El hambre no tumba regímenes, fortalece dictaduras

En la semana que termina, la segunda de marzo del 2025, Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos admitió lo que miles de bolivianos ya sabíamos: no hay liquidez para importar combustibles y abastecer la demanda de carburantes del país. Luego del anuncio, el propio Arce Catacora, en una conferencia de prensa, intentó convencer al país de que todo se trata de un pequeño problema que se podría solucionar con más créditos. Es decir, nos está pidiendo que los carburantes de hoy sean financiados con los impuestos del mañana.

Las redes sociales se llenaron de memes recordando el derrocamiento de Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre 2003. Frases como: «a Goni lo tumbamos por menos de esto», «vamos a repetir la Guerra del gas» y «vamos a tumbar a Arce Catacora» se leen en muros de Facebook y cuentas de X. La idea de un pueblo valiente «derrotando» al malvado presidente que quiso «regalar» gas a Chile sigue muy vigente en el imaginario colectivo del boliviano promedio.  Sin embargo, la salida de Sánchez de Lozada del poder no es ni motivo de orgullo, menos un triunfo que los bolivianos puedan festejar y reclamar como suyo, veamos:

La represión violenta de unas protestas pacíficas de ciudadanos comunes es uno de los mitos que sostiene la narrativa de la Guerra del gas. Empero, investigaciones muy sesudas, por ejemplo, El proyecto Amazon, elaborado por el DAS colombiano, reveló que las FARC tenían desplegados setenta efectivos en los sucesos de octubre 2003 y El Ejército de Liberación Nacional (ELN), léalo bien, quinientos combatientes.

Asimismo, el fallecido Felipe Quispe, El Mallku, dirigente indigenista, confesó en varias oportunidades la participación de milicianos entrenados en combate y uso de explosivos para, en sus propias palabras, sacar al gringo del palacio.

A Gonzalo Sánchez de Lozada no lo tumbaron las protestas ciudadanas, sino una fuerza combatiente que, además, había desarrollado toda una ingeniería de comunicación y manejo de la opinión pública en universidades, medios de comunicación y panfletos incendiarios, verbigracia, El juguete rabioso. Agregando a lo anterior, tampoco su salida es un motivo de celebración, sino de tristeza, puesto que Bolivia fue capturada por la franquicia delictiva del Socialismo del Siglo XXI.

Ergo, pensar que habrá una Guerra por la gasolina que tumbe a Arce Catacora y termine con el ciclo del Movimiento Al Socialismo es, por decirlo de manera amable, una simple ilusión, ya que los ciudadanos comunes y corrientes no tienen ni el entrenamiento ni los recursos que se usaron en octubre 2003.

Adicionalmente, hay otro elemento a considerar: todo lo que está sucediendo en Bolivia responde a un macabro plan de empobrecimiento de la población. Claro que no te lo dirán de frente, sino que usarán una carnada, el neolenguaje del que nos hablaron George Orwell y Friedrich Von Hayek. La pobreza deja de ser una penosa situación a ser superada para convertirse en una virtud revolucionaria; el robo de la propiedad ajena ya no es un delito, sino un plan de redistribución de la riqueza; la censura no es más una acción nefasta contra la libertad de pensamiento, sino una medida para proteger los intereses de la revolución; el adoctrinamiento desplaza a la educación, y las dictaduras pasan a llamarse «Gobiernos del pueblo».

Véalo de este modo, si ya se logró que las sociedades tengan la pobreza como objeto de culto, pues, la mitad del trabajo está hecho. Simplemente, serán elementos sumisos y obedientes de sus amos. Para verificar lo que digo vea lo que sucede en Cuba: las protestas callejeras terminan cuando llegan los camiones con un poco de pan, boniato y malanga, o Bolivia, donde muchos venden su votos y libertad por unas bolsas de fideos, gramos de arroz y una promesa de un puesto en el aparato burocrático.

Pero si el plan A fallara, quedan la opción de someter por el hambre, porque en un país donde el Estado es dueño de toda la riqueza, una simple protesta puede hacer que el valiente ciudadano termine atrapado en medio de la maquinaria dictatorial. El hambre no tumba regímenes, como muchos ingenuamente creen, sino que fortalece dictaduras.

  • HUGO BALDERRAMA FERRUFINO
  • ECONOMISTA, MASTER EN ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS Y PHD. EN ECONOMÍA
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21