Corría el primer lustro del siglo XXI en Bolivia y en tan corto periodo de tiempo, se habían sucedido cinco presidentes en el gobierno, Carlos D. Mesa Gisbert fue uno de ellos, su mandato duró apenas un año y siete meses, debido en parte, a la convulsión social recurrente en la que se pierde la historia del país. La inestabilidad social, política y cultural creada a partir de organizaciones políticas en la región, minaron la moral y el ánimo del reconocido periodista que dimitía el 6 de junio de 2005. En su última alocución como mandatario del Estado, “exhortó” a los presidentes de las cámaras del poder legislativo, a declinar en la sucesión constitucional, obligándolos prácticamente a dar un paso al costado, logrando que el presidente de la Corte Suprema de Justicia asuma la primera magistratura de la República, con el único fin de convocar a elecciones anticipadas.
1969 marcó el inicio de una de las carreras más importantes en el ámbito de la comunicación en Bolivia. En una época en la que el periodismo carecía de elementos y fundamentos técnicos, los precursores habían creado una verdadera escuela invisible de aprendizaje continuo. Carlos D. Mesa Gisbert tuvo la fortuna de trabajar en su origen con el reconocido periodista Lorenzo Carri, en Radio Universo, acompañándolo grabadora en mano a conferencias y otras actividades que debían ser cubiertas.
Para 1976, Mesa realizaba su propio programa: “25 minutos con el mundo”, que se emitía a primera hora de la mañana (06:00). Posteriormente pasó a Radio Cristal, perteneciente a Mario Castro, donde condujo los programas “Color en Cristal”, “Caminata” y “Ómnibus”. En este periodo conoció a Amalia Pando y Mario Espinoza, quiénes a la postre se convertirían no sólo en sus más grandes amigos, sino que también terminarían como socios de uno de los más ambiciosos proyectos de la comunicación contemporánea.
Hasta aquí, todo marchaba sobre ruedas, Carlos Mesa no había sido ni “de cerca” un periodista explosivo que se distinguiera del resto. Su juventud y templanza, de una personalidad sobria, casi timorata, lo mantenían dentro de un rango medio. Para el año 1983, Julio Barragán, gerente del canal estatal, junto a Carlos Soria Galvarro, le ofrecieron la oportunidad de conducir un programa de entrevistas llamado: “De Cerca”, el mismo estuvo bajo la conducción de Mesa durante los próximos 17 años de forma ininterrumpida.
Gracias al programa “De Cerca”, la figura de Carlos D. Mesa Gisbert fue creciendo, las entrevistas a políticos nacionales e internacionales, dirigentes, líderes de opinión y muchos otros, le valieron un reconocimiento significativo, posesionándolo como un referente del periodismo nacional, logrando ampliar su círculo de influencia. Para 1990, junto a Mario Espinoza, Amalia Pando y Ximena Valdivia, fundó la productora Periodistas Asociados Televisión (PAT), que para 1998 estaba consolidada como un medio de comunicación a nivel nacional. Su carrera como periodista fue, sin lugar a dudas, una sumatoria de aciertos y oportunidades bien aprovechadas, convirtiéndolo en un personaje reconocido, aspecto que no pasaba desapercibido para el poder político.
Para febrero de 2002 y tras un prolongado y rotundo no, finalmente Carlos D. Mesa Gisbert daba el sí, anunciando al país, que aceptaba la invitación hecha por el líder del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), para ser acompañante a la vicepresidencia en las elecciones del mismo año. Según declaraciones de Amalia Pando (2003), “Mesa no solo rifó en la política su propia credibilidad, sino también la de su canal”. Años más tarde sería él mismo Carlos Mesa en su libro “Presidencia Sitiada” quién reconocería que: “Lo mejor para Goni y para el MNR era que yo no fuese candidato”.
Gonzalo Sánchez de Lozada, que había confiado en Carlos de Mesa para ser su vicepresidente, comunicaba en mensaje a la nación lo que terminaría ocurriendo años más tarde: “No es posible que se reemplace la democracia con una dictadura sindical, no es posible que se destruya lo que ha sido construido por el pueblo de Bolivia. Lo van a barrer para crear un nuevo autoritarismo. Una nueva dictadura que va a enfrentar región con región, clase con clase, etnia con etnia. Quiero decirle a Evo, al Mallku y a toda esta gente que se han unido para traer violencia, sangre a la familia boliviana, que no van a tener éxito […] no van a poder tomar el gobierno en un golpe, en una sedición, financiado desde los intereses más bajos del mundo, para destruir nuestra democracia”.
En el documental “Presidencia Sitiada” – Memorias de mi gobierno, Carlos Mesa relata: “El Presidente me pidió ir a almorzar a su casa para hacer un análisis de la situación. Me reuní a solas con Gonzalo Sánchez de Lozada durante cuatro horas y media. Me dijo: Bolivia está en un momento decisivo de su historia. La democracia boliviana está en el límite de su hundimiento, puede ser totalmente destruida por sectores de antisistema, por sectores que se están organizando y se están armando, que quieren destruir la democracia, para construir un Estado totalmente distinto”.
El 17 de octubre de 2003, el Congreso Nacional de Bolivia aprobaba la renuncia del hasta entonces Presidente Constitucional Gonzalo Sánchez de Lozada, para juramentar a su vicepresidente, quien se había encargado en todo momento de mantener bajo perfil en los conflictos de febrero y octubre. Se infiere, de las declaraciones de Mirtha Quevedo y otros líderes de la época, que Carlos de Mesa habría sido parte de la conjura promovida por el socialismo del siglo XXI que derivó en la caída del gobierno de Sánchez de Lozada, dándole a la administración del gobierno un nuevo rumbo y tratando – el flamante presidente – en todo momento, ser “políticamente correcto”, al mejor estilo del Mesa periodista.
“El poder está íntimamente vinculado a la naturaleza de quiénes lo administran y por supuesto a su contexto personal y su circunstancia. Cada historia individual es la construcción de elementos que pueden explicar, a veces mejor que cualquier teoría social, lo que hace un hombre” (Carlos D. Mesa G.; Página Siete, 25, abr, 2010). Se ha escrito bastante respecto a este tema, tratando de precisar las circunstancias que motivaron a Carlos de Mesa a tomar las decisiones personales de su gobierno y que serían, en definitiva, las que marcarían la personalidad del Mesa político.
El ascenso de Carlos de Mesa al poder no significó que los problemas se aplacarían automáticamente. La convulsión social, las protestas y la violencia continuaban su espiral ascendente. El menosprecio hacia los parlamentarios hizo que perdiera su apoyo, por lo que decidió volcarse a las calles a través de lo que mejor conocía, los medios de comunicación. La estrategia de usar la renuncia como amenaza comenzó a operarse. El 11 de diciembre de 2003 en un encuentro de mancomunidades en Puerto Pérez (La Paz – Bolivia), señaló en su discurso “políticamente correcto” que: “nada lo ata al poder” y que, para él, “el poder no es un afrodisiaco”.
A partir de entonces el fantasma de la renuncia comenzó a rondar en palacio, probablemente como una estrategia de su equipo de asesores, optimistas de que la popularidad del 80% sería suficiente para poder concluir su mandato. Para enero de 2005, en una transmisión televisiva Carlos de Mesa denunciaba: “No me dejan gobernar, no me dejan gobernar”, en alusión a grupos de El Alto y de Santa Cruz, esta última le dio la espalda al referirse a sus líderes como provincianos.
El 6 de marzo de 2005, en mensaje televisado a nivel nacional, Carlos D. Mesa Gisbert anunciaba a la población, que había remitido su carta de renuncia al Congreso de la Nación, señalando que resultaba intolerable el acorralamiento al que era sometido su gobierno. “A usted Evo Morales, no le importa la producción […] Venga usted a gobernar y verá lo que es la administración del Estado”. La renuncia no fue aceptada por el Congreso y Carlos de Mesa recuperó el control. El show mediático había resultado mejor de lo previsto a pesar de que el efecto, no duraría por mucho tiempo.
El 16 de marzo Mesa propuso el adelantamiento de elecciones, anunciando que, si su propuesta no era aceptada, él, se iría. La posibilidad de que pueda renunciar dejaba en ascuas a la población, a pesar de que en sus declaraciones manifestaba todo lo contrario. “No voy a rehuir a mi responsabilidad de quedarme como presidente constitucional de la República” (El Deber; 18, mar, 2005). Una sensación de vacío de poder comenzó a cernirse en el país, lo que provocó que diferentes sectores se vuelquen nuevamente a las calles exigiendo respuestas.
El Senador Hormando Vaca Díez, tuvo la decisión y coraje que le faltó a Carlos de Mesa para promulgar la Ley de Hidrocarburos (en conflicto), que a la postre fue una de las múltiples causas que motivaron que el 6 de junio de 2005, mediante mensaje a la nación, el Presidente Constitucional de Bolivia dé a conocer su renuncia al cargo. Según Martin Sivak “Mesa estuvo a punto de retirar su renuncia con el argumento de que el Congreso no podía tratarla, tratando de quedarse a conducir el proceso electoral”. La apuesta de Mesa había sido demasiado alta, al verse obligado a develar sus cartas, se dio cuenta de que el “bleff” no le iba a dejar ganar todo el tiempo.
Aquel periodista en apariencia culto e intelectual, vestido siempre de traje y corbata, de voz serena y verborrea galvanízante que desnudaba las debilidades y carencias intelectuales de sus ocasionales invitados, desapareció en el instante en que hizo su aparición el político, el hombre tras el poder. Lo que vino luego fue una agonía lenta y compleja, de apariciones intermitentes, pero siempre, manteniendo por bandera la “corrección política”, tratando de mostrar la imagen del periodista, con un discurso pensado, fríamente calculado, un guion sobre el cual debía regir su conducta y dar sus pasos, que finalmente fue una interpretación que nadie quiso ver.
Ese camino en el que intentó caminar y en el que nunca pudo descubrir que el poder de la palabra sucumbe ante el poder de los hechos, de la calle. Que allí donde el profeta evoca sus deseos más íntimos, no deja escuchar al mundo el eco de salmos y plegarias que tiene el deber de compartir. Entender que despojarse del ego sirve para sincerarse, para romper moldes y prejuicios, apartarse de dogmas y paradigmas, ser auténtico y disfrutar una vida plena, le hubiese resultado de gran ayuda.
La vida no brinda segundas oportunidades y la primera, marcará sin ninguna duda, el resultado de las acciones que se tomen por el resto de la vida. A tiempo de terminar, permítanme recordarles que: “Estamos acostumbrados a ver al poderoso como si se tratara de un gigante, esto es, porque nos empeñamos en mirarlo de rodillas y ya va siendo hora, de ponerse de pie”.
- CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
- ESCRITOR. DOCENTE UNIVERSITARIO. DIVULGADOR HISTÓRICO. MIEMBRO DE LA SOCIEDAD DE ESCRITORES DE BOLIVIA.
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