Recuperemos la desconfianza en el Estado

AMÍLCAR ALCALÁ

Hace algunos años, el boliviano perdió la desconfianza. No me refiero a un comportamiento viciado que impide la interacción social, sino a ese filtro que aplicaban nuestros conciudadanos al escuchar un discurso político. Importaba no solo quiénes tenían palestra, una sigla política y la cobertura de los medios para representar a los disconformes opositores o a los autocríticos oficialistas con miras a una elección partidaria. Más aún, importaban las motivaciones de quienes aparecían en el campo político. Las preguntas que usualmente la gente se hacía en temporada de elecciones eran: ¿Qué tiene este político para ofrecerme? ¿Qué va a ganar él? ¿Me conviene? ¿A quién representa? ¿De dónde ha salido?

El sentido común hacía que, sin saberlo, la mayoría de la población coincidiera con el axioma principal del Public Choice, conocido hoy en día como la “economía sin romance”. Este término alude a la inocente concepción de un funcionario de gobierno que persigue el bien común al margen de sus intereses personales (Ravier, 2018, p. 111). En otras palabras, se trataba de la desconfianza ante el proceder de la decadente representación política. Pero esa actitud recelosa hacia el gobierno se ha perdido por diversos factores, entre ellos, el hastío y la indiferencia, o se ha intercambiado en algunos sectores por favores clientelares.

Hoy, como resultado del excesivo poder del gobierno, sin instituciones que lo limiten, nos ha alcanzado la crisis. No importa cuán rápido quieras escapar, siempre te va a alcanzar para frenar cualquiera de tus aspiraciones como individuo que persigue la felicidad. La mayoría de la población queda impotente al ver que la decadente situación económica no le permite avanzar. Resulta lógico que, al buscar explicaciones ante una situación que excede al ciudadano común, este empiece a atender aquella temática que al principio le era irrelevante porque aparentemente todo marchaba bien: la política.

La opinión pública se debate entre si podemos oficialmente declararnos en crisis o si tenemos todavía unos “mesesitos”, cuando se ha hecho más que evidente que los insumos básicos de la canasta familiar se encarecen y escasean debido a la inexistencia de dólares, lo cual ha impactado en el abastecimiento para la producción y la importación. Empresas como “La Francesa” y otros supermercados quiebran (aunque nadie lo sabe) y otros tantos están dispuestos a vender para escapar de la inseguridad jurídica, la opresión fiscal y la descontrolada emisión monetaria en bolivianos que los está asfixiando.

La desconfianza en los políticos debió ser la regla para evitar esta situación, enfocándonos principalmente en vigilar al Estado. Como producto de la mala gestión gubernamental de un Estado intervencionista y socialista, nos hemos sumergido en una crisis económica con un récord de más de 12 años de déficit fiscal. La acción humana trasciende el campo económico y, tal como señala Montesquieu, la ausencia de división o separación de poderes entre el legislativo y el ejecutivo nos ha sometido a un “totalitarismo invertido” (Wolin, 2008). En Bolivia, el sistema político es impulsado por poderes totalizadores abstractos que operan en el ámbito judicial bajo el realismo jurídico, una doctrina filosófica en la que el juez es el protagonista por encima de la norma. Esto permite una amplia discrecionalidad y la potestad de privar la libertad a los individuos, avasallando el respeto por la dignidad humana, imprimiendo terror en la sociedad, pero paradójicamente con un discurso enmarcado en la lucha por mantener el derecho, proteger la democracia, el orden social y los derechos humanos.

En este punto, la ansiedad colectiva ya podría invadirnos al encontrar más de una coincidencia con el inicio de la crisis económica en Venezuela. Javier Corrales, profesor de ciencias políticas, al analizar la crisis de Venezuela, que define como “tal vez la más estrepitosa del mundo”, nos invita a pensar en la sigla IRREAL: Inflación, Recesión, Restricción de divisas, Escasez de productos de consumo, Atropello de la ley. Esto nos ayuda a entender las condiciones que propiciaron la debacle económica del país con las mayores reservas petrolíferas del mundo. Al comparar nuestra situación política, económica y social con la planificación centralizada del gobierno de izquierda venezolano, saltan todas las alarmas por los grandes parecidos. Estos paralelismos nos sirven para analizar las alternativas que tenemos para recuperar nuestras libertades individuales y la institucionalidad gubernamental.

Propongo tres acciones que podemos aplicar día a día mientras sufrimos esta crisis, con el objetivo de prepararnos para las próximas elecciones y aplacar la angustia de la desesperanza y el miedo: (1) Despreciar el socialismo; (2) Procurar una democracia de alta calidad; y (3) Buscar permanentemente la verdad.

  1. Despreciar el socialismo

Apelo a un acto de sentido común ante una doctrina político-filosófica que requiere un esfuerzo sobrehumano y antinatural de los gobernados, y en contrapartida, el acomodo social de la élite socialista, que acumula riqueza ilegítima a costa del empobrecimiento de la mayoría. Se citan a menudo países como la Alemania Nazi, la Unión Soviética, Corea del Norte, Camboya, Cuba, China, etc., para referirse al peligro de los gobiernos socialistas, donde la ideología de Marx ha sido culpable de más de 100 millones de muertes en los últimos 100 años (Courtois, 1997). Sin embargo, bajo la actualidad que nos ha tocado vivir como bolivianos, solo voy a pedirte que revises los tantos acontecimientos de los últimos 18 años. Seguramente te vendrán a la mente una mala noticia tras otra, y como consecuencia, una denuncia y protesta tras otra, además del abuso de poder al que hemos sido sometidos. Una vez revises el prontuario socialista dentro de nuestras fronteras, coincidirás con el académico y autor Alberto Benegas Lynch, cuando menciona en su libro “Nada es Gratis” que “los socialismos en cualquiera de sus variantes significan quitar en mayor o menor medida la libertad de las personas por parte del monopolio de la fuerza”.

Y si te viene a la mente ese encaprichamiento ideológico, propio de la mentalidad anticapitalista, que quiere rescatar algo positivo del socialismo, permítanme traer a colación una no tan conocida cita de Ludwig Von Mises, donde hace notar la imposibilidad del pensamiento de cooperación social sin el rol del liberalismo en la historia: “Se comprende fácilmente porqué el pensamiento socialista no podía haber existido antes que la propiedad privada de los medios de producción hubiese revestido el carácter que le corresponde en la sociedad que se funda en la división del trabajo. Para que la idea de una propiedad común de los medios de producción pudiera afirmarse, era necesario primero que la interconexión en la sociedad de economías aisladas hubiese alcanzado el grado en que la producción para las necesidades ajenas se convierte en regla. El conjunto de ideas socialistas no podía alcanzar una claridad perfecta sino después de que la filosofía social del liberalismo hubiese puesto al descubierto el elemento esencial de la producción social. Sólo en este sentido es posible designar al socialismo como resultado del liberalismo”.

  1. Procurar una democracia de alta calidad

Es necesario partir de una desalentadora línea de base proporcionada por diferentes indicadores que definen la calidad de la democracia. Citaremos los Worldwide Governance Indicators (WGI), que reflejan el desempeño institucional de cada país. Entre estos indicadores, la dimensión de gobernabilidad que corresponde a Bolivia en cuanto a voz y rendición de cuentas, capta la percepción de medida en que los ciudadanos bolivianos son capaces de participar en la selección de su gobierno, así como la libertad de expresión, la libertad de asociación y los medios de comunicación libres. Se identifican tres periodos: el primero, denominado ex ante bonanza (1990-2005), donde inicialmente se identifica un pico de 2 a 3 puntos que representan libertad de expresión, libertad de asociación y libertad de prensa. Al finalizar entre 2003 y 2005, existe una caída del indicador por debajo de cero debido a la alta conflictividad y crisis de este periodo. En el segundo periodo de bonanza, la caída del indicador continúa por debajo de cero, reflejando que en la percepción de la gente existen problemas y limitaciones en el ejercicio democrático de esta dimensión. Por último, en la post bonanza, la percepción de cómo los ciudadanos participan en la elección de sus autoridades también brinda elementos de merma institucional, especialmente en las repetidas elecciones nacionales y subnacionales, del órgano judicial y de otras autoridades como el defensor del pueblo. Así mismo, es cuestionable la independencia de poderes del Estado. Un ejemplo de ello es la continuidad del presidente del Estado por parte de la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Constitucional, quienes dieron paso a una reelección por encima de un referendo soberano y vinculante, incluso por sobre la Constitución Política del Estado.

El informe de la Fundación Konrad Adenauer también señala en un análisis histórico de la democracia boliviana, que en el año 2019, en las elecciones del 20 de octubre, se produjo un apagón en el sistema de Transmisión de Resultados Preliminares (TREP) al 85%, que indicaba una segunda vuelta entre Evo Morales y Carlos Mesa. 23 horas después, el sistema se restableció, dando a Morales la victoria en primera vuelta. Al darse los resultados electorales, estalló una crisis política en todo el país entre simpatizantes del gobierno y detractores, organizaciones y colectivos en contra de la reelección, argumentando fraude electoral. El gobierno llamó a una misión de la Organización de Estados Americanos (OEA) para verificar los resultados de los comicios. El informe preliminar de la misión de la OEA identificó irregularidades en las elecciones, lo que llevó a la renuncia del presidente, vicepresidente y de quienes se encontraban en la línea de sucesión constitucional.

Vivimos entonces en una “democracia híbrida o defectuosa” de acuerdo al índice de Economist Intelligence Unit. Quienes habitamos en este país conocemos las constantes observancias a la Ley 421, que vienen acompañadas de una constante petición de saneamiento del padrón electoral. Procurar una democracia de alta calidad a través de agrupaciones políticas, representantes camarales, organizaciones independientes y comités debiera ser la gran preocupación de nuestra sociedad. Debemos acompañar la presentación de una verdadera fórmula política que haga frente al estatismo de izquierda que ha propiciado la desinstitucionalización en Bolivia.

  1. Buscar permanentemente la verdad

Como la gran mayoría que posee un conocimiento pragmático de la economía, podemos advertir que el desarrollo económico requiere de paz, derecho y orden. En contraste, la glotonería y la ociosidad de una cultura que consume más de lo que produce y que, pudiendo ser rica, se endeuda, son factores desestabilizadores. Como menciona Vishal Mangalwadi, “tales personas afirman que es mejor esperar a que otros produzcan para que ellos puedan consumir más de lo que producen”. Vishal, autor del “Libro que dio Forma al Mundo”, nos recuerda las enseñanzas de Epiménides (famoso poeta griego que vivió seis siglos antes de Cristo) que Pablo recordó a Tito en las epístolas Paulinas del Nuevo Testamento, donde hablando de una cultura perdida menciona: “Los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos” (Tito 1:12). Esto último significa que en esa cultura uno podía estar seguro de la traición y que además no había lugar para las verdades trascendentes que hacen a una sociedad civilizada. ¿Cuánto ha ingresado la mentira a Bolivia para que un líder de gobierno opte por hacer legal lo inconstitucional bajo la consigna de “métele nomás” y luego no rinda cuentas ante la ley? Bajo esa lógica que se ha normalizado en nuestro país, ¿qué le impide a un joyero vender un alambre de cobre como si fuera un collar de oro? ¿O por qué un centro educativo no puede vender un trozo de papel como si fuera un diploma obtenido en ese centro o escuela?

Es indispensable partir desde la vida de cada individuo y de la célula familiar más pequeña en la búsqueda y práctica de la verdad para sostener una civilización libre. Permítanme, en la última sección de este artículo, dirigirme a quienes tienen de Señor a Jesucristo, para exhortarles a ser enfáticos en la búsqueda de la verdad. Un buscador de la verdad necesita una comunidad que le ayude a crecer en entendimiento y a reajustar su mente, vida, familia y cultura para “sintonizar” con la verdad. Pablo fue el mayor revolucionario europeo porque, junto con sus asociados, estableció comunidades que buscaron y adoraron al Dios “que nunca miente”, cuya verdad es fidedigna. Quiero terminar con una cita del autor en quien he basado mi exposición en esta última sección del artículo, que resume cabalmente la importancia de la búsqueda de la verdad: “Las culturas moralmente envilecidas tienden a ser controladas por unos pocos ricos. Sus riquezas proceden del poder, la extorsión y la guerra, no del trabajo diligente y honesto. La facilidad para hacer negocios se encuentra siempre a nivel muy bajo en una cultura de corrupción”.

En conclusión, es esencial recuperar la desconfianza en el Estado, no como una barrera para la convivencia social, sino como un mecanismo de vigilancia y control sobre quienes detentan el poder. Despreciar el socialismo, procurar una democracia de alta calidad y buscar permanentemente la verdad son acciones que podemos implementar para avanzar hacia una sociedad más libre y justa. Solo así podremos aspirar a un futuro donde el gobierno verdaderamente represente y sirva al pueblo, garantizando el bienestar y la prosperidad de todos los ciudadanos.

AMÍLCAR RONALD ALCALÁ ALCALÁ
Ingeniero en Petroleo Gas y Energías con formación académica en Gestión de Gobierno, Políticas Públicas, Proyectos y Comercio Exterior.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21