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SAYURI LOZA
Ha sido la frase de moda durante agosto en redes sociales y por tanto en la vida real (que cada vez es más difícil distinguir entre una y otra cosa). En el pasado, las referencias de cultura pop se tomaban de la TV, en mis tiempos frases de los Simpsons “a la grande le puse Cuca”, “plan dental, Lisa necesita frenos” o de las películas “hasta la vista, baby” (Terminator) o “al infinito y más allá” (Toy Story).
Los que se sientan más cultos dirán “a mí me vienen a la mente frases de novelas, como El Quijote”, y seguro que sí, pero el objetivo de este texto no es hacer un test de erudición, sino hacer notar que actualmente quienes definen lo que vamos a repetir, recordar y algún día añorar, son las redes sociales.
De ahí que “naaa que veeer”, “no es que te ralles así” y ahora “salto tigre, ¿sabes?” hayan sonado en la cabeza de miles de internautas que se conectan ya desde sus móviles, ya desde computadoras estacionarias y otros dispositivos. Aunque el CENSO todavía no ha tenido lugar, se sabe que el internet ha penetrado al 66% de la población boliviana y eso ha cambiado muchas cosas.
Hace menos de veinte años, la gente se reunía alrededor del televisor para ver la telenovela, el programa enlatado favorito y almorzar viendo el noticiero. Poco a poco la tendencia ha ido cambiando y ahora, gran parte de la población cuando se le pregunta si mira tele, responde que “sólo para ver las noticias” ó “sí, para ver partidos de fútbol”. La tele se ha visto desplazada y modificada para las redes.
Es curioso cómo hay resúmenes de películas en cinco minutos, fragmentos de programas exitosos como “alerta aeropuerto”, noticias de canales de televisión cortadas para no durar mucho para verlas cuando uno quiera o pueda. Todo esto nos demuestra que la capacidad de atención de muchos, se está reduciendo; de ahí que pocos puedan terminar libros de más de cien páginas, por eso han surgido movimientos anti redes que afirman que ellas nos vuelven tontos.
No sé si tengan razón, no es mi especialidad, pero como historiadora, no es la primera vez que veo la satanización de la tecnología. Tan sólo el pasado siglo, había muchas voces que acusaban a la televisión de desórdenes en la conducta de los jóvenes y alertaban a los padres sobre la adicción a este medio de comunicación; estos chicos eran llamados “teleadictos” y efectivamente, muchos padres de los 90s tuvieron que negociar el tiempo frente a la pantalla con sus hijos.
Y aunque también se la acusó de provocar ceguera, la pantalla chica se volvió parte de la familia y lo que allí veíamos se comentaba en el trabajo, en casa, en clases y en todas partes. ¡Cómo olvidar cuando nadie se perdía las telenovelas de Thalía o la marcha por el horario de transmisión de Los Simpsons! Yendo más allá, la cadena de televidentes que tuvo el famoso “Operación Fama”, más tarde con “Calle 7” y los entusiastas de “Master Chef”.
Todo tiene un ciclo y ahora las cosas son distintas. En sus inicios las redes usaban contenido televisivo para crecer, hoy los canales replican contenido de las redes o incluso actividades como los “experimentos sociales” de Tiktokers famosos. Ya nadie le teme a la adicción a la tele pero todos nos hemos dado cuenta que nuestro uso del celular se ha incrementado con respecto a hace una década, y mucho más desde la pandemia, donde surgieron las clases online y ahora existen doctorados y maestrías online en todo el mundo. Así pues, el mundo ha cambiado, aunque no tanto.
No tanto porque en resumidas cuentas, los intereses son los mismos: la política, el fútbol, el chisme que se grabó en una cabina del teleférico o incluso la intimidad de los famosos; los medios tradicionales juegan las mismas reglas que los “creadores de contenido” a la hora de publicar pues saben lo que vende y lo que genera reacciones. De igual modo, aunque aparenten ser libres y democráticas, las redes tienen un filtro y un control sutil pero preocupante.
Pero vamos, que la TV todavía no muere. Los bolivianos nos resistimos a la implementación de lo que en economía se conoce como “destrucción creativa” es decir, el proceso por el cual una innovación cambia el modelo de negocio predominante en una industria. Por ejemplo la construcción de un puente en el estrecho de Tiquina, eliminaría el uso de botes para el cruce de automóviles.
Como he dicho, siempre hay alguien que se resiste, pero con las redes sociales, en especial TikTok, es imposible hacerlo porque la gente ahora dice “lo vi en TikTok” y no “lo vi en la tele” como antes. ¿Qué se hará entonces? ¿Qué harán los canales? Los menos innovadores se aferrarán a sus noticieros y los subirán a las redes, los más arriesgados usarán el prestigio acumulado en los años de los medios para establecer su propia destrucción creativa que les permitirá dar el salto de permanencia. Algunos sobrevivirán, otros no.
¿Se dan cuenta de cómo, las revoluciones tecnológicas son a menudo más drásticas y capaces de cambiar la vida de los humanos que las revoluciones políticas?