.
MAGGY TALAVERA
Ni bien inicia septiembre, una avalancha de manifestaciones de júbilo copa la agenda de actividades en Santa Cruz. Sobran discursos, poemas, canciones y festividades dedicadas a celebrar el mes entero, aunque la fecha conmemorativa sea solo una, el 24, que nos recuerda el primer grito libertario de 1810 contra la corona española. Un mes de muchas declaraciones de amor y promesas a Santa Cruz que, en su gran mayoría, no se cumplen. Año tras años es la misma historia. Y así vamos ya 213 años.
Este 24 de septiembre de 2023 no promete ser distinto. ¿Qué tendría que pasar para que se materialicen esos arranques amorosos y llenos de buenos deseos? Tal vez, quien sabe, llevar la cuenta de esa lista de deseos, tiqueando los atendidos y los que van engrosando el apartado de los pendientes. Hagamos el ejercicio. Seguro nos sorprenderemos con el largo inventario de las promesas y los compromisos incumplidos. Entre otros, me atrevo a asegurar, el de atender las necesidades y aspiraciones de los jóvenes.
Voy a concentrarme aquí en los jóvenes, consciente de que hay muchísimos otros temas y demandas tan importantes como el que le plantea a Santa Cruz su población más joven. No es una elección hecha al azar. La hago pensando no solo en el dato oficial que señala que al menos 60 por ciento de la población cruceña está conformada por jóvenes, sino también en ese otro dato que no deja de incomodarme, por la realidad que expone: cada año, más de 30 mil bachilleres cruceños no tienen chance de entrar a una de las 30 universidades contabilizadas en el área metropolitana de Santa Cruz.
El dato está incluido en el estudio compartido por la Instancia Departamental de Estudios Metropolitanos de la Gobernación de Santa Cruz, y no es un dato menor. Parte de otro dato del Ministerio de Educación, que fijó en 52.447 el número de bachilleres cruceños en 2021. De ese total, alrededor de 21.000 jóvenes lograron acceder a estudios superiores. La mayoría a la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno (alrededor de 17.000) y los otros a alguna de las 28 universidades privadas que tienen presencia en Santa Cruz. O sea, en promedio, solo cuatro de cada diez bachilleres logra seguir una carrera universitaria.
¿Qué pasa con los más de treinta mil jóvenes que quedan al margen de la universidad, qué opciones de estudios o de aprendizajes especiales tienen para asegurarse un buen o mejor futuro? Esto sin contar lo que sucede con los que sí logran entrar a la universidad, muchos de ellos atorados a media carrera, cuando no abandonando la misma o al menos postergándola. Solo comparando algunos datos es fácil deducir que este es también otro tema preocupante.
En 2020, 7.907 estudiantes lograron completar sus carreras profesionales: 5.382 en la Uagrm y 2.525 en el conjunto de las universidades privadas. Un dato que contrasta no solo con las cifras de los poco más de 20.000 que inician cada año sus estudios, sino sobre todo al hacer la relación entre los que logran egresar de la universidad pública, versus los que lo hacen en las privadas. Queda evidente el rezago que hay entre los profesionales que titula cada año la Uagrm, versus los que titulan las privadas. ¿Cuáles las razones para esa diferencia? ¿Qué señales da el dato, tanto hacia el interior como el exterior de la U?
Son cifras que nos muestran la realidad que vive apenas un segmento de esa maravillosa población joven que tiene Santa Cruz, que representa no solo su vitalidad en el presente, sino su potencial de desarrollo en el futuro inmediato. Un segmento cuyas necesidades no están siendo contempladas y menos atendidas como corresponde por los diferentes niveles de gobierno y por las instituciones educativas en particular, aunque es cada vez más bombardeado por promesas y discursos que lo halagan, pero no lo atienden.
Un sector de la población al que sí urge darle atención prioritaria, con urgencia, pensando no solo en los bachilleres o los universitarios, sino también ampliando la mirada para incluir en el análisis y definición de políticas claras a ese poco más de un millón y medio de niños, niñas y adolescentes que constituyen la población escolar en Santa Cruz, según datos oficiales del Ministerio de Educación, para la gestión 2022. Que este septiembre, mes de fiesta y promesas en Santa Cruz, sirva de pretexto para volcar la mirada no al futuro, sino al presente más joven del departamento.