivia próspera, ¿estarán listos para ese cambio de paradigma, o sus intereses pecuniarios de corto plazo los hacen prisioneros del Socialismo del Siglo XXI?
- HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
- Economista, Master en Administración de Empresas y PhD. en Economía
- *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21