SAYURI LOZA
El martes recibiremos al Dios de la Abundancia después de un largo feriado por el día del Estado Plurinacional, aunque poco o nada se ha logrado de los objetivos de ser pluris, puesto que a la voz de “somos mayoría” se busca imponer ideas, formas de vida y de enseñanza. ¿No se supone que la idea del Estado Plurinacional era terminar con la hegemonía de un solo saber y poder? ¿No era la idea tomar en cuenta todas las visiones, ancestrales y actuales para establecer un equilibrio donde convivan las naciones que componen Bolivia?
No somos un Estado Plurinacional, pero tenemos muchos ejemplos de plurinacionalidad en el país, y creo que la Alasita y su Dios, el Ekeko, nos pueden dar una o más lecciones al respecto.
Los primeros registros del Ekeko datan del Horizonte Medio de Tiwanaku (400-1100 d.C), éste se halla representado por la imagen de un hombre jorobado, con las rodillas flexionadas contra el cuerpo y una caracola en la mano.
Durante el Horizonte Tardío (1100-1530 d.C.) cuando Tiwanaku cae y es sustituido por los “señoríos aymaras” y por los incas, el Ekeko cambia su aspecto por primera vez, aunque conserva la joroba, sus piernas ya están extendidas para dejar ver sus genitales: se muestra con el pene erecto como símbolo de fertilidad, además lleva las orejas horadadas al estilo de los orejones y un tocado característico de los reinos del Tawantinsuyo.
La llegada de los españoles significó una fuerte persecución a las religiones antiguas y la extirpación de idolatrías provocó que los cultos a los viejos dioses se llevaran a cabo en secreto, así que el Ekeko fue venerado desde 1532 hasta 1780, a escondidas.
Las cosas cambiaron cuando las rebeliones indígenas provocaron el terror en los españoles y aunque los levantamientos fueron sofocados, en La Paz, sitio donde el cerco y la avanzada indígena se dejaron sentir, los líderes victoriosos decidieron buscar puentes de encuentro que rompieran con la polarización que se había creado entonces; encabezados por Sebastián Segurola, convocaron a la población a practicar libremente la veneración al Ekeko a manera de concesión a los insurrectos.
Así pues, el Ekeko cambió su forma por tercera vez en 1783 mediante una ordenanza, se escogió el 24 de enero como su día y se mandó que llevara el rostro de Segurola, fuera vestido para conservar su pudor y en lugar de joroba, tuviera el atributo europeo de la riqueza: una simpática pancita.
Después se inventó la leyenda que todo mundo conoce sobre el diosecillo que salvó a los Segurola de la hambruna, pero ya saben que los políticos siempre nos inventan cuentos para esconder las verdades.
En todo caso, este Dios ya no era sólo de los aymaras, ahora era de todos, y no se lo disfrazó de algún santo católico como Illapa en Santiago, sino que permaneció como Ekeko, aunque algo cambiado pero esas evoluciones le permitieron llegar a más gente, y sin perder su esencia.
La época republicana conservó al Ekeko y a su fiesta que se fue ampliando a otros territorios; este 2023 en su nombre compraremos casas, autos, gallos, wawitas y todo lo que imaginemos, y tanto aymaras como jailones, clasemedieros, zurdos, derechosos, progres o conservadores, cada quien con su visión, cada quien desde su materialidad y su espiritualidad, irá a rendirle culto a este personaje.
¿No les parece que el Ekeko es el ejemplo más claro de plurinacionalidad? Porque abarca los deseos de todos y el único requisito que necesitas es tener fe y comprar tus miniaturas a las 12:00; el que quiera las hará sahumar, otro las llevará a la iglesia para hacerlas bendecir, uno más hará ambas cosas, y el que no crea, irá a jugar canchitas y a comer churros, ése es el modelo de una institución plurinacional.
Todos los paceños nos juntamos el 24 y lo celebramos como queremos y es tan linda esta costumbre, que se ha llevado al Perú y a otros departamentos, cada quien dándole al Ekeko el lugar que su identidad le acomode, así debería sentirse uno con respecto al Estado, la Alasita aglutina, no impone.
Tal vez sólo soy yo queriendo convencerles de que vengan a la feria y me compren miniaturas, pero es bueno recordar que la fortuna está en abrir los brazos como el Ekeko, no en cerrarlos.
SAYURI LOZA
Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21