SAYURI LOZA
Entre risas, memes y muestras de orgullo colla, la noticia de que la marraqueta había sido la estrella indudable de la Expocruz 2022 puesto que pasó de ser la duda de quienes la llevaron que tímidamente enviaron 3.000 unidades los primeros días, a ser enviada hasta en 11.000 unidades por día al punto que se limitó el número de venta a sólo 20 por persona. Largas filas se formaron para adquirir el “pan colla” como es llamado en algún supermercado de cuyo nombre no puedo acordarme.
La migración de occidente a oriente ha provocado textos, declaraciones, canciones, publicidad y por desgracia discursos de odio y regionalismo que en lo personal me resultan innecesarios. La gente se mueve desde tiempo inmemorial y lleva consigo su cultura, su fe y sus ideas, que toman nuevas formas en la realidad tanto de migrantes como de locales.
“¿Pero acaso no ves? ¡Arriba los collas! Ahora Santa Cruz va a ser colla” dirá mi amigo supremacista aymara que busca la reivindicación de su identidad tratando de negar la del otro. “Collas de miércoles, nosotros vamos a hacer mejores marraquetas y les vamos a vender, así como vendemos vacas millonarias”, dirá mi otro amigo supremacista camba que teme a lo nuevo y lo ve como pernicioso. Sí, ya sé que me tengo que conseguir nuevos amigos, pero es que no son malos, sólo miran el mundo con miedo.
Por suerte, la realidad es más compleja y rica que esas ideas, y para ilustrarla, voy a hablar de la tembetá: Durante la época imperial de Tiwanaku, uno de los símbolos estéticos preponderantes que distinguía a los miembros de las etnias del imperio, es el adorno facial conocido como tembetá.
Mi maestro, el arqueólogo Jedu Sagárnaga, ha escrito un hermoso artículo sobre el uso del tembetá, este adorno hecho de metal, piedra o madera que se usaba en los labios superior o inferior y que ha llegado hasta nosotros como símbolo de los pueblos de tierras bajas. Sin embargo, todo parece indicar que el adorno fue usado en occidente incluso por la cultura Chiripa en el horizonte formativo.
Estos hallazgos son prueba de la relación cultural-comercial y ¿política? Que hubo entre el oriente y el occidente de nuestro territorio antes del dominio incaico; aunque hay varias teorías, lo más probable es que ciertos grupos étnicos de oriente tuvieran una suerte de “embajadores” asentados en el altiplano y que llevaron consigo su cultura que de alguna manera era asimilada por los locales (en Pariti se encontró la figura zoomorfa de un mono, animal que no era típico de la región) por la gran cantidad de tembetás que han sido hallados, parece que este adorno fue bastante popular entre los tiwanakotas.
Los tiwanakotas elaboraban sus tembetás de plata y otros metales, añadiendo sodalita, la piedra semipreciosa andina por excelencia y azurita sacada de la región de Turco en Oruro. Tembetás similares fueron hallados también en tierras bajas, lo que quiere decir que los Tiwanakotas, tras asimilar el tembetá y plantear nuevos elementos para fabricarlos, los enviaron a quienes originalmente se los dieron de madera o hueso, en un caso hermoso de retroalimentación.
Mi amigo el arqueólogo Javier Mencias, me recordó que pruebas de ADN mitocondrial, han demostrado la relación genética entre los tiwanakotas y los habitantes de tierras bajas, la adaptación al territorio y la adopción de distintas formas de vida, sumado a la colonización inca y luego hispana, ha creado una división oriente-occidente que de vez en cuando se torna en enfrentamiento. El pasado ha demostrado que podemos trabajar juntos para crecer. ¿Por qué no hacerlo ahora?
SAYURI LOZA
Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21