HUGO BALDERRAMA

Desde hace algunos años atrás, se está volviendo habitual que cada 8 de marzo un grupo de mujeres, que entre otras cosas huelen mal, destruyan propiedad privada y pública. Lo paradójico radica en que estos grupos dicen luchar contra la violencia de género, sin embargo, muchas de sus victimas son las mujeres que no aceptan o, simplemente, difieren con el feminismo.

Al momento de analizar el feminismo uno se encuentra con dos corrientes. Una afirma que el movimiento feminista tiene tres olas, la primera sufragista, la segunda más de tintes marxistas y la tercera imbuida de la ideología de género. La otra, con bastantes datos históricos, niega la existencia de esas olas. Más al contrario, asevera que los grupos feministas actuales se aferraron del movimiento sufragista como mecanismo para legitimar su discurso, algo tipo, somos las nietas de las sufragistas.

Empero, pese a las diferencias, ambas corrientes llegan a la misma conclusión: El feminismo es una ideología totalitaria llena de falacias, contradicciones y sofismas que ha reducido a la mujer a la simple condición de militante.

En el caso particular de Hispanoamérica, el surgimiento del movimiento feminista no está separado de la tiranía más larga y camaleónica de la región: La dictadura castrista.

Sucede que, de manera análoga al asunto de la homosexualidad, que dejó de ser castigada a inicios de los 90, Fidel Castro vio en el discurso feminista una oportunidad de continuar con sus planes de expandir su estructura delictiva por toda América. De ahí, que el dictador caribeño haya aceptado que en el Foro de Sao Paulo convivan todo tipo de narrativas, algunas contrarias entre ellas, por ejemplo, el feminismo y el apoyo al islam.

Por eso, con bastante coherencia, Nicolás Márquez y Agustín Laje aseveran que el feminismo es un recalentado de la lucha de clases, pero trasladada a la lucha de sexos, en palabras del propio Laje, dichas en una entrevista para www.elespanol.com:

  • El feminismo representa uno de los peligros más patentes que hoy está viviendo una sociedad que quiere ser libre. Lo realmente peligroso del feminismo es que tiene un discurso liberador, no se asume como autoritario, pero asumiéndose como liberador termina siendo un autoritarismo eficiente. El arte del autoritarismo en el feminismo consiste en expresar una cosa, pero en el fondo vender otra. Y la gente se lo termina creyendo.

Lo afirmado por Agustín Laje es perfectamente aplicable al caso de Pan y Rosas (agrupación feminista vinculada al Partido de los Trabajadores Socialistas), pues ese colectivo usa su presencia en más de catorce países para apoyar a cuanto dictador ligado al castrochavismo haya, verbigracia, Evo Morales, Rafael Correa y Alberto Fernández.

Pero sus acciones no se reducen al tema de Medios de Prensa y Redes Sociales, sino que incluye operaciones terroristas y emboscadas callejeras. De hecho, varias de las militantes bolivianas participaron en los actos violentos de octubre y noviembre 2019, obviamente, apoyando el fraude cometido por el cocalero Morales.

A manera de complemento de lo anterior, vemos como el movimiento feminista de Argentina ha unido fuerzas con otros grupos delictivos, por citar uno, el indigenismo, para sabotear la gestión de Javier Milei. Por ejemplo, en septiembre del 2023, «Si gana Milei perdemos todas», podía leerse en uno de los carteles pegados en la céntrica Avenida de Mayo de Buenos Aires.

Con todo lo anterior vale hacer la pregunta: ¿Sirve para algo el feminismo?

Sí. Para que un grupo de malvivientes tenga un pretexto para destrozar ciudades y luego pegarse a las redes de corrupción del Socialismo del Siglo XXI, como ya lo vimos en Argentina y Bolivia.

HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
Economista, Master en Administración de Empresas y PhD. en Economía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21