SAYURI LOZA

Una de las razones por la que los europeos se sienten tan parte de Roma, a pesar de que el imperio conquistó con tanta violencia como cualquier imperio en conquista, es que tras la guerra de los socii en el siglo I a.c., Roma se vio obligada a reconocer paulatinamente la ciudadanía de los habitantes de los territorios conquistados.

Para Roma, la adhesión e identificación de los habitantes con el imperio era vital, integró egipcios, griegos, íberos, árabes, judíos y más, otorgándoles la ciudadanía no como un concepto étnico o religioso, sino como estatus jurídico. Constantino más adelante se valdría del cristianismo y ya no de la ciudadanía para generar dicha adhesión.

Aunque al inicio existían tres jerarquías de personas: ciudadanos, aliados y sometidos, para el año 212, la totalidad de los habitantes del imperio eran considerados ciudadanos, sin distinguir entre conquistadores y conquistados, gozando todos de las garantías jurídicas y posibilidades de promoción que ofrecía el imperio.

En otras palabras, un ciudadano nacido en Hispania, en Egipto o en Siria, podía convertirse en emperador sin problemas, algo que por ejemplo en el imperio español o británico no habría pasado, un originario aymara no podía convertirse en Rey de España, así como tampoco un originario de la India podía haber sido rey de Inglaterra.

Y es que en nuestro territorio, ni antes ni después de la colonia hubo intentos reales y efectivos de igualar jurídicamente a la población. En la época prehispánica, tanto el imperio Tiwanakota como el incaico establecían jerarquías donde unos tenían más derechos que otros.

La llegada de los españoles no cambió en nada la figura y por el contrario, hizo más complejas las relaciones jerárquicas basadas en cuestiones étnicas: peninsulares, mestizos, indios, negros, etc. con una movilidad social poco flexible.

Los promotores de la independencia prometieron la igualdad basada en los principios de la Revolución Francesa; sin embargo, tan pronto se hubo fundado la República, decidieron darle la ciudadanía sólo al 30% de los habitantes, quedando excluidos los indígenas, no por serlo, sino porque su condición no permitía que cumplieran con los requisitos para ser ciudadanos.

En 1826, un diputado se refería de este modo al asunto de la ciudadanía “por ella extinguiría además el principio motor de la prosperidad pública que es el amor a la patria, pues que los indígenas no podrían amar a una patria que los desconoce”.

1952 significó el esfuerzo más cercano a la efectividad; la idea nacionalista de crear un Estado hegemonizante, una nacionalidad Boliviana, trató de impulsarse, pero falló porque se ejecutó desde un punto de vista vertical, donde el paradigma de ciudadano Boliviano era el que se hallaba más influido por la modernidad occidental, soslayando las identidades y las culturas originarias.

Es por eso que medio siglo después, con el advenimiento del MAS, aquella población históricamente ignorada, se sintió poderosamente identificada con las políticas de Estado que se intentaba desarrollar. La Constitución de 2009 que finalmente reconocía la plurinacionalidad pareció ser por fin, el elemento que garantizaría la igualdad de derechos y deberes de los bolivianos, cualesquiera que fueran su identificación étnica, el territorio del que vinieran o la lengua que hablaran.

Sin embargo, la igualación jurídica nunca se cumplió, y la idea de la plurinacionalidad fue usada para la concentración del poder en unos cuantos, que se hacían llamar representantes de las naciones indígenas. Hoy, nadie podría decir que en Bolivia somos iguales, o que nuestra ciudadanía tiene los mismos derechos y obligaciones.

Alienta ver que existen nuevos proyectos, pero inquieta que los más populares tampoco buscan la igualdad jurídica. Por ejemplo, los teóricos del nacionalismo aymara que promueven el retorno al Kollasuyo, proponen que quienes no soy indígenas, podrían quedarse en Bolivia, pero tendrían que pertenecer a otra categoría, es decir serían ciudadanos de segunda clase, con menos derechos.

Surge ahí la pregunta ¿Lograremos la igualación o repetiremos ciclos donde los segregados de ayer serán los segregadores del mañana?

SAYURI LOZA 

Historiadora, políglota, artesana, diseñadora y bailarina.

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.