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RODOLFO FAGGIONI
A inicios del 1300, Florencia era una de las más grandes metrópolis de Europa, talvez la mayor. Poblada, hermosa, rica como París. Centro manufacturiero de primera grandeza, capital del comercio, lugar geométrico de la alta finanza al cual se dirigían tanto los “bussines community” internacionales como los reinantes de esos tiempos. Florecían los intercambios, el bienestar se propagaba, los trabajos públicos eran innumerables y se afirmaba el arte y la cultura.
Mientras prosperaba todo esto, la inestabilidad política estaba en su máximo nivel. El conflicto papado-imperio encendian continuas guerras de facciones entre el pueblo y la nobleza. Entre Guelfi y Ghibellini. En 1329 se firma el tratado de paz de Montópoli con la consecuencia de la anhelada tranquilidad y prosperidad. Se construyen hospitales, iglesias, basílicas, monumentos e innumerables artistas embellecen la ciudad.
Mientras Florencia está en auge, un feroz incendio destruye miles de edificios. Del 1315 al 1317 una terrible hambruna diezma la población, en 1333 el río Arno sale de su cause e inunda la ciudad y una crisis económica hace quebrar a los grandes banqueros de la época.
En 1348 el cúlmine de las desgracias se materializa con la Peste Negra. La epidemia siembra terror y muerte en toda Europa. Se necesitan tres siglos para recuperar los niveles demográficos. Una ciudad como Florencia que tenía 120.000 habitantes se encuentra con menos de 20.000.
Estre apocalíptico escenario desconcierta inevitablemente a toda la sociedad y se reflecta en las obras de arte y de costumbre. Para la Iglesia y los moralistas es un castigo de Dios y piden duras penitencias y una vida de renuncia.
Este estrago ha dejado enormes edificios, casas y propiedade sin herederos, miles de personas se descubren ricos de la noche a la mañana apoderándose de esas propiedades sin dueños. Aprovechan de esta situación, en particular, las órdenes religiosas que acumulan riquezas gracias a los testamentos de desesperados moribundos que buscaban mérirtos para el inminente viaje al otro mundo.
La peste revoluciona también la ciudad fisicamente. Se crean nuevos y grandes palacios, se demuelen y se transforman otros creando una espiral inflaccionista. Falta la mano de obra y crecen los salarios y el costo de producción. En los campos la agricultura está en ruinas con la consecuencia del aumento de los productos agropecuarios.
Tambien la mentalidad cambia, se descubre el valor de la vida, el placer personal y aumenta el gusto por las cosas bellas. Es una renovación cultural que con el tiempo la llevará al Humanismo y al Renacimiento.
En este ambiente de alta cultura, preludio del Renacimiento Italiano, nace en las cercanías de Florencia Giotto di Bondone, llamado simplemente Giotto (1267-1337). Se inició como pastor y se entretenía dibujando sobre la arena. El maestro pintor Cimabue lo vió como pintaba una oveja e intuyendo su talento se lo llevó a su taller de Florencia. Se puede decir sin lugar a dudas que Cimabue fue su maestro.
Fue el primer creador italiano en superar las tendencias bizantina de la pintura de su tiempo y explorar unas orientaciones que acabaron por desembocar en la gran revolución artística del Renacimiento Italiano.
Durante su vida trabajó en Asis, Padua, Roma, Nápoles y Arezzo, en Padua pintó los frescos en la capilla privada del banquero Scrovegni. Del mismo modo, sus frescos, Historia de San Francisco, han embellecido la Basilica Superior de Asis. En 1334 es nombrado Maestro Mayor e inicia la obra más relevante de su vida, la torre de la catedral de Florencia que no pudo admirar su conclusión porque la muerte lo sorprendió la noche del 8 de enero de 1337.
La ciudad de Florencia deseó rendirle homenaje en su principal pinacoteca Gli Ufizi con una muestra de absoluto valor universal. 60 obras maestras presentes en la Galeria, muchas llegadas del exterior. Entre ellas el famoso políptico que Giotto pintó para la Iglesia de la Santa Cruz desmembrado en tiempos inmemorables y recompuesto solamente en 1947 y que actualmente pertenece North Carolina Museum de Raleigh (USA) y regresa por primera vez a su ciudad de origen y la tabla “Los dos Apóstoles” que se encuentra en Venecia.
Una muestra rica de sorpresas y de oportunidades irrepetibles en el signo de la escuela de los grandes pintores italianos.