Tradiciones milenarias: El camino de Santiago

CARLOS MANUEL LEDEZMA

Cuentan las crónicas del 22 de febrero del año 1300, que el Papa Bonifacio VIII, proclamaba la bula papal: “Antiquorum habet fida relatio”, declarando aquel año como el primero de la celebración del “Jubileo” de la Iglesia Católica y otorgando a los peregrinos la “Indulgencia Plenaria” o “Perdón de los Pecados”. Esta celebración del año santo romano, iniciaría una etapa de expansión económica promovida por nobles, religiosos, burgueses, militares, artesanos, campesinos y cuanto aventurero a través de los siglos se haya dejado seducir por el encanto del camino a través del cual buscaría abrazarse con su espíritu.

“Todos los caminos conducen a Roma”, así fue, al menos durante la antigüedad cuando se trasladaba un gran número de peregrinos rumbo a la capital más importante del mundo. Con el correr de los años, la peregrinación se fue realizando hacia distintos lugares alrededor de Europa, el santuario de Lourdes en los Pirineos franceses, el santuario de Fátima en el centro de Portugal o la peregrinación a Tierra Santa, para conocer la iglesia del Santo Sepulcro.

En las postrimerías del siglo XIII, una corriente de espiritualidad, de perdón, reencuentro y reconciliación, comenzó a propagarse en Europa a raíz de las conflagraciones bélicas en las que se veían involucrados los cristianos permanentemente. Además, la autoridad del papa se encontraba cuestionada y se desafiaba el pontificado de Bonifacio VIII, por lo que se decidió revalorizar una de las tradiciones más antiguas entre los cristianos.

Bien dicen que “todos los caminos son mágicos si nos llevan a nuestros sueños” (Claudia Castello). De entre todos los caminos de peregrinación existentes en el mundo, sólo uno, resulta ser tan importante como el destino en sí mismo. El Camino de Santiago fue inaugurado por el rey Alfonso II, quien luego de visitar el lugar, mandó a edificar una iglesia que terminaría, con el paso del tiempo, convirtiéndose en la magnífica catedral de Santiago de Compostela.

Hacia el año 812 de nuestra era, el eremita de nombre Pelayo, descubrió la tumba de “Santiago el Zebedeo”, también conocido como san “Juan el Mayor”, uno de los doce discípulos de Jesús, considerado el gran predicador de la Fe. Se alejó de Jerusalén tras la muerte de Cristo y se dedicó de pleno a predicar la palabra con gran entusiasmo, llegando hasta la península ibérica. Fue condenado a muerte por Herodes Agripa el año 44 d.C. El hallazgo del enterramiento se produjo en el bosque del Libredón, junto a los cuerpos de Teodoro y Atanasio, discípulos de Santiago.

Los monarcas asturianos, junto a la Corte de Oviedo, son conocidos como los primeros peregrinos del Camino de Santiago. Paulatinamente a partir del siglo X, comenzarían a llegar peregrinos desde otras partes de Europa. Santiago de Compostela se convertiría en centro de peregrinación mundial, gracias al esfuerzo realizado por los Reyes de Asturias, los Papas Calixto II y Alejandro III, así como las órdenes monacales de la abadía de Cluny y Cister, consolidando una tradición milenaria.

Durante la época medieval, el camino era largo y peligroso. Los peregrinos por lo general lucían su bordón, barbas largamente crecidas, sandalias, mitra y en algunos casos, una espada que les permita defender sus vidas. Para precautelar la seguridad de los peregrinos que acudían hasta Compostela, se creó la Orden de los Caballeros de Santiago en 1170, debiendo los nobles que integraban esta orden religiosa-militar, hacer votos de pobreza, castidad y obediencia.

Uno de los aspectos que vale la pena destacar de la tradición del peregrinaje, es que, por mucho que la historia europea se haya visto condenada a soportar los embates y vicisitudes de diversos acontecimientos que la asolaron, arrebatándoles la paz y la tranquilidad durante largos periodos en los que tuvieron que sufrir desastres naturales y humanos, con la consecuente pérdida de recursos, de garantías y seguridad, que pueden ser traducidos en episodios de profunda crisis moral y espiritual, pueda conservar a día de hoy una tradición milenaria más sólida que nunca.

Erasmo de Rotterdam y Martín Lutero, las reformas protestantes, las guerras de religión, o las sospechas que el Santo Oficio ejercía sobre los extranjeros o peregrinos jacobeos, se encargarían durante siglos de alejar a los peregrinos de los Caminos de Santiago. La contrarreforma impulsada por el papa Pablo III, se encargó de recuperar y promover nuevamente la práctica de peregrinación por esta ruta, especialmente durante los años “Xacobeos”.

El Camino de Santiago es uno de los destinos espirituales más importantes del mundo en la actualidad. Los viajeros y peregrinos de todas partes acuden hasta allí para descubrir nuevas y enriquecedoras experiencias que permitan reforzar sus valores humanos, frente a la arremetida deshumanizante que los aqueja. La peregrinación resulta ser un fenómeno espiritual, abierto al conocimiento, la solidaridad y la comprensión de los hombres. Conserva en la riqueza del paisaje, la historia, la cultura, la geografía sacralizada de encanto fascinante y único, una región digna de ser conocida.

“Respira, la suavidad con que recorre un breve murmullo. Escucha los caballos que se asoman presurosos con las bridas descontroladas. El ladrido de los perros despierta los instintos, más el peregrino sabe, que no debe sentir miedo porque lo acompaña la fuerza indomable de la fe” (Santiago de las Montañas). Llega al fin a su destino y observa un rito que perdura en sus recuerdos por siempre; el martillo de plata empuñado por el arzobispo que, pidiendo permiso al Apóstol Santiago entra en su templo, golpea la tapia tres veces y procede a abrir la Puerta Santa, esa es la señal del inicio del Año Santo o “Xacobeo”, que ocurre cada vez que la festividad de Santiago el Apóstol (25 de julio), cae en domingo.

Es importante visitar lugares que le permitan a uno contar con la entereza espiritual necesaria, promoviendo el perdón, el reencuentro y la reconciliación. Es fundamental que la esperanza y la fe renazcan dentro de cada uno, albergando en los corazones el sueño de que vengan días mejores. El Camino de Santiago es una experiencia fascinante que invita a realizar un viaje en introspectiva, permitiendo reconectar con los valores más profundos y renovar espiritualmente. Es un lugar propicio para que el peregrino, encuentre su verdadero camino.

CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
Escritor. Investigador. Divulgador Histórico. Consultor de Comenius S.R.L. Ingeniería del Aprendizaje
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21