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Por varias horas miles de manifestantes irrumpieron este domingo 8 de enero en las sedes del Poder de Brasil en Brasilia, la capital. Opositores al presidente socialista Luiz Inácio Lula da Silva y simpatizantes del expresidente, Jair Bolsonaro, entraron a la fuerza a los edificios del Congreso, el Tribunal Supremo y el Palacio de Planalto, sede de la Presidencia. Qué gran error han cometido.
Desde que de las elecciones presidenciales de Brasil, el pasado 30 de octubre, Lula quedara como ganador con un estrechísimo margen de 1%, ha habido dudas sobre la legitimidad de los resultados, por muchas irregularidades. Las dudas sobre los resultados y las preocupaciones por lo que será el Gobierno socialista de Lula, un corrupto condenado, provocaron un movimiento masivo en las calles, que se ha mantenido vivo y que no necesariamente es alentado por el expresidente Bolsonaro, que ni siquiera está en el país.
Hoy, ese movimiento terminó violentando las sedes del Poder, en un acto que ha sido condenado por la comunidad internacional y que no ha recibido el respaldo de los líderes del bolsonarismo. Aunque los manifestantes denuncian que Lula es ilegítimo y, por lo tanto, exigen su dimisión o que las Fuerzas Armadas actúen en su contra, el episodio de este domingo es lo mejor que le podía ocurrir a Lula.
Para el socialismo, la victimización es clave. El enemigo colérico es vital, porque justifica sus crímenes. Lula, quien ya activó el estado de emergencia esta tarde y sometió a todas las fuerzas de seguridad a su voluntad, apuntó contra Bolsonaro y dijo que lo que hay en curso en su contra es un intento de golpe de Estado.
El bolsonarismo, aunque no ganó la Presidencia en unas elecciones cuestionadas, sí logró grandes avances y se consolidó como una fuerza imparable en toda Brasil. Desafortunadamente, este episodio le hará daño. Ahora Lula, con la excusa del golpe de Estado y a partir de las imágenes que todo el mundo ve horrorizado, podrá emprender lo que el socialismo naturalmente hace: la persecución, implacable, de su adversario.
Porque, a diferencia de quienes creen en la libertad, la izquierda socialista no tolera el disenso. Lula y todos los regímenes socialistas lo único que necesitan es un detonante, el argumento perfecto para victimizarse y, en consecuencia, acabar con sus oponentes. Neutralizarlos y aniquilarlos. La cacería apenas va a empezar.
Por: ORLANDO AVENDAÑO
Subdirector digital de Americano Media