SAYURI LOZA
La desaparición del gato Tito durante un vuelo de Tarija a Santa Cruz operado por la línea bandera del país, ha generado (para variar, en nuestro país de ofendidos) una serie de opiniones, algunas más objetivas que otras y por desgracia, como también suele pasar, el problema se ha politizado y del gato se pasó a BOA y hasta al perro Pantuque.
Así que se desataron las críticas contra la aerolínea, luego contra los que se preocupan por el Tito y no de los niños y ancianos abandonados y no faltó el que calificó de “quejones privilegiados” a quienes se pronunciaron contra la mala atención en BOA, porque ya saben, volar es un privilegio de clase (sarcasmo, por si acaso).
Pero en la vida hay que enfocarse en los hechos; los bolivianos tenemos la mala costumbre de no ser muy exigentes en cuanto a servicios, ya sean privados o del Estado, y es que si viajamos en flota, existe también un número preocupante de irregularidades, desde los accidentes en los “surubíes” que te llevan como sardina, hasta las denuncias de conductores en estado de ebriedad.
Claro que ningún caso, ninguna denuncia existen hasta que pasan por la bendición de la viralidad en redes. Y ahí va el segundo punto: la noticia de Tito se conoció en Facebook y TikTok y la ola de indignación de los usuarios no se dejó esperar, en parte porque una de las cosas buenas que tienen las nuevas generaciones es la empatía hacia los animales y el maltrato a ellos es de las cosas que más molestia despierta.
El hecho es que cuando eso pasó, recién BOA y las autoridades tomaron cartas en el asunto (bendito sea el poder de los medios), pero a la vez eso mismo generó que un grupo de abogados tomara el caso, provocando nuevamente una reacción viral principalmente de rechazo, pues no faltó quien dijo que se le daba más importancia a un animal que a una persona.
Obviamente es bueno matizar. Honestamente, creo que los abogados del caso lo hicieron por lo mediático de éste, igual que los 20 abogados de Pantuque, el can que tras morder a una persona fue decomisado a sus dueños y encerrado. El grupo de defensores hizo un mal trabajo, pues al final Pantuque murió en extrañas circunstancias, cuando su caso ya no era viral y ni uno solo de los abogados dio la cara para decir algo…, es cuestión de fama al final de cuentas.
Lo más despreciable fue la politización del asunto; afines al partido de gobierno, atacaron a quienes con justa razón criticaban las irregularidades en BOA, mientras que los detractores exageraban en las acusaciones en todos los sentidos.
Al final, y por desgracia, el caso de Tito se perderá en el olvido, junto con el chico “no te ralles así” y el video del dinosaurio bailando “viejo lesbiano”. No cabe duda de que aunque la radio y la TV no han perdido vigencia del todo, ahora deben medir fuerzas con las redes, que no responden al rating sino a mecanismos más complejos pero comprendidos por los nuevos protagonistas de estas plataformas: los jóvenes.
Y saltando el tema, incluso la publicidad en redes tiene ahora más presencia, cada vez más empresas pagan para aparecer en “reels” y no en canales, cada vez más ofertas de servicios se presentan en perfiles de Facebook, se ofrecen en Marketplace o muestran sus catálogos en TikTok, así que creer que el caso de Tito es por más o menos empatía, es estar un poco ciego a este poder de las redes.
Y no, tampoco es que un niño sufriendo o un anciano necesitado no tienen lugar en esta vorágine de posts, historias y videos, porque hemos visto, por ejemplo, a un niño que justamente en Navidad vendía sus juguetes y miles de internautas fueron a auxiliarlo, o al abuelito que vendía papel higiénico para mantener a sus nietos… las redes pueden ser sitios de mucho amor y solidaridad, pero también de oportunismo.
Con todo, ojalá aparezca Tito, y ojalá los opinólogos hagamos algo más que sólo opinar. En fin, feliz Navidad.
SAYURI LOZA
Historiadora, Diseñadora de modas, políglota, artesana.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21