Un nuevo 21060, pero con esteroides

Nací el 31 de julio de 1980, catorce días después del golpe de Estado efectuado por el General García Meza a la presidente boliviana Lidia Gueiler Tejada. Dos años después, 1982, de la mano de Hernán Siles Suazo, se recuperaba la democracia tras casi dos décadas de gobiernos de facto. Sin embargo, había otro problema en puertas: la crisis económica.

En su libro, Estabilidad y desarrollo, Juan Cariaga (+) explica que la gestión de Siles Suazo priorizó la estabilidad democrática por encima de la gestión económica. De hecho, la hiperinflación, el crecimiento de la informalidad y el descontento popular forzaron al veterano político a adelantar elecciones a un poco más de la mitad de su mandato.

Antes de las elecciones de 1985, el General Banzer, preocupado por la situación económica de Bolivia, convocó a una serie de expertos para enfrentar la crisis en caso de ser elegido gobierno. Juan Cariaga fue uno de los economistas que había sostenido reuniones con Banzer.

En esa elección, el ADN, con el General como candidato, y el MNR, encabezado por el Dr. Paz, se situaron en primer y segundo lugar, la presidencia se resolvería en el congreso. Finalmente, con apoyo del MIR, el Dr. Paz sería elegido presidente. ¿Cuál fue su primera medida? Reconocer que el plan económico del ADN era mejor que el suyo para salvar a Bolivia. Seguidamente, invitó a Cariaga a sumarse a su gabinete como miembro independiente. El equipo, que incluía a Gonzalo Sánchez de Lozada, se reunió en secreto hasta terminar el plan de shock que salvó al país de entrar en la inflación más alta del mundo.

En el diagnóstico de la situación se encontró que la causa del problema era el déficit fiscal, pues las grandes empresas estatales eran todas deficitarias e ineficientes. Por ejemplo, Price Waterhouse determinó que la COMIBOL podría mantener su nivel de productividad con, tan sólo, 5000 empleados; sin embargo, la empresa tenía 26500, cinco veces más de los necesarios. Del total de empleados, solo el 25% cumplía labores operativas, el resto eran oficinistas y burócratas sin mayor peso en la empresa. Empero, el gobierno no siguió esas recomendaciones, sino que, contrariamente, subió el número de empleados a 27600. Además, las pulperías en COMIBOL representaban un porcentaje muy alto del costo de producción, cerca del 13%, y en YPFB los 8000 empleados recibían hasta 400 litros de gasolina como una forma de bonificación mensual. En resumen, todo era un despilfarro que se intentó arreglar con emisión monetaria.

En este punto es necesario desmentir un mito: siempre se dijo que la COMIBOL mantenía a Bolivia, pero, en realidad, era el ciudadano de a pie quien cargó con toda la ineficiencia y derroche que generó la empresa. Sucede que COMIBOL, como toda empresa estatal, era antieconómica y, en especial, inmoral.  

Si bien, el plan de estabilización, que se resumió en el Decreto Supremo 21060, es una suma de medidas en temas tributarios, legales y presupuestarios bastante largos para explicar en un artículo, su filosofía se puede resumir en una frase del mismo Cariaga: «Tienes un peso, gastas un peso, tienes dos pesos, gastas dos pesos, y si no tienes nada, pues no gastas nada».

Los efectos positivos de las reformas se sintieron en muy poco tiempo, incluso con una caída de más del 50 por ciento en los precios del estaño y crisis climática, puesto que para 1987 el desempeño de la economía terminó siendo positivo por primera vez en siete años, con un crecimiento del PIB del 2.5 por ciento. Además, familias como la mía pudieron empezar a ahorrar en moneda extranjera y emprender negocios con mayor estabilidad. Analizando el programa de ajustes con cabeza fría y, a la vez, con el corazón, la grandeza de Víctor Paz y su equipo económico salvó la niñez de mi generación.

No obstante, el 21060 tuvo un pecado: no terminó de cerrar las puertas y ventanas para evitar que el derroche se vuelva a repetir, es decir, se perdió la oportunidad de dolarizar la economía boliviana.

Al respecto, Mauricio Ríos García, en su artículo: A 35 años del 21060: la oportunidad perdida para dolarizar, resalta:

  • Con el 21060 se cometió el grave error de no establecer la reforma más importante: se perdió la oportunidad de desnacionalizar la moneda de manera definitiva al preservar la moneda nacional estableciendo su curso legal en manos del monopolio público de emisión monetaria que es el Banco Central de Bolivia. En otras palabras, no se estableció garantía alguna para que un capítulo hiperinflacionario no volviera a ocurrir en el país. Esto es lo que constituye el pecado monetario del 21060. Luego de la estabilización simplemente se sustituyó el nombre de la moneda nacional de «peso boliviano» con «boliviano».

Parece increíble, pero, en pleno 2025, Bolivia está viviendo situaciones muy parecidas a las de los años 80. La cosa es tan similar, que los demagogos y mentirosos ofrecen las mismas falsas salidas: 100 días (Samuel) y gradualismo (Tuto). Ambas, simplemente, ilusiones y charlatanería electoral. Las soluciones ya están escritas, y son las mismas de siempre: reducción del Gasto Público, sacar al Estado del sector cambiario y financiero, cierre de empresas estatales y cortarle al gobierno la posibilidad de manipular el dinero. Es decir, un 21060 mejorado con esteroides, en síntesis, con dolarización.

  • HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
  • ECONOMISTA, MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21