La situación de Bolivia es actualmente crítica, en el ámbito económico y también en lo político y social. Las políticas del MAS finalmente están mostrando su “verdadera cara” y ahora vemos cuán grande es el daño generado por el socialismo.
En esta nota hablaremos sobre la inseguridad civil y sus graves consecuencias en nuestro país. Aunque es cierto que los niveles de inseguridad no han alcanzado los de Centroamérica o Venezuela, debemos estar prevenidos y evitar a toda costa una situación similar. El Salvador es un claro ejemplo de cuán peligrosas y atroces pueden ser la inseguridad y la anarquía. Durante mucho tiempo, este país estuvo sumido en el caos y el miedo. Sin embargo, Bukele ha realizado un gran trabajo reduciendo a las maras, y creo que debemos considerar la posibilidad de adaptar su modelo a nuestro país. Si no actuamos a tiempo, la situación puede descontrolarse.
La falta de orden en Bolivia genera una gran cantidad de problemas que nos afectan día a día. La ineficiencia de las instituciones y la falta de aplicación efectiva de las leyes son consecuencias directas de este desorden. El Estado boliviano parece existir solo para cobrar impuestos o perseguir opositores, pero es inexistente cuando se trata de brindar seguridad a los ciudadanos.
El Estado es una institución fundamental cuando está bien administrado; de lo contrario, causa graves perjuicios a sus ciudadanos. Personalmente, siempre he creído que el rol principal del Estado es proporcionar seguridad a los ciudadanos, protegiéndolos y garantizándoles una vida en paz. Thomas Hobbes lo detalla mejor en “El Leviatán”, donde explica que los ciudadanos entregan una parte de su “libertad” al Estado a cambio de protección contra amenazas y ciudadanos “hostiles”. Para mí, la seguridad ciudadana es la tarea número uno del Estado y es mucho más importante que su intervención en la economía, en la cual solo creo que debe actuar en la administración de recursos naturales.
Nuestro Estado es fallido, no solo por su nefasta CPE, sino también porque todas las instituciones parecen ser ineficaces. El boliviano merece vivir en paz y seguridad, no en crimen y caos. Necesitamos una vida tranquila para lograr desarrollo tanto económico como social. Si uno camina por las calles hoy, se dará cuenta de la gravedad de la situación, que empeora aún más por la noche.
Múltiples grupos de la sociedad hacen lo que quieren y someten “al caos” a la sociedad civil. Las leyes no son respetadas y, mucho menos, hay quien las haga cumplir. Esto lo paga el ciudadano de a pie, que se ve en una situación de vulnerabilidad constante.
No podemos permitir que nuestro país siga siendo tierra de nadie, donde los derechos de los civiles son constantemente vulnerados. Debemos actuar, instaurar orden y frenar, de una vez por todas, la anarquía. Es fundamental crear políticas de seguridad ciudadana y mejorar las fuerzas del orden y las instituciones encargadas de éstas. Este es el primer paso para combatir el crimen y la anarquía.
Es necesario que el Estado deje de ser solo un ente recaudador de impuestos y despilfarrador de recursos. Debemos exigir que cumpla su rol primordial: ofrecer seguridad y orden. Una sociedad ordenada y segura se traduce en un país más fuerte y próspero; no hay país caótico que haya triunfado. Se necesita instaurar disciplina y respeto en las calles y acabar, de una vez por todas, con el caos y el crimen.
Con orden, obtendremos una mejor sociedad y detendremos a los grupos que hacen lo que quieren. Más importante aún, se brindará tranquilidad y seguridad a la ciudadanía en todo el país, logrando por fin una Bolivia en orden, paz y prosperidad.
- FABIÁN FREIRE
- ESCRITOR. ESTUDIANTE DE CIENCIAS JURÍDICAS. COLUMNISTA EN EL DIARIO.
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