Son dos documentos expuestos en los espléndidos salones del Museo Capitolino de Roma. Forman parte de un centenar de preciosos originales que cubren un tiempo que va desde el siglo VIII d.C. hasta el siglo XX. Son cien los documentos escogidos entre pergaminos, códices y manuscritos, que serán presentados. Se trata de una iniciativa sin precedentes alimentada por el misterioso fascino que el Archivo del Vaticano ha generado siempre en el imaginario colectivo.
El primer documento es la “Bulla Ineffabilis Deus” de Pio IX sobre el dogma de la Inmaculada Concepción de 1854 y el segundo es la carta enviada al Papa Pio IX en 1876 por la Monja Bernardette Soubirous.
El documento papal es la “bulla in forma libelli”, una carta solemne del pontífice escrita en pergamino con sello en plomo. El tipo de escritura es la típica “bullatica” llamada técnicamente “Littera Sancti Petri” una denominación que se refiere al nombre de San Pedro, del cual los pontífices romanos son sucesores y es una escritura usada en la redacción de documentos enviados por el pontífice.
El 1° de junio de 1848, Pio IX estableció una comisión especial de teólogos encargados de presentar un parecer sobre la oportunidad de definir el dogma de la Inmaculada Concepción. Los votos enviados al papa fueron por la mayor parte favorables. La misma pregunta fue puesta a la Congregación de Cardenales establecida por encargo pontificio el 6 de diciembre. Los cardenales se expresaron a favor de la definición, recomendando que se pidiese “en primis” el parecer del episcopado por medio de una encíclica. El 2 de febrero de 1849, Pio IX publicaba la encíclica “Ubi Primum” en el cual se dirigía a sus obispos para que lo informasen acerca de los sentimientos del clero y del pueblo en la definición de la Inmaculada Concepción. Sobre un total de 603 respuestas recibidas, 546 eran a favor de la proclamación del dogma: 50 obispos se dividían entre la abstensión y la obsoluta oposición y entre estos estaba el obispo de Perusa Gioacchino Pecci, futuro sucesor de Pio IX con el nombre de Leon XIII.
En 1850 la comisión teológica presentó su primer proyecto de constitución dogmática pero hacia el final de 1851 el pontífice concibió un nuevo esquema de bula en la que deseaba se uniese la condena de los errores modernos a la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. A este proposito, en 1852, se estableció una comisión para examinar un proyecto de constitución que repondiese en ese sentido. Después de dieciocho meses de trabajo, la comisión pudo examinar sólo la parte relativa al dogma, produciendo un esquema que no recibió el favor del papa Pio IX. El 22 de marzo de 1854 el pontífice decidió publicar la bula entro el año e instituí una congregación cardenalicia de asesoramiento que trabajó en otros cuatro esquemas de documentos, sujetos a una posterior discusión. El texto tuvo muchas críticas porque se parecía más un tratado de teología y no a un acto de suprema autoridad: por lo tanto se procedió a modificar la configuración del documento, que ahora se abría con las palabras “Ineffabiis Deus”. El 20 de noviembre de 1854 de diferentes países llegaron a Roma un centenar de obispos. Hasta el 24 del mismo se tuvieron largas sesiones de cardenales y obispos, que pusieron muchas observaciones al texto de la bula. Pio IX, sin embargo, deseaba que la opinión del episcopado se aplicase solo a los espectos formales sin intervenir sobre los contenidos del texto en preparación. En el consistorio secreto del 1° de diciembre de 1854 se examinaron las observaciones puestas por los cardenales, aportando varios cambios al documento pontificio. El papa, tomó sobre sí la entera decisión y ordenó a Mons. Luca Pacifici, redactar el texto definitivo de la bula. La complejidad del documento no permitía la completa elaboración del texto dentro del 8 de diciembre, por lo tanto, para esa fecha fue preparada solamente la parte relativa al decreto definitivo que establecía el dogma de la Inmaculada Concepción de María Vírgen. Durante la celebración litúrgica en San Pedro, a la presencia de casi doscientos prelados de la Iglesia Católica y de una multitud enorme de fieles, Pio IX lo dió a conocer dando lectura del texto de la bula, interrumpiendo la lectura en varias ocasiones por la fuerte conmoción. A fines de diciembre fue terminada la redacción del entero documento, traducido en varias lenguas y comunicado al episcopado. La proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción, establecía la inmunidad de la persona de María, desde el primer instante de su existencia, del pecado original en virtud de los méritos de Cristo; además aumentaba en los fieles la devoción hacia la Vírgen, constituyendo también un paso decisivo para la definición de la infabilidad papal. Pio IX de hecho, a pesar de haber consultado obispos y cardenales en la preparación de la bula, no los menciona en absoluto. El acto pontificio se ponía por lo tanto como iniciativa única del papa y, gracias a la espontànea adhesión de los fieles, demostraba la autoridad soberana de la Iglesia en la doctrina y en la infabilidad de vicario de Cristo en tierra. Por lo tanto, Pio IX afirmaba la importancia del magisterio de la Santa Sede y de la gerarquía eclesiástica confirmando por el sensus fidelium.
Diez años antes de la bula “Ineffabilis Deus”, el 7 de enero de 1844 nacía en Lourdes, una pequeña localidad de los pirineos franceses, Marie-Bernarde Soubirous. La pequeña Bernardette tiene catorce años cuando el 11 de febrero de 1858, en una gruta de Massabielle, le aparece una “pequeña señora joven”, que viste un velo blanco, cintura azul y una rosa dorada en cada pie, que le pide que regrese a ese lugar, cada día, por dos semanas. En las sucesivas apariciones, la “bella señora” la invita a la oración y a la penitencia. No revela però su identidad hasta el 25 de marzo cuando le dice “Que soy era Inmaculada Concepciou” (Yo soy la Inmaculada Concepción). Bernardette no sabe que esa expresión exprime un dogma de fe definido pocos años atrás: será el abad Peyramale a explicarle esa vocablo incomprensible para ella. El encuentro con la Virgen deja un signo en la niña que en julio de 1866 entra como novicia al monasterio de Saint-Gildard en Nevers. El 17 de diciembre de 1876, mientras su salud empeora siempre más, Bernardette dirije una carta a Pio IX, escrita en francés en hojas dobles de papel, donde le dice: “que del cielo la Santísima Vírgen ponga sus ojos maternos sobre Vuestra Persona, Santo Padre, por haberla proclamado Inmaculada Concepción”.
- RODOLFO FAGGIONI
- PERIODISTA Y CORRESPONSAL EN ITALIA. MIEMBRO EFECTIVO DE PRENSA INTERNACIONAL
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