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ERICK FAJARDO
A una semana del subrepticio bombardeo de sentencias sobre líneas enemigas, lanzado por el casi extinto Tribunal Constitucional Plurinacional, esa oposición bizarra – que entre necesidad y negación mutua conforman CC, Creemos y el evismo – reveló carecer de visión periférica, percepción de profundidad o capacidad de reacción a un ataque sorpresa. Aun trataban de ver de qué árbol salía el humo cuando todo el bosque ardía bajo la lluvia de artillería del gobierno.
Mientras el trópico cocalero intentaba recomponerse del primer torpedo, un segundo proyectil golpeaba bajo la línea de flotación de la descabezada gobernación cruceña y un tercero impactaba en la capacidad del Presidente del Senado de asumir decisiones. A la sentencia de inhabilitación para candidatear a Evo Morales le sucedió otra que instruye al vicegobernador Aguilera asumir la gobernación de Santa Cruz y casi en simultaneo notificaron al presidente de Senadores Andrónico Rodríguez con el auto de suspensión de sus competencias.
Pero el bombardeo no se limitó a los frentes críticos. En Cochabamba el rector evista fue notificado con otro fallo que anulaba un Congreso Institucional con que habilitó dos centenas de docentes para reelegirse y mantener en la UMSS los cuarteles de la avanzada cocalera.
Y mientras Mesa gritaba “dictadura”, Evo reclutaba “constitucionalistas” y Rodríguez Veltzé vaticinaba en obviedad la “nulidad de futuras actuaciones del TCP”, ya el gobierno se había movido seis grados sobre el mapa, imponiendo una nueva cartografía sobre la que se instalarán pronto, ya sea el conflicto final o las capitulaciones.
Para Evo y las débiles elites políticas regionales en La Paz y Santa Cruz es el segundo batazo al aire. Ya en 2022 subestimaron a Arce cuando el Censo y, mientras lo daban por agónico, un operativo militar sin precedente abdujo al gobernador cruceño en plena capital del cabildo.
Esta vez subvaloraron la capacidad del Órgano Ejecutivo y el Guardián Constitucional, que la suigéneris oposición asumía estaban debilitados por la prórroga de mandato, de un acto de guerra total en el que el gobierno de Arce no vio un riesgo sino la oportunidad de enviar un segundo mensaje de fuerza; uno igual de resonante como fue capturar y encadenar a Luis Fernando Camacho a una roca en el altiplano a que la rapaz indiferencia devorara su memoria.
Olvidaron una ineludible premisa de análisis de la coyuntura boliviana: No existiendo ni oposición real ni efectiva separación de poderes; la única disputa política se da dentro del gobernante MAS, ergo, la ilegitimidad social del gobierno, sin correlato en la interna masista, jamás impacta tanto como los mensajes de fuerza al interior del tribal instrumento político cuya sigla Arce le disputa a Evo.
Consideraciones morales de lado, desde la perspectiva de la anticipación de escenarios, el ardid del golpe constitucional es un ataque virtuoso; un avance imprevisible y letal sobre territorio enemigo de un ejército que, en la recurrentemente equivocada lectura de su singular oposición, es débil y sólo podía optar por el repliegue.
En alarmante paralelo al ataque a Israel, tanto el secuestro de Camacho como la ofensiva simultanea desde el TCP fueron puestos en moción en medio del desarme espiritual de los ritos de fin de año. Camacho cayó en 2022 en Santos Inocentes y el ataque-racimo del Constitucional se dio en víspera de Nochevieja.
Moraleja: Pensar como hegemonía te hace predecible pero ser gobierno no te obliga a actuar como hegemonía.
El caudillismo es una hipérbole especular que obliga a imaginar pequeño y deficitario al rival desdeñando la verificación empírica y te empuja a creer que tienes la prerrogativa de iniciar la ofensiva. Evo imagina que Arce es rehén del mito del supraestado cocalero, mientras que al insolente Arce ya sólo le resta una afrenta a ese mito: extraditar a Evo.