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CARLOS MANUEL LEDEZMA
La historia del derecho y de aplicación de justicia en el mundo, no podría entenderse sin la notable influencia de civilizaciones milenarias que dejaron un legado que ha marcado la conducta de la humanidad en sus relaciones sociales. Remontémonos a la época de la antigua Mesopotamia (entre ríos) – que ocupaba hace cuatro mil años lo que hoy conocemos como Irak y Siria –, entre el Tigris y el Éufrates, región que vio el surgimiento y caída de civilizaciones de avanzada para su tiempo. Los precursores de aquella civilización de hombres visionarios fueron los sumerios, acadios y asirios, quiénes, contribuyeron además a través de la escritura de figuras cuneiformes.
El Código de Hammurabi es la primera compilación de leyes de la que se tiene registro en el mundo; se erige como un hito en la historia del derecho y la justicia tal como la conocemos en nuestros días. Tallada en una estela de diorita allá por el año 1754 a.C. por orden del rey Hammurabi de Babilonia, proporciona una invalorable contribución a la humanidad, así como una fascinante obra de desarrollo intelectual en relación a la justicia y la convivencia social sumerio–babilónica en la plenitud de su apogeo.
El propósito del Código de Hammurabi era el de garantizar una convivencia armoniosa y prevenir conflictos innecesarios, aunque más allá de su labor reguladora, terminó siendo una valiosa fuente de sabiduría creada en la antigüedad, debido a que cada una de las 282 leyes contienen consejos y reflexiones de sabiduría de cómo debían ser las personas en su conducta en sociedad, asumiendo responsabilidad individual por cada uno de sus actos, convirtiéndolo en un manual de vida en sociedad.
Se regularon los contratos, la familia, los actos criminales. Cada crimen venía acompañado del castigo y nadie podía alegar desconocimiento o ignorancia de la ley, puesto que la estela de más de dos metros de altura se encontraba expuesta de manera pública. El monumento se encontraba dominado por la imagen de Marduk (Dios de Babilonia), entregando las leyes al Rey Hammurabi. Cada decisión de los monarcas debía estar ratificada por la voluntad de los dioses a través de la consulta que se hacía a los oráculos. La estela todavía existe y puede ser apreciada en el Museo del Louvre de París.
Hammurabi gobernó Babilonia entre el año 1792 y 1750 a. C., sistematizó una serie de leyes para que rijan su reino, una muestra temprana de interés por establecer un sistema legal ordenado, debido a que logro unificar los territorios circundantes a su reino, desde lo que actualmente se conoce como Golfo Pérsico hasta la Península de Anatolia. Estableció de forma particular reglas claras y sencillas, fáciles de recordar. El código es un pilar jurídico fundamental que ha trascendido fronteras y superado ampliamente la delgada línea del tiempo.
La ley del Talión: “ojo por ojo, diente por diente”; establece que la sanción debe ser proporcional al daño provocado. Para ejemplificar tomamos la ley 229 del código de Hammurabi: “Si un hombre construye una casa y no la hizo sólida y la casa se derrumba, causando la muerte del propietario, el constructor será condenado a muerte”. Establece con buen criterio el principio de responsabilidad individual que obliga a los hombres a hacer las cosas correctamente a fin de evitar provocar daño a otros.
En la actualidad, si todavía se aplicase el Código de Hammurabi ¿cuál sería la sanción justa por matar a un hombre? Seguramente la muerte del asesino. En el caso de un ataque terrorista, criminal, atroz, injustificado, que mata a miles de personas ¿cuál debería ser la sanción? Si una facción de países se ha empeñado durante los últimos 75 años en no reconocer la existencia de un Estado y busca recurrentemente atacarlo, matando y persiguiendo a su gente, además, si ese Estado – en superficie mucho más pequeño –, ha sabido defenderse, respondiendo al ataque, repeliendo el ataque, teniendo la posibilidad de invadir y arrasar a quienes lo provocan ¿Quién determina lo que procede en justicia?
No hay nada nuevo bajo el sol, la humanidad sigue viviendo bajo principios que regulan la conducta humana hace más de 3.777 años, con la diferencia de que en la actualidad no existe quien pueda establecer cuál es la sanción que deba aplicarse de forma justa y equilibrada ante quienes cometen atentados que dejan saldos de miles de personas muertas todos los años. La opinión pública se da a la tarea de juzgar según su criterio a los que a su modo de ver, asumen el ropaje de víctima y no así de victimarios, probablemente por simpatía o por efectos de la “posverdad” que inunda los medios digitales.
Hago hincapié en la necesidad de reflexionar y cuestionar respecto a la aplicación de los principios de justicia, los cuáles se encuentran enfrentados a desafíos sin precedentes. La búsqueda de un equilibrio ético y moral por parte de quienes manejan el poder, permitirá evitar conflictos que amenacen la vida e integridad de personas que en su mayoría nada tienen que ver con las decisiones de aquellos. Mientras más avanza la humanidad creyendo haber superado los conocimientos ancestrales, es cuando considero que resulta más imperioso mirar hacia el pasado, para descubrir el error en el que vivimos las sociedades modernas.