El proyecto boliviano

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El proyecto boliviano es el sueño de progreso y desarrollo que anhelamos, una visión de ir más allá y abrirnos al mundo. Este sueño debe transformarse en una lucha política contra la opresión del gobierno central, con cada departamento defendiendo sus derechos.

La seguridad, libertad y prosperidad son sinérgicas, no conflictivas. Aunque formular políticas concretas es complejo, la libertad requiere seguridad, la seguridad necesita libertad y el bienestar depende de ambas. Juntas, crean un espacio democrático y desarrollado, donde se respeta la dignidad humana y se educa a los niños para una vida libre, no para el fanatismo de la destrucción y de la muerte.

Existen formas de vida mejores dentro y fuera de nuestras sociedades y familias. El esfuerzo de superación interno debe también exigirse externamente, ya que las fronteras son cada vez menos efectivas. Solo así podremos integrarnos al mundo.

Me niego a canjear libertad por seguridad o seguridad por prosperidad, pues siempre es un trato perdedor para quién lo acepa. Una nueva Bolivia con Estado de derecho, libertad y unidad, donde el pueblo defiende su modo de vida frente a las amenazas, resulta en programa político coherente y exitoso.

La trágica historia de Bolivia nos enseña que debemos construir un futuro de seguridad, libertad y progreso económico y social. Una experiencia que debemos hacer nuestra sobre lo que se debe sentar la acertada convicción de que los logros que anhelamos van a ser el fruto del esfuerzo de nuestra sociedad que trabaja para conseguirlos y para mantenerlos. Es un error creer que libertad, seguridad y progreso son bienes naturales garantizados. Bolivia debe despertar de esta ilusión y adaptarse a nuevas circunstancias, reconociendo las amenazas reales a la seguridad más allá de las que el propio gobierno se inventa con no se sabe bien qué oscuras intenciones.

No podemos vivir en la ignorancia. Tenemos enemigos reales de la libertad y la razón, no creados por falta de diálogo, sino por su propio fracaso cultural. Su fuerza radica en el fanatismo y el odio, despreciando la vida. Su objetivo es destruir violentamente todo lo que nos define como nación, incluyendo nuestra libertad religiosa, valores y normas de conducta y tolerancia.

Como sudamericanos y bolivianos, enfrentamos dilemas estratégicos, políticos y de integración cruciales. Es imprescindible elegir cómo abordar nuestros problemas y proceder a un urgente rearme moral, como el país nos ha reclamado. Esto lo digo como político y ciudadano.

Es difícil precisar cuándo Bolivia comenzó a perder las bases de su proyecto regional, pero sabemos que el debilitamiento del vínculo regional ha sido crucial. Este vínculo fue esencial para la reconstrucción de los Estados de Sudamérica tras las guerras de independencia y para nuestro modelo social. Restaurar este vínculo es esencial para fortalecer nuestra identidad y valores, y requiere un esfuerzo colectivo basado en la mejor tradición cultural boliviana, con esfuerzos y sacrificios.

Las viejas categorías de derecha e izquierda ya no bastan. Debemos ayudar a adaptar el proyecto boliviano al siglo XXI rápidamente y con el menor trauma posible. Sin un gran ejemplo en ninguna figura nacional, debemos comprometernos con la libertad, prosperidad y seguridad de Bolivia, Sudamérica y nuestro continente

Es por eso que yo propongo un:

GOBIERNO DE UNIDAD BASADO EN 5 POLÍTICAS DE ESTADO

Las políticas de Estado no cambian aunque cambie el gobierno, marcan el rumbo del país.

1. Nueva relación de los ciudadanos con el Estado, basada en la confianza, la credibilidad entre gobernantes y gobernados, ampliando y fortaleciendo el proceso de reconciliación nacional y democrática del país. Sin impunidad para la corrupción y los delitos. Con libertad de expresión y de libertad de prensa. Respeto mutuo entre todos.

2. Política de gestión económica y responsabilidad fiscal. Fortalecer la producción nacional con visión exportadora. Estado y sector privado deben colaborar para el desarrollo del país. Reconstrucción económica profunda con reformas de raíz, respetando la vida, libertad y propiedad privada. Promover la economía de mercado y libre empresa, detener el déficit fiscal, liberar precios. Donde se comprenda que el estatismo en la economía es el virus más letal. Y asegurar la seguridad jurídica e institucionalidad con independencia del Banco Central y la justicia .

3. Política exterior. Bolivia debe ser un país de integración regional con visión exportadora y comercial, estructurando cadenas de suministro para la producción nacional y regional. No debe apoyar dictaduras comunistas ni regímenes totalitarios, y debe condenar la violación de derechos humanos. Esta política exterior debe construir un gobierno basado en los derechos humanos.

4. La política debe centrarse en la separación de poderes y el respeto a los derechos individuales, priorizándolos sobre cualquier aspiración colectiva. Se debe penalizar severamente la cultura del bloqueo, que viola el derecho de tránsito y propiedad privada. Es esencial retornar y respetar los principios políticos de la República Boliviana.

5. La política de seguridad interna y externa debe basarse en la cooperación regional entre agencias de seguridad. Es crucial luchar contra el narcotráfico, el crimen organizado y los delitos transnacionales como la trata de personas, la esclavitud moderna y el tráfico ilegal de armas y órganos.

UN PROYECTO AL SERVICIO DEL PAÍS

Vivimos un tiempo de ambos esperanza y conflicto.

En ese aspecto nuestra tesis es una y es clara, el socialismo es malo y el capitalismo de mercado libre de intervención es bueno, es la única opción.

Gracias al capitalismo cada vez hay menos pobreza en el mundo. Cuando arrancó el capitalismo había en el mundo un 95% de pobreza que vivía con menos de un dólar diario, hoy ese número es menos del 8%.

Es importante juzgar al socialismo por sus resultados no por sus intenciones. Hay varias definiciones clásicas de socialismo necesarias conocer para entender a plenitud nuestra visión: Según Misses: Socialismo es todo sistema en el cual los medios de producción están en manos del gobierno. Según Hoppe: Es todo sistema de agresión institucional contra el derecho de propiedad. Y según Jesús Huerta del Soto economista español de la escuela Austriaca lo define como: Todo sistema de agresión institucional en contra del libre ejercicio de la función empresarial, definición centrada en la acción humana. Es decir, el socialismo es el ejercicio coaccionado contra la libertad humana a través del Estatismo.

El Estatismo sobre la economía es el virus más letal.

El socialismo es totalitario porque sin propiedad privada no hay libertad de expresión, movimiento ni otras libertades humanas. La “función económica social” no debe limitar la propiedad privada según los intereses del gobernante. Esto aplica a todos los tipos de socialismo, incluyendo la socialdemocracia y su intervencionismo estatal, que impiden el libre comercio y la acción libre entre personas.

Todos somos libres en nuestras mentes, pero para expresar y llevar a cabo nuestras ideas, necesitamos libertad y propiedad privada. La libertad de expresión requiere de una base material: medios de comunicación, papel, tinta, imprenta, dispositivos electrónicos y logística. Sin estos bienes materiales, controlados por el Estado, nuestra capacidad de comunicar y actuar libremente se ve limitada y lo mismo pasa con la publicidad.

No es necesario censurar directamente; el Estado puede controlar la prensa y los medios económicos, nacionalizando el papel y los repuestos, o mediante coerción y amenazas. Así, solo sus aliados reciben recursos, privando a la libre expresión de su base material. Si todos los medios de producción son del Estado, ¿a dónde vas si no te gusta tu trabajo?

Si todas las empresas son del Estado o dependen de él, la libertad queda a merced del gobernante. Este decide qué libros se editan, qué se enseña, qué se exporta y en qué cantidad, qué conferencias y religiones se permiten. Sin propiedad privada, no hay libertad, ya que esta necesita una base material. La libertad política y económica también requiere esta base material. En un sistema donde todo está controlado por el Estado, cualquier acción necesita autorización administrativa. Por tanto, el socialismo no puede ser libre, porque desde el momento que se debe pedir permiso para hacer algo no existe libertad.

El socialismo es explotador, el capitalismo no.

Cuando los socialistas critican el libre mercado, no es por el uso del dinero, sino por cómo se genera sin intervención estatal, lo que les impide obtener una comisión política de la transacción. Las sociedades socialistas financian obras públicas pagando menos a los obreros, resultando en bienes públicos costeados a expensas del salario real de los trabajadores. Utilizan herramientas como la inflación y limitaciones salariales para pagar menos de lo que los trabajadores merecen.

En el capitalismo de libre mercado, el trabajador recibe lo que merece sin intervención estatal. En el socialismo, hay explotación forzada unos colectivos a otros y los privilegios de la clase gobernante se financian pagando menos a los trabajadores. Los salarios no son libres y se fijan políticamente, resultando en una explotación donde unos ganan más y otros menos de lo que deberían. El socialismo es injusto porque no da a cada uno según su mérito, igualando salarios y aumentos anuales predeterminados políticamente, los salarios, las recompensas, los premios son asignados por méritos de afinidad política; así el socialismo es injusto porque no premia a las personas por lo que hacen sino que da a todos igual, y no existe nada más injusto que tratar, económicamente hablando, igual a los desiguales. Como poner la misma nota a todos los estudiantes independientemente de lo que hagan, independientemente de lo que trabajen, si aprobamos indistintamente a aquel que no trabaje, que esté durmiendo en clases con la misma nota de quién estuvo trabajando en clase, que se esfuerza, que se levanta a su hora, que cumple sus deberes y su rendimiento es por tanto mayor que el otro es absolutamente injusto. El sistema que retribuye y premia a todos por igual, ese sistema es en esencia radicalmente injusto.

Por eso al socialismo no le importa en qué se gasta tu salario, sino cómo se obtiene el dinero, el sistema socialista es el sistema más explotador que existe.

La injusticia del socialismo radica en su uso de medios políticos y coercitivos. Al forzar a las personas a actuar o impedirles hacerlo mediante violencia ilegítima, se crea un sistema injusto que no permite a las personas actuar según su criterio, sino que las obliga y restringe su libertad de movimiento.

La planificación de la vida de los demás, con un ministerio superior que decide, impide la libertad individual. Este sistema fuerza a las personas a supeditarse a una racionalidad superior, limitando su capacidad de vivir, expresarse y pensar libremente. Es un sistema injusto desde su origen.

El socialismo es un sistema imposible porque no puede calcular económicamente. Sin propiedad privada efectiva, no hay precios reales, y sin precios, no hay cálculo económico. Esto hace que el sistema se derrumbe. A principios del siglo pasado, estudiosos como Boris Brutskus, Max Weber, Nicolás Pierson y Ludwig von Mises concluyeron que, aunque el socialismo fuera ético o justo, no puede existir porque no puede sostenerse sin la libre actuación empresarial y la formación de precios.

El capitalismo es el único sistema que puede calcular, estableciendo precios y beneficios que guían la inversión. Sin restricciones estatales, el capital se invierte de la mejor manera posible. Los precios indican qué, cuánto, cuándo, cómo y dónde producir, así como la calidad y quién debe hacerlo. Esto permite un cálculo económico eficiente, haciendo del capitalismo el único sistema racional de producción.

El capitalismo, inicialmente impopular por destruir privilegios de nobles y terratenientes en favor de campesinos y productores, ha demostrado su superioridad moral y material al sacar a millones de la pobreza. Hoy, incluso los izquierdistas más radicales no pueden criticarlo sin disfrutar de sus beneficios, mientras sus votantes permanecen en pobreza relativa o prosperidad moderada.

Estamos acostumbrados a entender la pobreza al revés, la humanidad vivió en extrema pobreza durante miles de años. Europa, hasta el siglo XVIII, sufría hambrunas frecuentes. Cuando había hambruna en las costas del Atlántico de España y había comida en Alemania no había forma física de llevar esa comida a España. El capitalismo, surgido a finales del siglo XVIII, permitió la acumulación de capital y la mecanización, aumentando la productividad y riqueza, lo que diferencia un país rico con un país pobre, es básicamente la dotación de capital por cápita. La diferencia entre un campesino suizo que no tiene pobreza y uno boliviano que es pobre radica en la propiedad de la tierra y el uso de tecnología. Esa multiplicación de esfuerzos se traduce en mayor producción y acumulación de riqueza. En cambio el campesino boliviano sigue trabajando como trabajó siempre, es decir la forma no capitalista, no capitalizada. El capitalismo ha reducido la pobreza global, expandiendo lentamente la riqueza, incluso en países con gobiernos socialistas.

Cuba en el año 1958 tenía la renta per cápita de Francia y la de Austria, tenía el doble de renta que Italia y el doble de renta que España, hoy compite con Honduras y Bolivia en los últimos puestos a nivel latinoamericano, ese es el logro del socialismo.

En 1960, Sudán y Corea del Sur tenían la misma renta. Sudán se mantuvo igual, mientras que Corea del Sur adoptó el capitalismo, multiplicando su renta por 30. Hoy, Corea del Sur tiene una renta comparable a España o Francia, mientras Sudán sigue igual. Esta es la solución a nuestro retraso bicentenario.

Capitalismo, ahorro y trabajo duro no hay otra cosa.

Nuestra sociedad está en agonía. Lo que observamos son los últimos vestigios de decadencia y putrefacción, visibles para todos.

Una Bolivia distinta va a ser imposible repitiendo los mismos errores. No podemos pretender resultados distintos haciendo siempre lo mismo, es irracional dejar la solución de los problemas en manos de quienes los generaron en primer lugar. Por eso los únicos que proponemos una solución verdadera somos nosotros los liberales que proponemos un cambio de 180°, para llegar a los valores de la libertad, y que esto sirva para ponernos de pie y que de acá a 20 años seamos por primera vez en nuestra historia un país competitivo y un destino de inversión y prosperidad.

El poder absoluto, como dicen, corrompe absolutamente, por eso la historia de la democracia liberal es, en buena parte, la historia de la imposición de límites creativos al Estado.

Promovemos el retorno a la República de Bolivia, defendiendo el derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada, basados en el respeto al proyecto de vida del prójimo y los principios de no agresión. Aunque las elecciones y la separación de poderes limitan el poder estatal, no garantizan una vida libre para todos. Para proteger a las minorías del Estado y de la tiranía de la mayoría, es esencial reconocer una esfera de la vida donde todos puedan actuar libremente sin preocuparse por la opinión de los demás.

El gobierno masista no es el gigante invencible; es solo un grupo de personas perteneciente a una élite. Si fuera tan poderoso, no necesitaría imponer un único lineamiento de conducta, especialmente en la educación de los niños, ni implantar una sola línea de pensamiento y desarrollo en la mente de todos, una sola vía de prosperidad que para ellos es la del Estado.

El fracaso de este gobierno, cuya supuesta superioridad es imaginaria, radica en delegar a una élite política la resolución de conflictos. Esta élite ha demostrado ser peor que cualquier ciudadano común, sin importar su oficio o profesión.

No olvidaremos nunca que el socialismo no puede funcionar independientemente de que fueran ángeles los que lo administren.

Los medios políticos socialistas imponen fuerza y coerción, mientras que el capitalismo se basa en intercambios libres donde ambas partes ganan. Es justo porque remunera a cada factor de producción según su valor, determinado por la percepción de los demás. A diferencia del socialismo, el capitalismo no explota, ya que paga lo que los compradores consideran justo. Nuestros productos y nuestro trabajo vale lo que las personas creen que vale, en todos los ámbitos, salarios y producción.

A diferencia de la propaganda socialista el sistema capitalista no es explotador porque le paga a cada factor de producción lo que los demás, los compradores, dicen que vale, no hay ningún tipo de explotación en eso.

El sistema marxista se contradice al afirmar que todos los sectores ganan lo mismo, pese a tener composiciones orgánicas de capital distintas y de ahí se deriva la tasa de explotación. Cada sector, como el eléctrico o el textil, tiene diferentes relaciones entre capital y trabajo, lo que según Marx, genera tasas de explotación distintas. Sin embargo, nunca se resolvió cómo con tasas de explotación distintas el beneficio es el mismo. La Escuela Austriaca concluye por tanto que el beneficio no depende de la explotación.

Por tanto, la única solución es el capitalismo que es justo, porque es el único sistema que existe de la no coerción porque se basa en el acuerdo libre entre las partes.

La otra alternativa es quedar en manos de un dictador que decida asignar recursos de unos para otros.

De todas las formas políticas la que proponemos es la más adecuada para promover el desarrollo económico y sus valores y no caer de manera irreversible en aquello que Hayek definió como el camino a la servidumbre.

Vamos a devolver la ilusión de que esto puede estar mejor, estamos claros de que hay que saber dónde ir, para poder llegar.

Vivimos una crisis social donde la alternativa al colectivismo romántico, promovido por radicales como Chomsky y Lewontin y adoptado por los gobiernos masistas, no es el «libertarismo de derechas». La verdadera solución radica en reconocer que la generosidad social surge de la lógica de la reciprocidad, distinta del reparto comunal de organismos sociales, familias y cultos ideológicos.

El Estado nunca será el principal innovador social por ser cortoplacista y demasiado adverso al riesgo; esa tarea recae en el sector privado y los emprendedores. El «Estado emprendedor» es una trampa ideológica. Sin embargo, el Estado debe estar al servicio de los individuos, los colectivos, los emprendedores, los exitosos y también de los menos privilegiados para evitar que el futuro de estos se perpetúe en un círculo social sin salida de la pobreza y el servilismo.

El sector privado, con su capacidad de innovación, velocidad y eficiencia, debe liderar la economía moderna, fomentando el multilateralismo y abriendo lazos comerciales y culturales con diversas regiones del mundo, así coordinar la innovación más revolucionaria y rompedora frente a la incertidumbre del futuro.

Libertad e igualdad ante la ley. Nuestro plan presenta al país medidas específicas, objetivos concretos, y estrategias para responder por qué el desarrollo del capitalismo social y popular es la única solución a los retos del nuevo milenio.

Estas medidas se traducen en las 5 políticas de Estado derivadas de nuestro plan, que serán la base de la conformación de la unidad política posible para la transformación del país.

  • MARCEL RIVAS FALON
  • Ex Director General De Migración
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