El pasado domingo 28 de julio se llevaron a cabo las elecciones presidenciales en Venezuela, las que tuvieron a todo el mundo expectante. Muchos pensaron que sería el fin de Nicolás Maduro por diversos motivos; otros siempre afirmaron que todo iba a estar “amañado”. Al final, fue la segunda postura la que se impuso: Maduro amañó las elecciones y terminó jugando con las esperanzas de todos los venezolanos. Pienso que nadie coherente creerá en el triunfo “legítimo” de Maduro; el fraude fue abismal y grosero. Me es imposible creer que más del 50% de los venezolanos voten por un personaje que los tiene en la miseria. Cuando la situación económica, social y política está tan mal como en Venezuela, un cambio es indispensable; la población evidentemente no iba a votar por prorrogar el nefasto mandato de Maduro.
El triunfo de Edmundo Gonzales llegó a ser aplastante, según la información que maneja la oposición; hablamos de un 70% de apoyo de la población venezolana. Maduro no es alguien popular; nunca lo fue. Desde su primer mandato se “denunció” un posible fraude. Su primera elección la ganó con un margen muy pequeño, que se amplió en estas elecciones. Después de toda la crisis y miseria, sin duda algo no anda bien.
El fraude y las trampas chavistas siempre estuvieron sobre la mesa; sin embargo, el régimen dio “señales” de buscar una salida al poder y conseguir un “exilio dorado”. Todo esto empezó a partir de los “acuerdos de Barbados”; se quitaron las sanciones petroleras a Venezuela a cambio de garantizar unas elecciones “justas”. Todos sabemos cómo terminó esto: otro fracaso de la administración Biden.
Respecto a los que han reconocido la victoria con fraude de Maduro, encontramos diferentes tipos de países, ninguno “occidental”. Hablamos de países africanos, de nuestra región, países europeos pobres, y de China y Rusia. Respecto a estas dos potencias, la Venezuela de Maduro no es un aliado “ideológico”, sino meramente estratégico. Hace ya mucho tiempo que Rusia y China han dejado las ideas “socialistas” y de izquierda atrás; eso explica su crecimiento, principalmente del “gigante asiático”. Reconocer el triunfo de Maduro es un acto geopolítico, un acto en contra de los intereses de “Occidente”; es una forma de buscar otros aliados y crear nuevos “círculos de poder”. Tanto Rusia como China han buscado formar buenas relaciones con países no “occidentales”, para tener un grupo de países aliados y poder oponerse a los intereses de los países democrático-occidentales.
También hay grupos de países ideológicamente cercanos a Maduro que han reconocido su triunfo sin dudar; este es el caso de los países africanos y latinoamericanos. Países que apoyan el socialismo, pero que no son prósperos o están en crisis, una situación similar a la de Venezuela; en este grupo de países encontramos, desgraciadamente, a Bolivia.
Finalmente, están los países en crecimiento y con cada vez más influencia, que actúan de manera diplomática muy inteligente. Tenemos en ese grupo a Qatar y Arabia Saudita, países en crecimiento y con cada vez más influencia, que en temas de geopolítica se muestran siempre neutrales, buscando tener buenas relaciones con la mayor cantidad de países. Prima el “interés económico”; en este caso, hay un interés petrolero de por medio.
Como dije, las potencias occidentales o las “grandes democracias” no han reconocido el triunfo de Maduro, y es lo más lógico; ni siquiera tiene las actas para probar su victoria. Lo que se ha visto en estas elecciones es uno de los fraudes más grotescos de la historia del continente. En términos nacionales, me atrevería a decir que es más “grosero” que el realizado por el MNR en el doble sexenio o el de Pereda Asbún.
- FABIÁN FREIRE
- Escritor. Estudiante De Ciencias Jurídicas. Columnista En El Diario.
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