“Todo ha subido”: crisis económica llega hasta las “pastilleras” de Sucre

“Las ventas han bajado mucho porque los precios han subido”. Así resume su situación actual Lilian, una joven madre de cuatro hijos que, en una entrevista con CORREO DEL SUR, relata cómo enfrenta la crisis económica. En el centro de Sucre hay decenas de ‘pastilleras’ que, al igual que Lilian, viven de unos pesos de ganancia de todo lo que pueden comercializar, aunque cada vez queda menos en sus bolsillos. Conversamos con tres de ellas.

Son las 9:00 y el bullicio del tráfico vehicular, los afanes de los papás y sus hijos para llegar a tiempo al trabajo y a la escuela, respectivamente, se esfumaron hace una hora. La calle Dalence está despejada y con pocos transeúntes. Allí, justo al lado del ingreso a la escuela Nicolás Ortiz, está el puesto de Lilian, quien espera a sus ‘caseritos’, generalmente escolares.  “Las ventas han bajado mucho porque los precios han subido. La gente ya no compra chocolates, chupetes; todo ha subido. La gente quiere (cosas) de 50 centavos, un boliviano y ya casi no hay de ese precio”, responde a la consulta de este medio.

“Ya no hay para el pan de cada día porque lo que se gana es cada vez menos. Yo solo vivo de esto. No tengo otro ingreso. Solo es de los dulces”, dice a continuación.

Comenta que sus ventas este año han bajado por lo menos 50%, lo que la llevó a “ajustar” al máximo sus gastos y optimizar lo poco que puede conseguir para la manutención de sus cuatro hijos. “Como todo está caro, solo preguntan y se van”. Lo mismo le pasa a ella cuando va al mercado, pues allá los precios también se han disparado.

¿HAY ALGO DE 10 CENTAVOS?

“Antes había hasta dos por 10 centavos; eso era hasta hace cinco años. Por ejemplo, los masticables dábamos seis por 50 centavos, ahora cada uno está a 20 cts.”, explica como muestra de lo que pasa con la mayoría de sus productos. ¿Cómo hacen para sobrellevar la situación?, le preguntamos. “Hay que hambrear, ‘pss’”, dice con cierto tono de broma, aunque sin alejarse de la realidad. Pese a la adversidad, Lilian quiere seguir en lo que hace. “Aquí siempre cae alguito, peor sería no hacer nada”, asegura.

Una jornada laboral continua de 12 horas

Juana tiene su puesto en la calle Nicolás Ortiz, a pocos pasos de la Plaza 25 de Mayo. Por ahí pasan muchos escolares y también estudiantes universitarios.

Su jornada laboral comienza a las 5:40 y concluye a las 18:00, de lunes a viernes. “Hay que salir a vender, sino ¿qué vamos a hacer? Si no salimos a vender, ¿qué vamos a comer? No tenemos un sueldo fijo. Somos independientes”, sostiene.

Juana lleva ya nueve años vendiendo golosinas. Antes, estaba en Chile, “donde sí hay trabajo”, pero tuvo que volver para cuidar a su madre.

“Yo trabajo horario corrido. Mi hijo me trae almuerzo, pasa por aquí al momento de llevar a mi nieto a la escuela“, cuenta la madre. “Yo tengo seis hijos, casi todos independizados. Tengo un hijo soltero pero vive con su papá. Yo sola vivo con mi mamita y mi hermana”, añade.

Consultada sobre si esta actividad le permite ganar lo necesario, Juana responde con optimismo. “Sí, yo digo gracias a Dios que hay. No me quejo. Lo poco que llega es bienvenido. Estos muy agradecida a Dios. Hay que seguir, si no ¿qué va a ser de nosotros? Claro, mis hijos son independientes, cada uno ya tiene su familia. Yo no puedo pedirles tampoco porque a veces hay trabajo y a veces, no”, subraya.

Además de todo lo que compra para vender, ella elabora refresco de mocochinchi y maní en bolsitas.

“Es como si no hubiera autoridades”

En la calle Bustillos esq. Colón está el puesto de una mujer de 63 años, quien desde sus 23 se dedica a vender golosinas. Ella nació en la comunidad de Charcoma, Distrito 6 de Sucre. No quiso decirnos su nombre, pero aceptó contar su historia. Llegó hasta las lágrimas cuando hablaba de lo que está pasando con la economía.

“Es un momento difícil para todos quienes estamos vendiendo en las calles, lamentablemente han hecho subir todo, más de la mitad algunos, cuando terminamos, vamos a comprar, pero ellos (intermediarios) ocultan, y nos venden muy caro”, relató.

Reconoció que sus productos están caros. “Yo, como madre, con dolor vendo. Las wawas buscan los precios más baratos, de 50 centavos, de un peso”, afirma.

”A veces uno no tiene trabajo y no sé cómo sostienen a sus familias. Eso a uno le duele. La canasta familiar tanto ha subido, ¿cuánto cuesta el azúcar, cuánto cuesta el arroz? Nadie dice nada, es como si no hubiera autoridades. Creo que ellos desde su escritorio quieren manejar todo. Lamentablemente sufrimos, es muy preocupante. Yo ya soy abuela, pero he pasado también como madre, cómo he criado y por todo eso me pongo en el lugar de otras personas y puedo imaginar cómo se sostienen”, se explayó.

Ella, muy sensible, dijo que ve a los niños como si fueran sus hijos. Por eso le conmueve que muchas veces solo miren y como no les alcanza se vayan con sus centavitos.

“A veces les digo ‘ya papito, lleva; ya mamita, lleva’. Sus papás les deben dar un pesito de recreo, pero perderán, ¿qué será? Y me dicen ‘señora, ¿me puede prestar?’. Eso más todavía. Yo, como madre, ¿qué puedo hacer?, les doy nomás‘.

  • ///FUENTE: CORREO DEL SUR///