MÓNICA OLMOS
De qué sueño hermoso habré despertado que cuando lo hice casi lloro. En qué burbuja magnífica habré navegado que cuando ésta se pinchó, yo también me pinché… Y me cuestioné y cuestioné. Y me sentí caer de ahí arriba donde todos soñábamos, ideábamos, diseñábamos, y deseábamos un mundo mejor.
48 horas de buenas intenciones y algunas realidades con esfuerzo ejecutadas me habían convencido de que lo que hacíamos –o tratábamos de hacer– era posible, y era lo mejor para todos, Finalmente hablábamos y consumíamos educación, su presente y su futuro; cómo ésta nos puede dejar ser mejores, más humanos, más solidarios, más tolerantes, pero también más precavidos, intuitivos y proactivos.
La mayoría éramos académicos, gente en extremo estratosférica a la que le cuesta aterrizar; pero también había tecnólogos, ingenieros duros, a veces no tanto, pero siempre brutalmente pragmáticos, concretos, en definitiva, el equilibrio de los primeros. Estaban también los empresarios e inversionistas, aquellos que la tienen clara y que ven lo que los académicos no vemos, aunque volviéramos a nacer siendo lo mismo. Y estaban los que escriben o inventan las políticas públicas; sí, estaban y parecían felices. Un conjunto variopinto hablando en español de Castilla, de Querétaro, de Lima, de un lugar que no recuerdo de Colombia, de Santiago; se habló en portuñol y en el español de Cochabamba, La Paz, quizá Oruro también, quien sabe de Potosí, del Beni y claro, ese español cortao y fresco de Santa Cruz, sede del encuentro.
Lo que hay que observar de este tema:
1. Educación universitaria hacia el 2030.
La educación en general, pero de manera concreta la universitaria, en gran parte del mundo, ha comprendido durante los últimos tiempos que para sobrevivir debe transformarse. Los fenómenos de la realidad convertidos en texto inmediato y corto, y la dinámica laboral también transformada por la Era digital, no le permiten a la Universidad continuar haciendo las cosas como las ha hecho siempre y hasta ahora. La Universidad está obligada a acortar sus tiempos, a agilizar sus procesos, a actualizar sus contenidos, a dinamizar sus métodos, a flexibilizar sus opciones de formación y a enterrar sus burocracias: Las Instituciones de Educación Superior deben cambiar casi todo lo que hacen y ofrecen porque resulta que están siendo alcanzadas por alternativas que comienzan a ser exitosas, propuestas diseñadas por jóvenes de 25 años en cuyas cabezas está la visión del startup, de aquel curso rápido, útil en su totalidad y accesible por definición. Así, la hibridez, la vinculación con la realidad y la mentoría es lo mínimo que deben comenzar a incorporar en su propuesta académica.
2. Educación universitaria y mercado laboral.
La Universidad ya no puede seguir pretendiendo que lo sabe todo y que, por tanto, lo enseña todo, no. Ya no es el conjunto de profesores que redactan unos objetivos de aprendizaje ni unos pedagogos que diseñan un currículo simulando que empatizan con el mundo y sus necesidades. Las evaluaciones y los sistemas de calidad ya no evalúan procesos administrativo académicos, y la investigación debe dejar de ser un lujo de una élite de privilegiados. El título universitario ya no es más ese cartón que las mamás solemos atesorar colgándolo en la sala o que mandamos a enmarcar para que el hijo lo luzca en su oficina o consultorio. Hoy ya no se escriben ni seleccionan contenidos organizados en materias; y lo que se evalúan son resultados, producto, impactos, es decir, desempeños concretos; la investigación busca transversalizarse en la experiencia educativa, y los papers publicados en revistas científicas solo afanan a profesores de profesión y a Rectores…el mundo laboral, la realidad donde el profesional se gana la vida, se compra la casa, el coche y se financia las vacaciones, no se hace desde esas visiones pesadas, burocráticas, protocolares y excluyentes. El mundo del trabajo no tiene tiempo ni paciencia, quiere propuestas rápidas, y ha aprendido a valorar las ideas, la adaptabilidad, el trabajo en equipo (tolerante y respetuoso), y la creatividad más que la memoria y las buenas notas.
3. El entorno educativo universitario.
Hoy las Universidades no acaban por comprender que el dictado de clases no va más, que el profesor que transmite conocimientos tampoco va más. Los campus universitarios han estado cerrados dos años y hoy el retorno ya no puede ser a esas mismas aulas donde se va a escuchar a alguien que habla desde su experiencia teórica o que lee un power point. Las aulas deben ser espacios para la vida, para la experiencia, para el ensayo, para la convivencia, el descubrimiento, la simulación, el laboratorio, el baile, la probeta, los esqueletos, los ensayos, las prácticas, los motores, las máquinas…Para el dictado, la charla, la clase magistral bien están los dormitorios, las salas, y las cocinas donde los estudiantes han “aprendido” en tiempos de pandemia. Los campus universitarios están llamados a transformarse en entornos educativos tecnologizados, sociales y creativos donde se desarrolle una educación para la experiencia.
4. El propósito de la educación universitaria.
La Universidad debe comprender que su responsabilidad social excede el tiempo lectivo, es decir, los semestres que acoge al estudiante y le da una formación profesional. La universidad de hoy se debe plantear un reto mayor que es garantizar que su graduado se inserte en el mundo laboral. Para eso, la Institución Educativa Universitaria debe abrir sus puertas y vincularse con todos: gobiernos, empresas, comunidad; sus diseños curriculares deben provocar una inserción para la práctica laboral temprana y no el último semestre o año; su enseñanza debe ser actualizada en teoría, potente en la práctica e impecable en la ética y moral.
5. Una educación para la educación.
Y no quiero dejar de reflexionar sobre la necesidad de promover una educación universitaria que garantice que el profesional domine lo básico, lo elemental: A comunicarse (hablar, escribir, comprender, escuchar, sentir); a convivir (tolerar, colaborar, aportar, respetar, ayudar, amar); a respetar el entorno natural, y a ser honesto donde la cero tolerancia al engaño y corrupción sea una de las leyes de la construcción de comunidad.
48 horas hemos vivido en la burbuja que creamos junto a Unifranz y Virtual Educa y quienes estuvimos navegando allí nos negamos a pincharla porque somos unos convencidos de que la educación es lo único que hará posible que seamos mejores y que vivamos mejor todos.
MÓNICA PATRICIA OLMOS CAMPOS
Comunicadora Social y Doctora en Ciencias de la Educación
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.