ESTEBAN BURGOA

Es muy triste ver las prioridades que nosotros los ciudadanos comunes, tenemos al momento de elegir a nuestros gobernantes, lejos de ser las ideas, las propuestas de gobierno y los planes a ejecutar, parece ser que priman los antecedentes privados de los candidatos, los escándalos amorosos y sus entramados personales, cual si fuera la elección del ganador de uno de esos realitys shows protagonizados por seres faltos de talento, con algo de atractivo físico y sin ninguna ambición de realizar una meta relevante en sus vidas.

Esta cuestión pasa por la tradición caudillista de nuestra sociedad, una idiosincrasia basada en la búsqueda del líder mesiánico, el cual nos librará de nuestros males, un ser perfecto e intachable en todas la esferas de la vida, y he ahí la razón por la cual al momento de elegir representantes, las campañas no se centran en mostrar la superioridad de las ideas frente a las del rival, sino, de manchar y derribar en el ámbito personal al contrincante, para de esta manera alejar al mismo del ideario del líder omnipotente que busca el boliviano.

Esto no quiere decir que no debamos buscar la virtud en los hombres y mujeres que nos lideran, pero debemos enfocarnos en lo que nos concierne, que son sus ideas, sus propuestas y la integridad al momento de ser un hombre de gobierno, y no así, si se lleva mal con sus familiares, si no gusta de los animales, si está divorciado, etc.

Como consecuencia de esta tradición, se presenta un fenómeno totalmente contradictorio, puesto que aquellos seres, que en mayor medida se acercan al ideario del hombre de gobierno virtuoso, conscientes de la suciedad que significa la política partidista y su cada vez mayor semejanza a un programa de escándalos de famosos y sin tomar en cuenta la verdadera seriedad que significa el ser un hombre de estado, persuade a los mismo de poner en juego su honor e integridad, por lo cual, solo aquellos que no tienen nada que perder o ninguna virtud que defender, se presentan sin menor vergüenza en su búsqueda de poder.

En ese sentido, vuelco mi insistencia a mis conciudadanos de que la prioridad nuestra al momento de realizar nuestra elección individual no debe pasar por la vida privada y personal de nuestros gobernantes, sino por su capacidad de servir al estado para permitir a los individuos que componen el país su búsqueda de felicidad y la protección ferrea de su libertad.

Es difícil arrancar de raíz la cultura caudillista de la nación, mas no es imposible, y es de necesidad imperante el que nos alejemos de esas malas prácticas y abracemos la racionalidad de las ideas.

ESTEBAN EDUARDO BURGOA CARDOZO
Director Ejecutivo Generación Bicentenario
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21