CARLOS MANUEL LEDEZMA
La historia del siglo XX en Bolivia, inició con el quiebre violento de los paradigmas conservadores, los cuales se habían mostrado incapaces de dar respuestas a las demandas de un país en crecimiento. La Guerra Federal significó el fin de una disputa política histórica, que mostró el rostro de un país dividido por ideologías irreconciliables y los intereses de las regiones. El conflicto concluyó con el traslado de la Sede de Gobierno de Sucre a La Paz y la instauración de la Junta Federal de Gobierno.
Para el año de 1900, la corriente de ideas inspiradoras del nuevo gobierno liberal, mostraban una clara tendencia de desarrollo. Desde la fundación de Bolivia, el crecimiento demográfico había sido significativo y con el traslado del poder político, la migración cambió de rumbo, debiendo las autoridades asumir medidas urgentes para consolidar los espacios públicos de la nueva ciudad capital, centro del poder político y económico. Ese proyecto urbanístico, significaba crecimiento y expansión, apartándose del centro histórico y abriendo sus brazos hacia los barrios aledaños. Las típicas calles de damero español, dieron paso a avenidas amplias, paseos, jardines y plazas características de una ciudad moderna.
No cabía dudas, la ciudad se transformaba en un centro cosmopolita y burocrático, lo que se tradujo en una crisis en los modelos arquitectónicos y artísticos de la época. Planificaron y diseñaron la ocupación de los espacios urbanos extrapolando ejemplos de ciudades europeas y de países vecinos, introduciendo reformas que dibujaron el nuevo rostro de Nuestra Señora de La Paz. Los edificios de estilos modernos, calles anchas, jardineras, zanjas abiertas por todas partes para instalar servicios de agua y alcantarillado, así como el tendido de cables del sistema eléctrico, que debían instalarse hasta en el último rincón de la creciente urbe, fueron la constante durante aquellos primeros años. Tranvías, telégrafos, calles adoquinadas por donde transitaban carruajes tirados por caballos o mulas y por donde no tardarían en transitar los automóviles ingleses.
El desarrollo urbano fue un proceso que respondió en parte a las demandas de la población paceña, culta y refinada, que buscaba dar forma a su identidad de dirimidor de los destinos del país. La nueva sede de gobierno deseaba mostrar sus cualidades para asumir el liderazgo, por lo que los visitantes del interior miraban con asombro las diferencias cada vez más grandes que existía con sus adormecidas ciudades.
La modernidad debió manejar el concepto más amplio de la transformación del espacio público, mostrando civilización, progreso, cultura y aspectos socioeconómicos del poder, expresando un concepto marcado de la ideología dominante liberal. Lo cierto es que, los cambios respondieron a una necesidad que iba más a la par de los países hispanoamericanos, que experimentaron el mismo proceso, tal es el caso de Barranquilla, Buenos Aires, Valparaíso, Rio de Janeiro, entre algunas otras ciudades que se modernizaron de forma acelerada.
El eclecticismo y modernismo de marcada influencia francesa, preponderó entre los años 1900 a 1925, especialmente durante los gobiernos liberales de Montes y Villazón (1904 – 1917), tiempo en el cual se experimentó un crecimiento de tres veces en la economía del país, convirtiéndolo en un periodo de prosperidad en el que era factible ejecutar obras de envergadura, de las cuales muchas se conservan hasta la actualidad.
El arquitecto y urbanista Emilio Villanueva, fue el artífice de la configuración urbana de la ciudad de La Paz, sus diseños trascendieron los límites del tiempo y aún se conservan como parte de los espacios públicos de salud, educación, deportes, esparcimiento, vialidad, entre muchos otros detalles con que plasmó su obra derivada de la Beaux Arts. De parís, cabe mencionar que fue la figura más representativa del siglo XX a nivel nacional.
No hay duda de que el embellecimiento de las ciudades constituye una aspiración permanente de sus habitantes. El ser humano es creador por naturaleza, por lo que la creatividad no hemos de verla únicamente en aquellas grandes figuras a las que admiramos por su obra. El rostro de Nuestra Señora de La Paz de inicios del siglo XX, le permitió asumir un protagonismo polifacético, integrador y solidario, gracias a la voluntad de su gente, misma que persiste en encontrar los caminos que le conduzcan a descubrir la libertad interior y de simplificación mental, con las que pueda crecer y hacer crecer La Paz.
CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ Escritor, Guionista y Divulgador Histórico. Director General del Proyecto Educativo Viajeros del Tiempo. Colaborador del CEL del Perú *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21