SAYURI LOZA
Latinoamérica siempre ha sido centro de disputa de intereses extranjeros, ya en la colonia, ya en el siglo XIX cuando Alemania, Francia y la misma España ensayaban una nueva manera de intervenir sin colonizar como había ocurrido hasta el siglo XVIII, pero fue Estados Unidos, que en el último tercio de los 1800s casi patentó la injerencia sobre nuestro continente con el pretexto de actuar como policía para salvaguardar la seguridad de los ciudadanos americanos que vivían e invertían en nuestros territorios.
Cuando más adelante, tras la revolución, Cuba se libró de la injerencia, Estados Unidos pretendió retomar el poder por muchos años, pero al presente, después de más de medio siglo, la afirmación de Estados Unidos conspirando y como culpable de todas las desventuras cubanas, es en realidad una manera de justificar los malos manejos del gobierno sobre el país.
Y así, los gobernantes que se han adscrito al neo socialismo y han implantado el modelo cubano, recurren al mismo ardid. En Venezuela, el imperio es culpable de la inflación, de la falta de alimentos y de la terrible diáspora de venezolanos a otros países.
En Bolivia, Estados Unidos aplicó injerencia por muchos años, Barrientos usaba el uniforme militar americano en su gobierno y Evo Morales le debe en parte su primera victoria a declaraciones desacertadas del embajador del país del norte. Empero, hoy en día es anacrónico pensar que los “gringos” siguen teniendo el poder que tenían en el pasado.
Pero entonces ¿existe un imperio que conspira? En realidad, existen potencias económicas que buscan ampliarse constantemente y algo triste pero real es que en países como el nuestro, los gobernantes suelen negociar con estas potencias a cambio de apoyo político o económico para ellos y su partido.
El botón de muestra: la gran potencia de hoy, China, está colonizando Latinoamérica desde lo económico, nos ha invadido con mercadería y ha pactado con los gobiernos para sacar ventajosos contratos. No es un caso aislado, las transnacionales eligen un lugar, un producto y se hacen de él, así de fácil.
En nuestro país, los conflictos más álgidos en los últimos años, han tenido relación con la explotación de los recursos naturales: Guerra del Agua, Guerra del Gas y en 2019 el soslayado conflicto por el litio, que por razones políticas, ha quedado en el olvido para los analistas que se decantan por priorizar la dicotomía golpe-fraude, algo muy útil para los actuales gobernantes que no han superado la vieja escuela de pactar con las potencias y entregar nuestros recursos con desventaja.
Entonces ¿Por qué la gente no se levanta? ¿Por qué los otrora defensores de país no salen a pronunciarse? Porque hay un sesgo ideológico muy conveniente, nos marean la perdiz acusando de racismo y discriminación a quienes cuestionan los excesos y llaman a la “defensa de los recursos naturales”, al “respeto a los pueblos indígenas” cuando en los hechos, lo único que ha cambiado es el colonizador y el discurso encendido donde se dice una cosa pero se hace otra.
Tras el ataque ruso a Ucrania, no faltan los que lo aplauden, que acusan al presidente de dicho país de fascista y justifican la afrenta porque dicen que es una manera de vencer al imperio, como si Rusia no tuviera también afanes imperialistas. ¿Cuánto tendrá que pasar para darnos cuenta? Mientras peleamos entre nosotros o con fantasmas, mientras se grita “abajo el imperio” “la wiphala se respeta”, el neo colonialismo ha logrado lo que no logró la conquista española: que el cerro rico de Potosí se desplome.
SAYURI LOZA
Historiadora, políglota, artesana, diseñadora y bailarina.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de Visor21.