En un país donde los ciclos políticos parecen eternos y las alianzas se reconfiguran con la velocidad del viento, la reciente cercanía de Jorge “Tuto” Quiroga al Frente Revolucionario de Izquierda (FRI) podría interpretarse como otra jugada más en el tablero, pero también como una muestra clara de las sombras de nuestra democracia. Voltaire, con la agudeza que lo caracterizaba, nos dejó una frase demoledora: “La política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria”. Esta frase no solo resuena hoy, sino que golpea con dureza nuestra realidad política.
Si la política debe ser el arte de servir, ¿en qué momento se convirtió en el arte de sobrevivir a cualquier costo? La trayectoria de personajes como Tuto Quiroga es un ejemplo de cómo los discursos y los principios pueden moldearse al calor de las circunstancias. Un político que alguna vez se presentó como un férreo defensor del liberalismo y que hoy, con cierto pragmatismo, se acerca a un partido que históricamente abanderó ideales de izquierda. Por sí sola, esta jugada no debería ser condenada, porque la política también es diálogo y encuentro. Sin embargo, la pregunta crucial es: ¿dónde quedan los principios?
En Bolivia, los principios han sido muchas veces eclipsados por la necesidad de poder, y esto ha sido posible porque nuestra memoria es frágil. Cuando olvidamos quién dijo qué, quién hizo qué, y en nombre de qué, abrimos la puerta para que el cinismo gobierne. La memoria colectiva, esa que debería ser nuestro sostén y brújula moral, parece erosionarse con cada ciclo electoral. Los que ayer fueron adversarios irreconciliables, hoy se abrazan bajo la bandera de lo “posible”. Los ciudadanos, acostumbrados a estos cambios, observan el escenario con resignación o, peor aún, con indiferencia.
El acercamiento de Tuto al FRI no es un hecho aislado. Es síntoma de una política que ha perdido su vocación ética y que ha encontrado en la desmemoria de los pueblos su mayor herramienta. La frase de Voltaire, más que un juicio, es una advertencia: si permitimos que los principios sean reemplazados por la conveniencia y la memoria por el olvido, terminaremos siendo gobernados no por líderes, sino por oportunistas.
Pero hay algo más peligroso aún: que los ciudadanos aceptemos este juego sin cuestionarlo. Que naturalicemos la incoherencia como si fuera parte inevitable del quehacer político. No lo es. La política, en su mejor versión, es compromiso con la verdad, con la historia y con el futuro. Si perdemos eso, nos condenamos a repetir los mismos errores, una y otra vez.
Por ello, más que señalar a los actores del tablero, es necesario volver a las preguntas fundamentales. ¿Qué principios guían hoy a quienes aspiran a dirigirnos? ¿Qué memoria sostenemos los ciudadanos frente a las promesas incumplidas, los cambios de discurso y las alianzas inesperadas? Si no nos hacemos estas preguntas, seguiremos siendo un país conducido por hombres sin principios, porque hemos elegido ser hombres sin memoria.
La política no tiene por qué ser el terreno del cinismo. Puede ser, todavía, el espacio donde el compromiso con los ideales y con la gente prevalezca. Pero para ello, la memoria debe ser nuestro escudo y la exigencia ética, nuestra demanda constante. Porque solo así, como ciudadanos, podremos resistir las sombras que nos advierte Voltaire y exigir que quienes nos gobiernan sean algo más que sobrevivientes en el poder.
Que el acercamiento de Tuto al FRI sirva, entonces, como una oportunidad para reflexionar sobre lo que aceptamos como normal en nuestra política. Que nos despierte, aunque sea un poco, de la inercia del olvido. La memoria, al final, es el único camino para no dejarnos dirigir por quienes olvidaron lo que significa tener principios.
- SERGIO PÉREZ PAREDES
- Coordinador de Estudiantes por la Libertad en La Paz, con estudios de posgrado en Historia de las ideas políticas y Estructura de discursos electorales.
- *NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21