ESTEBAN BURGOA

Es de reconocer la habilidad de la izquierda para utilizar el lenguaje al momento de mimetizar hechos históricos según su retórica, para así difuminar cada acontecimiento con los colores y grises que precisan al relatar la historia según su vista y conveniencia, un claro ejemplo son los cambios de poder acontecidos por levantamientos y voluntad de la población, si un hecho de este tipo se encuentra bajo las banderas rojas del espectro siniestro (referido a la izquierda), esta será considera una “revolución”, pero, si por otra parte, tiene matices de libertad o de derecha será relatado como un “golpe” o una “conspiración”.

En el imaginario popular, la revolución es un acontecimiento deseable y preludio de un cambio favorable, es casi lógica esta percepción cuando la existencia de nuestra nación está ligada a un hecho de este tipo, por otro lado, tenemos la romantización de acontecimientos en menor o mayor medida lamentables como la revolución rusa de 1917 o la revolución francesa.

Aunque la RAE define revolución como un cambio profundo, generalmente violento, en las estructuras políticas y socioeconómicas de una comunidad nacional, es preciso poner en duda desde un punto de vista histórico la mencionada definición, en el caso boliviano aunque la guerra de independencia en su origen revolucionario marco un antes y un después en el marco político de Bolivia, el comportamiento social poco o nada se modificó, mas que las elites gobernantes pasaron de los españoles a las oligarquías nacionales, económicamente fuimos y seguimos siendo un país extractivista, en el caso de la revolución francesa, que buscaba establecer una república en lugar de la monarquía borbónica, termino en el nacimiento del Imperio Frances al mando de Napoleón Bonaparte y en Rusia, a riesgo de sonar simplista, se suplió al Zar, emperador de todas las Rusias por un dictador con el mismo o incluso mayor poder.

Otra definición que da la RAE de revolución es un Giro o vuelta que da una pieza sobre su eje, a mi entender, aunque esta sea una definición mecánica, creo que también cumple cabalmente la descripción de “revolución” en hechos sociales, aunque muchas veces, la revolución es bienvenida con gritos al cielo, acompañados de bombos y platillos, hablando de cambios profundos y una nueva mirada al futuro, al culminar no es más que un giro de 360 grados, lo cual no es más que un retorno al punto inicial, pero claro, pasando antes por consecuencias sociales, políticas y económicas.

En este punto habrá quien me tache de conservador y persona reticente al cambio, mas todo lo contrario, al menos en un país como Bolivia, los cambios profundos y estructurales, no solo son deseables, sino necesarios, pero no desde una revuelta momentánea, sino desde un proceso, un cambio de largo plazo, que como la gota de agua que quiebra la piedra, genera transformaciones permanentes.

Este tipo de procesos, suelen ser tortuosos, porque significan sacrificios, disciplina, paciencia y trabajo duro, pero cualquiera que haya construido algo significativo en su vida sabe que no hay otro camino para el verdadero éxito, pues hay que recordar que cuando el árbol crece, los frutos son lo último en aparecer.

ESTEBAN EDUARDO BURGOA CARDOZO
Director Ejecutivo Generación Bicentenario
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21