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Marco Antonio Pumari cumplió siete meses encerrado. Desde diciembre de 2021 hasta febrero de este año estuvo en la prisión San Miguel de Uncía y llegó a la cárcel de Cantumarca el 15 de febrero donde permanece hasta hoy. En el penal de Potosí recibe a Página Siete y hace un recuento inédito de su encierro. Relata, por ejemplo, cómo fue detenido y en qué está el proceso que se le sigue. “Soy un preso político”, dice.
Está recluido en el pabellón F, de Cantumarca. En esta sección hay aproximadamente 30 internos, que se encuentran alejados del resto de la población carcelaria. El patio de este sector mide casi un cuarto de la superficie de una cancha de fulbito, al medio hay una lavandería y en la pared frontal cinco privados de libertad aprovechan los rayos del sol que les llegan al pecho y al rostro, a las nueve de la mañana del jueves 14 de julio de este año.
“¡Pumari!”, “¡Marco!”, le gritan otros internos y ante el llamdo él aparece con una parca oscura que está encima de una chompa negra; lleva un gorro oscuro con rayas horizontales, calza unos tenis azules que se ven cómodos y camina veloz. Para ilustrar el frío que hace allí, basta decir que el agua del patio alrededor de Cantumarca está escarchada.
Pumari solicita abrir una habitación aparte del resto de los internos del pabellón; es como un salón de visitas arcaico donde únicamente está él y el periodista de Página Siete. Al acceder a la entrevista lo primero que dice es que se trata de un proceso político en su contra porque él, remarca cuatro veces en una hora, no ha cometido ningún delito. Explica que es prisionero político y culpa a Evo Morales por lo ocurrido en Potosí durante los conflictos de 2019.
Antecedentes
Pumari es de los hombres que difícilmente morirán de hambre porque ha trabajado en distintos rubros, desde heladero hasta minero. Sin embargo, su pasión estuvo ligada siempre a la dirigencia. Llegó a la presidencia del Comité Cívico Potosinista (Comcipo) en 2018 y lideró las reivindicaciones regionales.
Denunció que se armó un fraude electoral en las presidenciales de octubre 2019. Entonces en la Villa Imperial las protestas se desbordaron y se quemó el Tribunal Electoral Departamental.
En la gestión de Jeanine Añez se alineó del lado del nuevo Gobierno. El cívico fue candidato a la Vicepresidencia de Bolivia en las elecciones de 2020. Participó con la sigla Creemos con Luis Fernando Camacho, esta agrupación consiguió el 14% de respaldo y ocupó el tercer puesto de la preferencia electoral.
El 9 de diciembre de 2021 un contingente policial llegó a la ciudad de Potosí y capturó al cívico. Fue enviado a Betanzos, luego se le abrió un proceso judicial en Llallagua y de ahí pasó a las celdas de Uncía. Cuando conversó con Página Siete cumplió cuatro meses en Cantumarca.
La noche que le robaron libertad
“Recuerdo que había dado una entrevista por Zoom y estaba por irme a mi casa, salí a la calle y dos personas me jalaron antes de que suba a mi coche. Recuerdo que una de esas personas tenía una máscara de calavera… no eran policías, eran civiles”, dice.
Cuenta que a la fuerza lo metieron a un coche Nissan rojo. Le pusieron una bolsa en la cabeza y el vehículo salió de la ciudad rumbo a un lugar indeterminado.
“Yo protestaba y pedía saber a dónde me llevaban, me decían que estuviera callado. Pero yo conozco la carretera y por los rompemuelles y lo poco que pude ver, me di cuenta de que habiamos llegado a Betanzos”, ciudad ubicada a media hora de la ciudad de Potosí.
A las nueve o nueve y media de la noche lo bajaron del coche y el grupo se dedicó a esperar, presuntamente a otros dos cívicos que hasta ahora están en la clandestinidad.
Durante dos días permaneció incomunicado y luego lo llevaron al norte potosino, a Llallagua, a casi cinco horas de la Villa Imperial. Allá se le anunció que iría en detención preventiva por “delitos electorales”. Lo recluyeron en el penal de San Miguel de Uncía, que está a unos 15 minutos de Llallagua.
“Hasta entonces jamás había entrado a una cárcel. Por un momento pensé ‘me están llevando a matar’”. Recordó que estaba en territorio enemigo, es decir dominado por el Movimiento Al Socialismo (MAS), especialmente en el área rural.
Una imagen se le cruzó por la mente, cuando años atrás mataron a dos presos que estaban capturados y en manos de los efectivos del orden. Efectivamente, en noviembre de 2018 dos jóvenes, de 17 y 19 años, acusados del robo de un vehículo, fueron asesinados a pedradas y luego quemados. La Policía no pudo hacer nada para evitar los decesos. ¿Podía Pumari tener garantizada su vida?
“Nunca he entrado a la cárcel”, repite, después pide permiso para fumar un cigarrillo Máster, y continúa: “Yo voy a sostener hasta último momento que no me siento preso, yo soy un prisionero político”.
Regalo de Navidad
La esposa de Pumari, María Isabel Cussy, recuerda que el día de la detención del cívico él dijo a sus tres hijos que a la jornada siguiente irían a Oruro para hacer compras y a pasear.
Él también recuerda esa promesa incumplida a sus dos hijas –una de 15 y la otra de 11– y a su hijo menor, de siete años. La siguiente vez que pudo ver a su familia completa fue en Uncía; hasta entonces la única persona cercana que logró seguirlo a Betanzos y supo de sus traslados fue su esposa. No es que le informaron, ella tenía que averiguar con su abogado y perseguir a su marido casi a ojos cerrados. Ambos coinciden en que el contacto entre ellos era mínimo, casi nulo.
Sigue: “Cuando me llevaron a Uncía temí por mi vida por no volver a ver a mi familia. Debo agradecer el trato humano de la Policía, incluso al comienzo creo que ellos temían por sus vidas”. Al poco tiempo se fue acostumbrando al sitio. Allá hay carencia de los servicios básicos y casi agradece que lo detuvieron en época de lluvias porque de las canaletas chorreaba el agua que luego usaban los internos.
Es, remarca, la primera vez que se le privó de su libertad en un recinto carcelario y andaba preocupado por sus hijos: “Yo me decía ‘qué les voy a decir a ellos’, la mayor se dio cuenta y la segunda igual, el tercero, pues…”, calla y pisa la colilla del cigarrillo.
En Navidad lo visitaron unos 15 familiares y pasaron con él la Noche Buena. Jugaron Ludo (gracias al tablero y las fichas creadas por internos del penal) y también el juego Uno.
2019
“No siento miedo, lo que tengo es incertidumbre”, explica. Luego vuelve a repetir la frase: “No soy delincuente, soy prisionero político”. Desde fuera se filtran algunas palabras de los internos y sus visitas que empiezan a llegar al penal. Mira en dirección a ellos, como si pudiera atravesar la pared con la vista. “Cuando estaba en Comcipo ayudaba a la gente de la cárcel y ahora ellos son mis compañeros; algunos me saludan con cariño, ‘don Marco, venga a población y vamos a estar mejor’, me dicen”.
En Uncía, recuerda, algunos pobladores que él conoció le dijeron que la cárcel va a ser su escuela de formación. Rememora a otros líderes políticos que también llegaron a prisión y parece que una luz de optimismo brilla en sus ojos.
Su situación no deja de parecerle injusta. “En ningún momento maltraté a alguien o estuve en hechos de corrupción. Estoy acá por, supuestamente, delitos electorales (calla un momento y sigue); tienen miedo de lo que vaya a declarar, por eso mis audiencias las hacen cerradas a la prensa”.
Su última audiencia fue el miércoles 13 de julio, se realizó en el mismo penal y no fue un encuentro de libre acceso. Allí determinaron que iba a estar tres meses más retenido y luego se determinaría qué pasaría con él.
Cuando se le pregunta quién es el responsable de lo que pasó en 2019, él dice sin dudar: “Evo Morales”. Añade: “El responsable de lo que pasó en 2019 es Evo Morales y su angurria de poder”. Recuerda que el exmandatario quiso aferrarse a la Presidencia y por eso volvió a presentarse a las elecciones; acota que se urdía un fraude electoral en Potosí y que Comcipo y él pusieron en evidencia este hecho.
Luego vinieron las protestas, la gasificación y la quema del Tribunal Electoral Departamental. Fueron jornadas violentas, en las cuales la Policía quedó rebasada por la población. Pumari explica que él estaba físicamente lejos de aquella acción. Resume lo sucedido con una frase: “El único responsable de la quema es Evo Morales”.
Considera que el expresidente mira a Comcipo con odio. “Los potosinos somos los únicos que hemos hecho sentar a Evo Morales a una mesa de negociaciones con nosotros”, dice. Y da un ejemplo irrefutable: Morales tuvo que abrogar el Decreto Supremo 3738, que era considerado “entreguista” del litio.
Pumari añade que las reivindicaciones potosinas no deberían ser producto de luchas regionales (llámese creación de un hospital de tercer nivel o el aeropuerto añorado hace tiempo). Y, dice, el Gobierno debería cumplir con sus obligaciones, además de la generación de empleos y otros derechos.
Inacabable política
Antes de continuar, Pumari se frota con Mentisan sus labios casi morados del frío. “No voy a dejar la política”, dice. Escucha con atención la pregunta que se le hace: “¿Cómo considera su unión política con Luis Fernando Camacho?, ¿fue un error enfrentar a la población potosina en la plaza? (al quedar en tercer lugar, en las elecciones de 2020, muy detrás del MAS, el cívico potosino dijo que quienes quieran enfrentarlo, lo vean en la plaza 10 de Noviembre; una multitud acudió a insultarlo y lanzarle objetos).
“Sí, fueron errores, –responde– tengo muchos años en la dirigencia, pero pocos en la política”. Continúa: “Mi compromiso no fue con Camacho, fue con el pueblo cruceño, encontré una nueva Santa Cruz y pienso que allí está la nueva Bolivia, unida en una causa común”.
Durante la campaña electoral de 2020, Camacho mostró pruebas de que Pumari pedía el control de Aduana y dinero para ser su acompañante de fórmula. Esta dupla fue también cuestionada por dividir a la oposición y dejar vía libre al retorno del MAS a la Presidencia.
Con el tiempo, Camacho logró ser elegido gobernador de Santa Cruz y Pumari está detenido en Cantumarca. Respecto al cruceño dice: “No soy rencoroso y miro hacia adelante, con la cabeza en alto”.
No piensa dejar atrás la política y trabaja en una propuesta que se llama Proyecto País. Eso sí, admite que paga un precio muy alto por su decisión, sobre todo estar lejos de su familia.
Poco antes de concluir la entrevista, llegan al salón cuatro familiares, quienes en silencio ven hablar a Pumari.
Página Siete se despide de él y al salir al patio se observa a siete privados de libertad alrededor de un juego de Ludo artesanal. El sol ha ganado terreno y un joven venezolano ofrece una artesanía a 10 bolivianos.
Desde fuera de la puerta del pabellón F, un policía grita “llamen a Pumari”. El exlíder cívico deja a sus familiares, sale del sitio y al pasar cerca de la población un anciano lo ve y grita: “¿Quién se rinde?, nadie se rinde, ¿quién se calla?, nadie se calla… ¿Evo de nuevo?, huevo carajo”. Pumari sonríe…. A pesar de todo, sonríe.
//FUENTE: PÁGINA SIETE//