Juventud y Libertad: El desafío de forjar un futuro sin cadenas

La juventud boliviana se encuentra en una encrucijada histórica, enfrentando una realidad donde la incertidumbre y la falta de oportunidades marcan el día a día. En los últimos años, los jóvenes han sido testigos de cómo las promesas de un futuro mejor se han desvanecido en un entorno cada vez más restrictivo. Las preguntas que resuenan en la mente de muchos son simples, pero profundas: ¿Será posible alcanzar un futuro verdaderamente libre en Bolivia? ¿Podremos exigir la libertad que se nos ha prometido o estamos condenados a vivir bajo la sombra de la opresión?

Los desafíos que enfrentan la juventud hoy en día no son pequeños. El acceso a empleo digno es cada vez más limitado, y las oportunidades para emprender o desarrollarse de manera independiente se ven sofocadas por las barreras burocráticas y las políticas estatales que restringen la iniciativa individual. Bolivia se ha convertido en un país donde el Estado interviene en todos los aspectos de la vida, afectando incluso la capacidad de los ciudadanos de expresarse libremente o tomar decisiones sin la influencia de quienes detentan el poder.

La persecución política es una realidad que muchos enfrentan, y no se limita solo a los opositores políticos. Periodistas que intentan ejercer su labor de manera honesta y transparente son acosados, silenciados y, en algunos casos, obligados al exilio por simplemente cumplir con su deber de informar a la población. La libertad de expresión, uno de los pilares fundamentales de cualquier democracia, se ha visto gravemente amenazada. Este clima de represión ha sumido a muchos jóvenes en un estado de temor e incertidumbre, preguntándose si es posible alzar la voz sin ser castigado por ello.

Además, los casos de corrupción en Bolivia no son aislados, sino que abarcan diversas esferas de la vida pública, desde el sistema judicial hasta la educación y la salud. El descrédito de las instituciones es tal, que muchos jóvenes sienten que el país está prisionero de sus propios vicios. El sistema judicial, en lugar de ser un baluarte de justicia y equidad, se ha convertido en un instrumento más del poder, utilizado para castigar a quienes se atreven a cuestionar el orden establecido. La Policía, encargada de proteger a los ciudadanos, es vista por muchos como un brazo represor del Estado. En este contexto, los jóvenes se preguntan si realmente hay una salida.

¿Es esta la Bolivia que soñaron los libertadores? ¿Pensaron Simón Bolívar y otros próceres que su lucha culminaría en un país donde la libertad, lejos de ser una realidad, parece ser una ilusión lejana? La respuesta a estas preguntas no es sencilla. Bolivia ha atravesado por numerosas crisis a lo largo de su historia, pero pocas veces la sensación de estancamiento y falta de progreso ha sido tan palpable. Los jóvenes bolivianos, aquellos que deberían ser el motor de cambio y renovación, se ven atrapados en una nación que parece no ofrecerles futuro.

A pesar de este sombrío panorama, no todo está perdido. Es en los momentos de mayor adversidad cuando la juventud ha demostrado su capacidad para levantarse y luchar por lo que es justo. A lo largo de la historia, los jóvenes han sido protagonistas en las luchas por la libertad y la justicia, y Bolivia no debe ser la excepción. Si algo nos enseña la historia es que la libertad no es un regalo que se nos da, sino un derecho que se conquista a través de la acción y el sacrificio.

Es en este sentido que la frase de Miguel de Cervantes Saavedra, inmortalizada en “El Quijote”, cobra especial relevancia: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra y el mar. Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida” (Cervantes, 1605). Estas palabras nos recuerdan que, aunque las circunstancias sean difíciles, la libertad es un valor supremo por el que vale la pena luchar.

Los jóvenes bolivianos no deben rendirse ante la adversidad. El futuro del país está en nuestras manos, y es nuestra responsabilidad forjar un camino que nos lleve hacia un futuro donde la libertad no sea solo una palabra vacía, sino una realidad tangible. La libertad económica, la libertad de expresión y la libertad para desarrollarnos como individuos son derechos inalienables que debemos exigir y proteger. Solo a través de la unión y la acción colectiva podremos romper las cadenas que nos atan al pasado y construir un futuro donde cada persona tenga la oportunidad de alcanzar su máximo potencial.

Es necesario que dejemos de lado las diferencias políticas y sociales que nos dividen y nos enfoquemos en un objetivo común: la construcción de una Bolivia libre, justa y democrática. La corrupción, la represión y la falta de oportunidades no desaparecerán por sí solas; debemos ser nosotros, los jóvenes, quienes tomemos la iniciativa y luchemos por el cambio que deseamos ver en nuestra nación.

En resumen, la juventud boliviana enfrenta el reto de forjar un futuro sin cadenas, un futuro donde la libertad no sea solo un ideal inalcanzable, sino una realidad vivida por todos. Este artículo es un llamado a la acción, una invitación a que nos unamos en la defensa de los principios que han guiado a las generaciones anteriores en su lucha por la libertad. La libertad no es un lujo ni un privilegio; es un derecho por el que debemos luchar y, si es necesario, sacrificar. Como jóvenes, somos el presente y el futuro de Bolivia, y tenemos la responsabilidad de asegurar que las próximas generaciones hereden un país donde la libertad no solo se preserve, sino que florezca.

  • SERGIO PÉREZ PAREDES
  • Coordinador de Estudiantes por la Libertad en La Paz, con estudios de posgrado en Historia de las ideas políticas y Estructura de discursos electorales.
  • *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21