La salida del gabinete del ministro de Justicia, Iván Lima, mostró que existen líneas rojas que no deben cruzarse en la interna del masismo, al menos para los mentores autoritarios internacionales, que siguen viendo a Evo Morales como una ficha de utilidad.

No se trata de que lo contemplen, necesariamente, como candidato para 2025, pero sí es la “espada de Damocles” pendiente sobre el presidente Luis Arce, para evitar que pueda tomar otros rumbos distintos a los determinados por el bloque, que quiere evitar a toda costa otro Lenin Moreno.

De ahí que quienes, como el general Juan José Zúñiga cuando habló de detener a Morales, o el ahora exministro que tanteó lo mismo ante la violenta marcha evista sobre La Paz, acaben con el pulgar hacia abajo desde los centros de poder del socialismo del siglo XXI.

En ese marco internacional, no habrá “turbo-arcismo” que funcione y el oficialismo tendrá que seguir jugando sus cartas con medida, desgastando al exmandatario progresivamente a través de “proxys” o guerras mediáticas por delegación, sin una implicación directa demasiado evidente del gobierno.

Está claro que exintegrantes del gabinete, como Lima y tal vez el exvocero presidencial Jorge Richter, pueden convertirse en “proxys” importantes, capaces de revelar lo que no podían desde el ejercicio del poder, como la influencia de Evo sobre las manipulaciones de juicios a opositores. También están comenzando a surgir revelaciones interesantes sobre posibles manejos irregulares de PDVSA en el país y sobre la expansión de los capitales de la “boli-burguesía” chavista.

Mientras tanto, esta guerra lenta igualmente desgasta al oficialismo, con la mezcla de complicaciones provocadas por el agotamiento del modelo económico, la desestabilización callejera del evismo y la ingobernabilidad parlamentaria.

Sobre el último punto, hemos insistido desde esta columna que el gobierno debería retornar al Parlamento como espacio natural de diálogo, en vez de esperar en soledad a interlocutores que no llegan a las mesas de conversación corporativas o extraparlamentarias. Pero esto exige un cambio de enfoque hacia una percepción mucho más concertadora y democrática.

Un Parlamento que realmente funcione como primer poder del Estado, puede ser el escenario para generar acuerdos nacionales fundamentales, por ejemplo, viabilizando juicios de responsabilidades sobre los hechos de 2019 y el hotel Las Américas, o, de insistirse con un referéndum, incluyendo en la consulta los cambios meritocráticos que deben hacerse a la justicia para sus próximos procesos de selección de altos magistrados.

  • EMILIO MARTÍNEZ CARDONA
  • ESCRITOR URUGUAYO – BOLIVIANO
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