Cuando se analiza el fenómeno del Socialismo del Siglo XXI el foco suele ponerse en cuestiones materiales y crematísticas, por ejemplo, institucionalidad democrática, los niveles de corrupción, el déficit fiscal y la crisis económica. Sin embargo, los análisis sobre el papel de la cultura, el lenguaje y el marketing están todavía en la etapa embrionaria, aunque ya existen sesudos trabajos de Agustín Laje, Nicolas Márquez y Axel Kaiser.
Que Evo Morales, Hugo Chávez, Rafael Correa y Michelle Bachelet hayan alcanzado el poder en sus países no es producto de la casualidad, menos de la inevitable ruta histórica, sino de un elaborado plan de ataque contra nuestras naciones.
La manipulación del lenguaje fue un punto vital de esa estrategia terrorista, ya que les permitió tener la hegemonía en los medios de comunicación, en la agenda académica y, especialmente, en la opinión pública. Pero no me crea a mí, sino a uno de los mayores promotores de la izquierda, Louis Althuser, quien en una entrevista titulada: La filosofía como arma de la revolución, dijo:
- “¿Por qué razón la filosofía lucha en torno a las palabras? Las realidades de la lucha de clases están representadas por medio de ideas que son representadas en palabras. En la lucha política, ideológica y filosófica, las palabras también son armas, explosivos, calmantes y venenos”.
En términos sencillos, cuando las palabras son manipuladas y cargadas de emotividad, nosotros, como seres llenos de emociones, podemos rechazar o aceptar ciertos conceptos, ideas, o sistemas económicos. Por citar un caso, cuando Evo Morales destruía ciudades, asesinaba a militares, traficaba drogas y llenaba de sangre los hogares bolivianos no se trataba de un terrorista y un narcotraficante, sino de un «indígena» buscando una reivindicación histórica.
Sucede algo similar con las militantes del trapo verde cada 8 de marzo. No son pandilleras destrozando propiedad privada y patrimonio público, sino mujeres «empoderadas» luchando contra el patriarcado, un enemigo imaginario, por cierto.
El año 2015, Antonio Canova, Carlos Léañez Aristimuño, Giuseppe Graterol Stefanelli, Luis A. Herrera Orellana y Marjuli Matheus Hidalgo publicaron: La Neolengua del Poder en Venezuela dominación política y destrucción de la democracia. Los autores, siguiendo la línea de George Orwell, describen todas las palabras, conceptos, mensajes publicitarios y definiciones que usan los altos mandos de la tiranía para descalificar a quienes se oponen a sus pretensiones totalitarias. Sapos, apátridas, pulgas, bacterias, zamuros y gusanos, entre muchas otras, son las palabras que usan los chavistas para deshumanizar a gran parte de la sociedad venezolana.
Pero también existen otras palabras que sirven para engañar, verbigracia, al asalto a los ahorros de los venezolanos se lo llamó: democratización del crédito.
En Bolivia, la militancia del Movimiento Al Socialismo usa una estrategia similar: Vende patrias, karas, neoliberales y colonialistas, además de golpistas, son la manera como Morales se refiere a quienes osan denunciarlo como delincuente, su verdadera naturaleza.
Asimismo, bautizaron como Modelo Social, Comunitario y Productivo a lo que, simplemente, es el incremento del gasto público; el asalto a los ahorros de los bolivianos; la destrucción de la estructura empresarial, y la caída de la competitividad de la economía del país. Políticas, típicamente, socialistas que dejaron a los bolivianos sin carburantes, sin dólares y hasta sin alimentos.
En conclusión, toda la narrativa progresista se trató, simplemente, de una gran campaña de marketing para lavar la cara de delincuentes y narcotraficantes como Fidel Castro, Hugo Chávez, Rafael Correa y Evo Morales. Debemos reconocerle a la izquierda su gran capacidad de usar el marketing, que, paradójicamente, es uno de los instrumentos capitalistas diseñado para vender productos y fidelizar clientes.
- HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
- Economista, Master en Administración de Empresas y PhD. en Economía
- *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21