CARLOS ARMANDO CARDOZO

Escribo estas palabras en una suerte de póliza de seguro ante lo que se pueda venir. La coyuntura nacional se ha deteriorado en los últimos meses, a pesar de todos mis esfuerzos no concibo alguna solución que no se consideró entre tanta reunión de ministros. Marcelo es un buen hombre, supo salir a dar el mismo discurso que redactamos hace ya varios meses, a pesar de que actualmente no existe forma de convencer a la sociedad de que esos indicadores son reales.

Miro por la ventana y me preguntó si esta larga agonía se terminará algún día, vuelve a mi memoria esa primera reunión con el jefe, en esa misma reunión me eligió su sucesor natural no sin antes agregar que no existía otra persona con la capacidad y liderazgo suficiente para tomar la obra inconclusa que según el podía ser completada bajo mi gestión. Quien hubiera pensado que todos esos halagos se convertirían en insultos y acusaciones meses después de mi triunfo en las urnas, ya ni siquiera puedo asegurar que una amistad sincera nos unió.

Lo cierto es que se me acabaron los caminos y los aliados, hoy no puedo decir si tengo la lealtad plena del total de mi equipo. Sé que Marianela está ahí pendiente de lo mediático en compañía de Eduardo que ha tenido un cambio en los últimos años, parece ser que las batallas por las que pasó lograron endurecer su temple y afilar sus habilidades como político. Vaya muchacho, a veces miro con envidia su evolución y me preguntó si no hubiera sido mejor invertir los roles, son las cartas que nos tocaron jugar.

<<Tocan la puerta: jefe ya llegaron “los blindados” ya estamos todos listos>> Gracias, deme un minuto por favor. Me dispongo a buscar mis bártulos encima del escritorio para poder salir a dar encuentro a mis compañeros. En ese proceso un pensamiento asalta mi mente, ¿estás seguro que esta es nuestra última opción?, al mismo tiempo contemplo viejas fotos familiares, Luis, Rafael y Camila mis hijos, ojalá algún día puedan decirme si lo que hice por ustedes fue lo correcto.

Abro la puerta, me encuentro con David que solo atina a darme una mirada serena y estrechar mi mano, enfilado a mi costado izquierdo me acompaña en nuestro camino hacia el Palacio. Más allá de las voces de algunos asistentes y funcionarios, todos transitamos en el más profundo silencio, cada uno analizando el rol que debe cumplir dada la seriedad del asunto y las consecuencias que se nos podrían venir.

Poco a poco escucho barullo al acercarme a la puerta de Palacio, es así como veo encolumnado en la antesala a mi amigo, Juan José, con una mirada fría en su traje de campaña para iniciar nuestra “acalorada discusión” tal cual habíamos pactado días antes. Si bien, habíamos establecido los términos en los que nos íbamos a dirigir, los nervios hicieron presa de nosotros, fueron necesarios algunos vítores y arengas de mis acompañantes para poder sobrellevar un silencio incomodo que se adueñaba de ese pequeño espacio repleto de testigos.

Ambos nos retiramos con un sin sabor, dado que la escena parecía incompleta, falto de solemnidad y trascendencia casi deslucida a pesar de toda la tropa y vehículos que Juan José había traído consigo. Mis memorias hacen imposible evitar las comparaciones y claramente siento que algo no termina de convencerme, a pesar de todas las señales de aprobación de mis compañeros, que sinvergüenzura ni siquiera tienen la altura de señalarme lo obvio, pero tampoco tengo la autoridad para juzgarlos siendo honestos yo hubiera hecho lo mismo.

Me retiro nuevamente a mi oficina esperando el momento para dar pie a la conferencia de prensa. La curiosidad me invade y revisó rápidamente los informativos que se encuentran transmitiendo en vivo, ese sabor amargo vuelve y mis sospechas se hacen realidad, algo anda mal, esto no debía verse así, todos nos equivocamos empezando por mi elocución. El país entero vio esto y puedo anticiparme a sus reacciones de incredulidad y hasta enojo por lo que supuestamente aconteció hoy.

No hay marcha atrás, si de algo puede servir aprovecho este último párrafo para dejar a la posteridad la verdad. Yo, Luis Alberto Arce Catacora, hábil por derecho, he fracasado a lo largo de mi gobierno, no supe manejar la crisis que dejé como legado al siguiente gobierno. El cargo de presidente de Estado nunca fue un anhelo personal sino más bien un resultado de las circunstancias, allá por 2020. Mi involucramiento en actos de corrupción se ha extendido lastimosamente a través de mi familia, a la cual he beneficiado en mi condición de ministro y posteriormente como presidente.

Aunque cuestionen lo que voy a decir por mi largo historial de deshonestidad, por decirlo de alguna manera, mi convicción es con el comunismo y nunca así con el masismo al cual puedo calificar como una patraña ideológica que supo venderse en el momento preciso como la única alternativa, cosa que nunca fue.

La historia no me recordará, sino recordará mis faltas, mis fallas y mis delitos. Tarde o temprano purgare mi condena, en vida el remordimiento y la culpa me consumirán porque mi nombre esta empapado de todos mis pecados. Y en la muerte, la historia me sepultará como una mancha irreconocible, olvidable y totalmente irrelevante.

No sé si algún día Bolivia pueda recomponerse, espero sinceramente, otra vez esa palabra, que todo el daño que le he causado no sea irremediable para las futuras generaciones. <<Señor presidente, debemos bajar lo esperan para la posesión>>

En lo que a mí respecta, un simple hombre de segunda fila, puedo garantizarles que toda mi carrera como economista al servicio del Estado me ha dejado absolutamente vacío, a veces pienso en cual hubiera sido mi destino fuera de esta prisión, de esta cárcel de un solo carril. Qué curioso el día de hoy traté de dar una muestra de valor, valor que nunca tuve a lo largo de toda mi vida. La vida es amante de las dolorosas ironías.

Los gritos de mis cómplices se hacen cada vez más fuertes y continuos, probablemente porque ya iniciaron la transmisión por televisión, el show debe continuar:

“Democracia si, dictadura no, democracia sí, dictadura no. Lucho no estás solo …”

CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21