Lobos disfrazados de ovejas, el peligro de las ONGS

Donald Trump arremetió contra la forma en que había sido gestionada USAID, la principal agencia de cooperación de los Estados Unidos. Sucede que, desde hace varios años atrás, USAID perdió el rumbo, y se dedicó a promover toda la agenda woke en diferentes partes del mundo.  Karoline Leavitt, portavoz de la Casa Blanca, aportó datos reveladores: «1,5 millones de dólares se destinaron a programas de ‘diversidad’ en empresas en Serbia, otros 70000 dólares para un musical en Irlanda, 47000 para una ópera trans en Colombia y 32000 para un cómic trans en Perú».

Sin embargo, USAID no es el único caso donde una agencia de cooperación usa su inofensiva fachada para promover agendas peligrosas. De hecho, mi natal Bolivia tiene una experiencia muy nefasta, veamos:

La segunda mitad de los años 80 encontró a mi país con tres características: 1) estabilidad económica; 2) integración comercial, y 3) lucha contra el narcotráfico. Muchos partidos de izquierda, entre ellos el MIR, aceptaron varios de los postulados del liberalismo económico y la institucionalidad democrática. Todo parecía indicar que Fukuyama tenía razón, pues, aparentemente, no tendríamos grandes conflictos ideológicos en las próximas décadas.

Empero, los feligreses de la izquierda radical, que aparentaban estar reducidos a grupos insignificantes y sin mayor relevancia, empezaron a reciclarse en una variopinta de ONGS. Aunque sus objetivos parecían nobles, por ejemplo, «luchar contra la pobreza de los pueblos originarios», en realidad, se trataba de una estrategia para ideologizar la lucha contra el narcotráfico. Al respecto, uno de los acólitos de Evo Morales, Bruno Fornillo, en su libro: Debatir Bolivia, expresa lo siguiente:

En los años 90 Bolivia comenzó a poblarse de Organizaciones No Gubernamentales (ONG): de las 700 actuales, 458 fueron creadas en esos años. Las ONG expresarán las diferentes figuras de la cooptación y la tensión, a tal punto que en ese período solía hablarse de un Estado Paralelo. No pocas ONG aparecían imbuidas por corrientes de izquierda o por el Movimiento de Sacerdotes del Tercer mundo. Las ONG cogestionaban con las organizaciones infinidad de proyectos, al tiempo que eran responsables de un cúmulo de seminarios, encuentros, charlas, asesoramientos, que, en cantidades industriales, se volcaban sobre la sociedad civil territorializada.

Se lo traduzco al sencillo, estaban usando mucho dinero en marketing para presentar a Evo Morales y otros hampones como «líderes sociales» y «defensores» de los indígenas bolivianos. Además, como los fondos ya no venían de los rublos de la KGB, estaban haciendo lobby con los narcotraficantes. El indigenismo ligado a la defensa de la coca fue el eslogan que usó Morales para justificar todas sus fechorías en el departamento de Cochabamba, pero también para conseguir buenas vibras con el biempensante progresismo europeo.

Luego, de la mano de pasquines incendiarios, entre ellos, El juguete rabioso, se influyó en la opinión pública, los medios de comunicación y el sistema educativo. De hecho, durante el golpe de Estado del año 2003, en la Universidad Mayor de San Simón, donde me gradué de economista, los estudiantes eran impulsados a participar en las revueltas callejeras por activistas y escritores de ese periódico. Obviamente, su papel se redujo al de carne de cañón, pues estos grupos necesitaban mostrar a unos «jóvenes patriotas» heridos por el gobierno «fascista». Acá debemos remarcar un agravante, en la mayoría de los casos de heridos y fallecidos, los disparos fueron efectuados por los mismos enajenados que habían convocado a los universitarios.

En la actualidad, muchas de estas organizaciones han vuelto a mutar su discurso, pues las dos décadas de dictadura indigenista, con las lamentables consecuencias de pobreza y miseria, han forzado a sus gestores a buscar nuevos fetiches y banderines de conflicto, verbigracia, el feminismo.

Pan y Rosas es una ONG que enarbola el feminismo socialista para, entre otras cosas, salir a incendiar catedrales católicas cada 08 de marzo. Además, sus militantes defendieron a Evo Morales en el fraude electoral del año 2019.

Es muy cierto que muchas ONGS tuvieron un rol positivo en Bolivia durante las décadas de los 80 y 90. Sin embargo, otras muchas han servido como fachada para que grupos de terroristas agredan la institucionalidad democrática. No son más que lobos disfrazados de ovejas.

  • HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
  • ECONOMISTA, MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21