.
Hace pocas horas la Policía Nacional del Perú (PNP) anunció la captura del líder de Dinastía Alayón, una de las varias facción del Tren de Aragua, grupo nacido en Venezuela como pandilla carcelaria y que evolucionó hasta convertirse en una enorme mafia que controla redes de explotación sexual, narcotráfico y asesinatos con operaciones en Colombia, Perú y Chile, y posiblemente también en Brasil, Bolivia y Ecuador.
El hombre es cuestión se llama Yomar José Delgado Palacios, alias “Nino” y tiene 29 años. Con él, también fueron capturados otros 31 integrantes del grupo criminal, según las autoridades. Además, bajo el operativo se logró rescatar a unas 80 mujeres que eran explotadas sexualmente en Lima. El ministerio de Interior de ese país lo tilda de “un golpe contundente al crimen organizado”. Pero solo podrían estar rasguñando la superficie.
Tres fases de la expansión
El grupo criminal es catalogado como una “empresa criminal transnacional” en una reciente investigación de la organización InSight Crime. Ciertamente, gracias a la permisividad de la dictadura venezolana sus integrantes comenzaron a incursionar en distintos mercados al punto de que hoy el Tren de Aragua “participa en por lo menos 12 economías criminales en cinco países como mínimo”. Con testimonios y acceso a documentos, la organización logró retratar a fondo a esta mafia turbia y compleja.
Para expandirse, el grupo aplicó tres fases. La “fase de exploración” comenzó con las rutas migratorias para explotar a las personas que urgidas por escapar de la crisis en Venezuela, terminaban cruzando a pie hacia Colombia. Con la pandemia por coronavirus llegó también la oportunidad para los criminales de ofrecer servicios a todo el que por allí transitaba. Actualmente “ofrece paquetes en los que por lo general proporcionan transporte, alojamiento y alimentación a lo largo de todo el trayecto”. Pero además de cobrar dinero, surgió la oportunidad de captar personas para sus redes de trata.
Luego llega la “fase de penetración” al ingresar en economías locales y enfrentarse a otros grupos delictivos. Así fue como llegaron a ejercer influencia en zonas fronterizas de Colombia y además de la extorsión, pusieron en práctica el microtráfico de drogas.
De tercer lugar, está la “fase de consolidación”, con sofisticados esquemas de lavado de dinero y sobornos a funcionarios policiales. En particular, esta etapa ha sido más notoria en Perú y Chile, sumado a que hay indicios de que puede estar consolidándose en algunas ciudades colombianas.
Tocorón, el centro de operaciones
Lo cierto es que hasta los momentos, las actividades de este grupo de crimen organizado no se han encontrado con mayores frenos, mucho menos de parte de la dictadura venezolana. La reciente toma de la cárcel de Tocorón, en el estado Aragua, figura más como una pantomima cuando se menciona que el líder de la banda, Héctor Rusthenford Guerrero Flores, alias “Niño Guerrero” se escapó del operativo.
Esta cárcel, más parecida a un centro vacacional que a un centro penitenciario, fue el lugar donde comenzó todo. Tal como menciona la investigación “la banda comenzó a establecer células y a cooptar pandillas más pequeñas fuera de la cárcel. Esto le permitió proyectar su poder más allá de los muros de la prisión y en todo el estado Aragua”.
Sin embargo, ese búnker ya no está y es probable que el “Niño Guerrero” esté buscando un nuevo centro de operaciones, lo cual supondrá complicaciones logísticas, tal como apunta InSight Crime. Mientras tanto, autoridades de países de la región hacen esfuerzos para frenar una ola expansiva que trae consigo muertes, narcotráfico y más crimen.