Un hombre de servicio

CARLOS ARMANDO CARDOZO

Flavio Machicado Saravia, un economista con todas las letras, de aquellos que no se ven y que tanta falta hacen hoy en día. Convencido de sus ideas, claro en sus conceptos y dispuesta a coadyuvar con la cosecha de su propio huerto “intelectual” con las medidas necesarias para que su país pueda sortear los desafíos de siempre esto en un escenario de inestabilidad en la época más oscura en la historia de Bolivia, durante los gobiernos militares.

Como ministro en el gobierno de Juan José Toro, no solo tuvo la responsabilidad de responder con la política económica boliviana a través de una estructura institucional aún en construcción sino como el mismo relató, con revolver en el cinto mantenerse alerta ante un probable golpe en la oscuridad de la noche.

A pesar de tener discrepancias en la forma de entender la economía, es imposible negar el mérito de haber dejado cualquier simpatía ideológica por la convicción de servir a su país. El desarrollo de eventos históricos podría haber dado a cualquier individuo de cesar en su ímpetu por contribuir con su país y ceder ante los sentimientos de la más profunda animadversión del que fuere su verdugo.

Pero no para Flavio, el tuvo la altura y madurez para años después sentarse en la misma mesa con el artífice de su veto a retornar de Bolivia para ser partícipe de la cristiana sepultura de su señora madre. No fue con las manos vacías a esa reunión, años después ya en democracia, el proyecto de reforma que no se había podido materializar durante el Gobierno de Sánchez de Lozada, seria pieza fundamental para que Hugo Banzer Suarez constituya su propuesta de país.

La vida de Flavio Machicado Saravia, no se puede medir sólo por sus logros académicos o en calidad de alto funcionario de Gobierno en materia económica. Su vida es testimonio de que la economía en un entorno sin libertades, con una democracia secuestrada por el uso de la fuerza es un camino escabroso que demanda de las personas que den la talla, acordes al momento histórico, de principios y convicciones y sobre todo con el valor y personalidad para proponer y no seguir dictámenes en el silencio de la complicidad.

La realidad hoy pone a los economistas si bien como actores relevantes, a priori, como simples bufones que representan a la política más chabacana y vulgar. El nivel de devaluación es tal que solamente se puede equiparar al comportamiento de la moneda nacional. Lo dramático es que el silencio parece haber sido consensuado cuando son necesarias más voces disidentes no solo que señalen las falencias en la política económica sino sobre todo para proponer un sin número de alternativas por las cuales transiten los políticos que efectivamente, quieran servir a su país.

La partida de Flavio Machicado Saravia, no solo se constituye en una pérdida irreparable para el país, más aún en los tiempos tumultuosos llenos de incertidumbre que se viven, sino más bien en una oportunidad para inspirar a los pocos economistas que quedan con ese espíritu de servicio al país, proponiendo y debatiendo ideas como base de la construcción de una nueva república de aquí a los próximos 200 años.

Tuve el grato placer de haber escuchado a Flavio Machicado, creo que algo tiene que ver con la decisión de haber estudiado economía, si bien nuestras concepciones alrededor de la economía se distanciaban encuentro gratas coincidencias con su visión de servicio, desde el lugar que toque, construir.

Es normal que la soledad sea acompañante de hombres de convicción, porque no es para todos. Sin embargo, esta vale más que la compañía permanente del conformismo y la cobardía del tumulto.

Paz en su tumba, querido tío Flavio.

CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21