Milton Friedman y los Sao Paulo Boys

ÁLVARO RIVEROS TEJADA

En 1995, en ocasión de celebrarse el 50 aniversario de la creación de las Naciones Unidas, dicha Asamblea General se caracterizó también por el regreso de Fidel Castro a ese estrado, empero, al contrario del tiempo que el autócrata cubano solía utilizar para sus largas, como tediosas intervenciones, la de esta reunión fue breve, y limitada a exigir el famoso levantamiento del embargo comercial norteamericano contra Cuba, que, según él, estaba causando la muerte de personas en su país. Asimismo, como la necesidad aviva el ingenio, el dictador no pudo ocultar sus velados gritos de auxilio, ya que ese año también coincidía con la desintegración de la Unión Soviética y, por ende, la pérdida del subsidio económico que por más de tres décadas Cuba recibía de Moscú.

Si bien es cierta la indiscutible importancia que reviste la palestra neoyorkina de la ONU, en la exposición de los acontecimientos políticos, económicos y sociales de nuestro planeta, no es menos cierto que ese solio contribuye también a incrementar el desmedido afán de figuración de muchos políticos.

Sin embargo, en el caso de Fidel arriba comentado, dicha aspiración ya había sido cumplida en el año 1960, con cuatro horas de perorata y con un acampe en los parques públicos de Harlem como alojamiento. Esta vez, su participación tuvo muy distintos propósitos y, aunque parezca increíble, uno de ellos fue asistir a la conferencia del Premio Nobel de Economía, Milton Friedman, padre del neoliberalismo, anticomunista acérrimo, asesor de Augusto Pinochet y mentor de la política de apertura liberal, iniciada por el secretario del Partido Comunista Chino, Zhao Ziyang.

Suponemos que el extraño afán del autócrata cubano, más que a una chifladura, obedeció al propósito de aprender alguna fórmula que lo ayude a paliar la caótica situación económica por la que estaba atravesando la Isla. Este prodigio fue finalmente logrado por Castro, en el momento en que el profesor de Chicago, en una parte de su charla urgió a los jefes de estado presentes a declarar al consumo de drogas como una enfermedad, antes que como un crimen ya que, de no hacerlo, el combate contra el narcotráfico haría crecer el poder económico de esta lacra, hasta alcanzar proporciones mayores a los ingresos de esos estados.

En efecto, no fue necesario esperar mucho tiempo hasta que un nostálgico exguerrillero comunista, hoy presidente de Colombia, matice a su modo, en la última Asamblea de la ONU, las mismas palabras del profesor de Chicago, afirmando: “¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo? El dictamen del poder ha ordenado que la cocaína es el veneno y debe ser perseguida, así ella solo cause mínimas muertes por sobredosis, y más por las mezclas que provoca su clandestinidad dictaminada, pero, en cambio, el carbón y el petróleo deben ser protegidos, así su uso pueda extinguir a toda la humanidad. Estas son las cosas del poder mundial, cosas de la injusticia, cosas de la irracionalidad, porque el poder mundial se ha vuelto irracional”.

En síntesis, una apología magistral a la Diosa Blanca que, con seguridad hubiera querido transmitir Fidel Castro al fundar con Lula Inácio Da Silva y otros demagogos de izquierda, ese famoso Foro inspirado en la entelequia del Socialismo del Siglo XXI y que ahora podría llamarse: “El Foro de Sao Paulo y los Chicago Boys”.

ÁLVARO RIVEROS TEJADA

Ingeniero, escritor, presidente del Club de La Paz, columnista en EL DIARIO

*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21