SAYURI LOZA
Aunque la Revolución Nacional logró que los sectores populares accedieran al ejercicio del poder, tras doce años de gobierno, el desgaste natural y la ceguera del MNR ante las demandas sociales, hizo cuestionarse a estos sectores si valía la pena seguir subordinados al partido.
Así, en agosto de 1964 asumió por tercera vez la presidencia Víctor Paz, tras una controversial reforma constitucional para cambiar la re elección por más de una vez que le permitió participar de nueva cuenta en los comicios. Se llevó como vicepresidente a un militar cochabambino muy popular: René Barrientos Ortuño.
Empero la situación era compleja, conflictos con el sector minero desde 1962 y divisiones internas dejaban ver una fragilidad no registrada antes en el MNR; Barrientos aprovechó la situación y en noviembre tumbó a Paz Estenssoro, dando inicio al periodo de las dictaduras militares en Bolivia.
El nuevo presidente reprimió gravemente a los mineros, eliminando así el conflicto y apeló a su carácter popular y a su capacidad de hablar quechua para establecer pactos con el sector campesino generando un fenómeno no visto en la Latinoamérica de la época: el pacto militar-campesino, lo que dio estabilidad a su gobierno.
Para todo esto, Barrientos era el hombre ideal: nacionalista desde el 52, legítimo representante de la revolución (tras el golpe prometió volver a la gloria de abril), militar alumno de la Doctrina de Seguridad Nacional por lo que contaba con el apoyo de Estados Unidos, vital para los gobiernos latinoamericanos de la época, y populista nato, cercano a los sectores populares.
El talento de Barrientos le permitió granjearse una estabilidad con la que el MNR como partido ya no contaba, logró asegurar la lealtad de sectores sociales descontentos, con prebendas y promesas de cambio y se aseguró el apoyo norteamericano persiguiendo al comunismo.
El golpe de Barrientos, fue el primer quiebre dentro del MNR y no puedo evitar pensar en el quiebre del otro gran partido de nuestra historia: el MAS, a quien le ha tomado algo más de tiempo verse dividido como lo está hoy.
El gobierno de Arce, cercado en sus dos años por organizaciones sociales otrora incondicionales al partido, presionado por la fuerza de Santa Cruz que busca el protagonismo político que se le ha negado en décadas y minado por la división entre evistas y reformistas, se parece mucho al gobierno de Paz del 64.
Claro que la suerte de Arce es que no hay una figura como Barrientos ni dentro de su partido ni en la oposición, ni siquiera la desgastada imagen de Evo Morales lo puede tumbar. Si fuera buen político, Arce forjaría alianzas a lo Barrientos, con los sectores descontentos e incluso con los disidentes, el censo y su fecha le habrían ganado simpatías en el oriente de haber sabido manejarlo.
Pero la desgracia de nuestro presidente, es que él tampoco es como Barrientos, no es muy cercano al pueblo y al exterior, es incapaz de forjar alianzas con gobiernos “amigos” del continente; poco le queda a Arce y su equipo para evitar la hecatombe.
Y no, no deberíamos alegrarnos. Ya hemos dicho que el 64 la debilidad del gobierno del MNR provocó la incursión de las Fuerzas Armadas en el poder; ahora y aunque el gobierno así lo crea, no hay peligro de golpe en el país, pero sí la incertidumbre de la falta de líderes que puedan aspirar a representar al país.
¿Qué pasa si Arce renuncia como Mesa, cansado de gobernar lo ingobernable? ¿Está Choquehuanca a la altura para administrar este Estado caótico, o está más concentrado en sus teorías conspiracionistas? Está bien soñar y conectarse con lo espiritual, pero para dirigir un país necesitas tener los pies sobre la tierra (al menos uno).
Pensar en la oposición tampoco alienta: liderazgos locales desgastados, aspirantes a líderes que hacen campaña para ser la revelación de 2025 pero no dan la talla, disidentes con sueños de grandeza, viejos líderes ya derrotados por sus propias contradicciones… hay un vacío en la política boliviana, y se siente.
SAYURI LOZA
Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21