Desde hace unos meses camino casi a diario por los pasillos de un supermercado pronto a clausurar, asolado y casi sin productos, pero donde aún persiste y sobrevive un producto en mostradores durante semanas y nadie lo compra. Están ahí, quietas como un retrato, bolsas interminables de papitas fritas, producto hecho en Bolivia por cierto.

Entonces la duda asalta ¿En qué cabeza puede caber que alguien quiera invertir nada menos que 163 millones de bolivianos en montar toda una planta de producción de papitas fritas, para ofertar un producto que casi no tiene demanda, que ni en un supermercado quebrado nadie quiere comprar?

Lo más preocupante es que la decisión para la inversión venga con la venia y la bendición que nada menos de todo un economista. Un hombre que, se entiende, estudió y que además da clases de economía en la Universidad estatal. Adoctrinamiento o ideologización, será lo que imparte como conocimiento, porque para tomar semejante decisión solo es por una persistente enfermedad infantil intelectual de la izquierda que se llama: “Teoría del valor-trabajo”. Por la cual no importa lo que se produzca, no importa que no tenga mercado, que no tenga demanda, que no se compre o no se venda, igual es fuente de plusvalor, mismo que será redistribuido por dicho economista, pero esta vez en su papel protagónico de Presidente del Estado.

¡Es producción nacional!, nos dirán los pregoneros del mandatario. ¡Vaya timo!

Solo es un discursillo chauvinista altoperuano, propio del provincialismo del siglo XIX, que invita por un sentimentalismo patriotero a tener que comerse por discurso el cuento que así se mejora la calidad del producto. Que así se consigue contrarrestar en este caso la importación por contrabando de la producción de papa peruana y que así se consigue seguir repitiendo como tarabilla que este había sido el “gobierno de la industrialización”; cuando de todos es cierto que solo son inversiones estatales destinadas al déficit, al derroche y a la propaganda política.

Déficit que, por cierto, no supone ninguna consecuencia para el pésimo administrador que es el Partido-Gobierno-Estado, y por lo cual absolutamente nadie terminará en una cárcel, por el inminente daño económico ocasionado; por el enorme boquete fiscal que dejarán y por el cual nuevamente todos tendremos que pagar hasta nuestra séptima generación.

Es decir, son 25 mil millones de dólares lo que se gastó para implementar más de 70 empresas en los últimos 18 años. Mismos 25 mil millones que arrojan 44 empresas deficitarias hasta el momento y 14 que ya secaron el caño hace rato, pero que se tienen que seguir manteniendo, incluyendo a cientos de empleados a sueldo.

¿Y qué es lo que producen?

Nada menos y nada más que la friolera suma de 3 mil millones de dólares al año de déficit.

En facilito: es como si alguien entrara en un negocio, le dijera al vendedor qué es lo que tiene que hacer para vender y cuánto es lo que tiene que pagarle por su protección (impuestos), si no quiere que le destroce el negocio o le quite más dinero del que ya debe (multas). Al mismo tiempo, ese alguien pusiera otra tienda al frente que le hará competencia, vendiendo lo mismo pero a un menor precio; porque además no le interesa tener la contabilidad en números rojos, ya que no es con su plata que se sigue sosteniendo. Y finalmente, diga que todo lo que hace sirve metafísicamente para contribuir al bienestar del pueblo necesitado, porque solo él puede saber lo que es bueno y lo que no.

Michael Corleone… personaje de ficción en “El Padrino”, superado con creces por la realidad queda chiquito como una liendre inválida.

¡Y qué manera tan dura de no aprender de la historia repitiendo el oxímoron de: “economía socialista de mercado”!

Ahora solo queda esperar a ver a qué se dedicarán cientos de informales quienes realizan el transporte, acopio, producción y comercialización de papitas fritas, porque el Partido-Gobierno-Estado será su nueva competencia monopólica, subvencionada y con toda una campaña propagandística política encima. Empresa Pública encargada de ofrecer puestos de trabajo a militantes, descalificados e improvisados aprendices de hechicero; quienes no entienden ni papa de economía, de producción, ni de comercialización.

Luego, que esta misma “cosa nostra” a la boliviana, venda papitas fritas limitadas solo por kilo/persona y previa presentación de la cédula de identidad. Que aparezcan empleados públicos que mágicamente hacen “desaparecer” de un parpadeo 500 quintales de papa, para revenderlas en el mercado negro y todo esto deje una estela de crisis que, como bien dice la teoría marxista, es consecuencia de la sobreoferta, no de la carestía. Que todo es propio de una receta para el perfecto desastre que se repite hasta el paroxismo.

A lo cual saldrá algún trasnochado parlamentario, que un buen día nos diga que: “habemus papam” (tenemos papa). Pero el fenómeno del niño, de la niña, la escasez de dólares en Estados Unidos, el alza de los precios en el mundo, la marea o la importación a la inversa, el gobierno de Añez, la pandemia, el cocalero de los tambaquíes y sus bloqueos son los culpables que nadie quiera comprar tampoco esas benditas papitas fritas.

  • JORGE ESPAÑA LARREA
  • ABOGADO. SOCIÓLOGO
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21