LUIS ANTEZANA
El Modelo Económico social comunitario, de origen ya anotado, es prácticamente desconocido por la opinión pública. Es, en realidad, un secreto de Estado, apenas difundido y, cuando más, se publicó en una revista oficial de escasa circulación. Su existencia está limitada a esferas oficiales y aun allí no ha sido leído.
El economista Antonio Saravia se encargó, finalmente, de actualizarlo, pasados veinte años de ser elucubrado por Luis Arce C. Mostró al país algunos, no todos, aspectos de su contenido que ofrece “sentar las bases para la transición hacia un nuevo modelo de producción socialista” en el que “el Estado tiene que ser todo, planificador, empresario, inversionista, banquero, regulador, producto de desarrollo”.
El corazón de esa primicia explica que “los excedentes económicos que se generan en el país es preciso distribuirlos en función de la necesidad social”. Para cumplir ese ideal es necesario que el Estado se apodere de la economía, para apoderarse de los excedentes y redistribuirlos.
Ese Modelo comprende dos pilares, el primero o “Sector estratégico”, (hidrocarburos, minería, electricidad, etc.) del cual el Estado debe adueñarse, mediante las nacionalizaciones, y así apoderarse de los excedentes que produce. Y el segundo es el “Sector generador de ingresos y empleo (industria, turismo, agricultura, etc.).
Una vez “capturado” el primer sector mediante las nacionalizaciones, así como de los excedentes que genera, el Estado redistribuye una parte de esos excedentes al segundo sector a través de inversión o empresas públicas y otra parte de los excedentes los redistribuye a la población, o “demanda interna”, por medio de los bonos.
Acto continuo, el Estado redistribuye una parte de dichos excedentes. Enseguida el segundo sector funciona a través de inversiones o empresas públicas, cuyos excedentes son distribuidos a la gente por medio de bonos, etc.
Por tanto, el “Sector estratégico” consiste en tener en su poder el sector primario exportador. Hasta ahí, todo objetivo, hay plata. Pero, si en este sector no hay exportaciones ni demanda, ya no hay dinero. Entonces, el Estado benefactor se queda, ipso facto, con los bolsillos vacíos, vale decir, carece de excedentes para la repartija ante la necesidad social.
Hasta ahí la ingeniosa fórmula de don Lucho, pero enseguida viene la práctica, que es la única que puede comprobar si la idea es correcta y viable, sin que valgan las críticas de los opositores o los elogios de amigos.
Veamos la práctica. En efecto, en el año 2006 las exportaciones de gas llegaron a 1.700 millones de dólares, cuando por entonces el precio del petróleo llegaba a 66 dólares el barril. Ese año se nacionalizó el petróleo.
Enseguida, el petróleo se disparó para arriba y en 2014 se duplicó su precio y alcanzó a 108 dólares el barril. Entonces, nuestros ingresos por exportaciones de gas se triplicaron, sobrepasando los 6.000 millones de dólares, enormísima cantidad de dinero que jamás habían conocido los administradores de los caudales de las arcas del Estado boliviano.
Pero, no hay dicha que dure cien años, En 2015 el petróleo tuvo un bajón hasta 40 dólares el barril y nuestros ingresos por exportaciones se derrumbaron a 3.700 millones de dólares. Es más, en 2020, esos ingresos de divisas bajaron más aún, hasta los 1.600 millones de dólares, nivel catastrófico que no se registró ni en 2006.
Entonces, la práctica demostró que la teoría milagrosa no solo era errónea, sino falsa. En efecto, el Estado Plurinacional dejó de tener dinero para distribuir los excedentes en bonos, corrupción, “elefantes blancos”, etcétera e inclusive para pagar salarios a 500 mil burócratas que había empollado. ¡Se acabó la plata! ¡La billetera estaba vacía!
Entonces, el Ministro de Economía desenterró la barita mágica para resolver el embrollo y así poder atender la demanda interna. Habían pasado nueve años de bonanza, derroche, corrupción, aviones, helicópteros, Bulo Bulos, etc. Es más, no se aprovechó la época de las vacas gordas y el país estaba igual o peor que en 2006.
En términos numéricos, en 2008 el superávit fiscal llegó al 4,5 por ciento del PIB. Enseguida, entre los años 2007 y 2014 el superávit fiscal llegó al 0,8 por ciento del PIB, o sea era el momento para cuidar los bolsillos. Entonces, como la teoría era falsa, el superávit creció súbitamente al 7,5 por ciento entre el 2015 y el 2019. Los países compradores de gas y otros no pagaban –la vaca lechera de Bolivia dejó de producir el líquido perlático.
¡Sobre mojado, llovido! La deuda externa casi se duplicó, llegando a 11.000 millones de dólares en 2019. Por otro lado, las RIN que llegaron a más de 15.000 millones de dólares en 2014, cayeron a los 6.400 millones de dólares en 2019. Además, al presente, nuestra deuda interna pasó de 14.000 millones de dólares y así la deuda pública total sobrepasó el 70 por ciento del PIB. Por tanto, sumadas deuda externa y deuda interna, el país debe en total ¡¡casi 30.000 millones de dólares!!
Durante los 14 años del gobierno de Evo Morales y Luis Arce C., con el “Modelo Económico Social Comunitario Productivo” en ristre, se desaprovechó la etapa de mayor prosperidad económica de la historia de Bolivia, basada en el increíble ingreso de divisas por exportación de materias primas. Entre los años 2006 a 2019, entraron al país, por venta de gas, ¡¡más de 47.000 millones de dólares!!, o sea cuatro veces el PIB de 2006.
¿Qué quedó? Corrupción, deudas, control de precios, 500 mil burócratas insensibles y satisfechos, desempleo, colapso de la minería, industria, agricultura, aviones, helicópteros, Fondioc… Según análisis del economista Antonio Saravia, el economista Rómulo Chumacero calcula que el PIB per cápita anual entre el 2006 y el 2016 pudo haber sido 2 a 4,7 por ciento mayor con otro modelo.
Pero ese fracaso, en vez de ser reconocido y corregido, se lo repite. Se mantiene la política económica anterior. Solo se gasta y se endeuda aún más al país. Sigue el despilfarro y se lo encubre con la cortina de humo tóxico de la persecución judicial o el proceso a la expresidenta Añez, método que cae como anillo al dedo. De ahí que la operación del Modelo Económico Social Comunitario fue un “éxito”, pero el enfermo ha muerto. O como dijo Víctor Paz Estenssoro: “Bolivia se nos muere”.
LUIS ANTEZANA ERGUETA
Escritor e Historiador
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21