–
GUIDO AÑEZ MOSCOSO
La noche del domingo las redes sociales se llenaron de publicidad por la entrevista que había concedido Marset a un medio de comunicación.
No me interesó verla porque por principio, escuchar en horario estelar de televisión a un narcotraficante confeso, que en el Paraguay empezó a hacer fortuna ilegalmente y luego se trasladó a Bolivia, donde tenía mejores condiciones y mayor protección política, donde se desempeñaba a sus anchas y jactándose de haberse infiltrado en la Policía, la cual en teoría es la encargada de “proteger a la sociedad de los delincuentes”, por todo ello no correspondía verlo.
¿Existe alguna duda de que en Bolivia existe una narco-dictadura? ¿Acaso no vemos a diario operativos antidrogas falsos, sin ningún preso y con fábricas previamente abandonadas? ¿Acaso hay duda de la presencia de las FARC, el PCC, el comando Vermelho y los cárteles mexicanos en el Chapare? ¿Acaso el jefe de los cocaleros no es el jefe del partido político en el gobierno?
Me puedo extender en las preguntas, pero no es ese el objetivo de mi reflexión.
Me duele mucho mi pueblo, me duele la crisis de valores por la que estamos atravesando. La mentira, el robo, la corrupción, la soledad, la violencia, el narcotráfico son las características más comunes en nuestra sociedad y que se están volviendo como algo normal.
Estos factores generan confusión y desorientación en las personas que integran la sociedad. Lo que a su vez está empezando a crear conductas nocivas, incluso patológicas. Estamos enfermos de identidad.
Escribo esto porque quedé estupefacto al leer los titulares de todos los medios de comunicación en Bolivia, que abrían su principal página con la noticia de la entrevista del narcotraficante.
¿Acaso no es función de la prensa informar, educar, orientar y entretener? ¿Cuál es el aporte a la sociedad y a su recuperación de valores, la entrevista donde no dijo nada nuevo un narcotraficante buscado por la Interpol y que ha puesto en vilo a tres gobiernos de Sudamérica?
En Uruguay por este caso tuvo que renunciar el canciller, un viceministro por extenderle pasaporte a un ciudadano de ese país; en cambio en Bolivia, le extendieron certificado de nacimiento, carnet de identidad, certificado de antecedentes y no cayó nadie. ¿Eso no es protección política y estatal?
En el Paraguay, lo conozco al Ministro de Gobierno, ha sido mi compañero de curso, Enrique Riera, es un hombre muy bien formado y honesto.
Escribo esto porque no importa cuántos años esté fuera de mi país, amo a mi pueblo, y es importante reflexionar sobre los valores, la ética y la vida en sociedad, no nos podemos extraviar porque el costo de vivir en una sociedad sin valores ni principios, nos puede volver, como decía el escritor Alcides Arguedas hace más de un siglo, en un ” Pueblo enfermo” que desprecia lo bueno y convive con la delincuencia y el crimen organizado disfrazado de política.