JORGE ESPAÑA

Nadie sabe cómo lo metieron, nadie sabe qué es lo que hace ahí. Todos se niegan a reconocer que lo están viendo en medio de la sala y mucho menos, hay alguien que haga algo para quitarlo del medio.

Ayer leí una declaración en un medio digital: “El tema de los dólares no debería afectar a las farmacias, porque ellos son los que venden medicamentos que no elaboran, medicamentos que se importan (…) no entendemos en qué medida el propietario de una farmacia tiene dificultades con el dólar, porque ellos venden en bolivianos y pagan en bolivianos a las empresas farmacéuticas” (sic)

Un “ubicatex extra forte” es lo que necesita quien dijo semejante barrabasada.

Ningún comercializador o vendedor, pues, puede o tiene alguna obligación de cobrar un mismo precio toda la vida, solo porque paga y cobra en bolivianos. Si para que se produzcan o importen todos esos bienes se necesita cada vez más, una mayor cantidad de moneda nacional para que se convierta en dólares americanos.

Además, y no menos importante, porque el farmacéutico también es un consumidor en el mercado de bienes para su subsistencia. También compra medicamentos y todo lo que se produce con insumos, repuestos, maquinaria extranjeros, es decir, como todo lo demás que subió de precio en escalada.

El dólar es igual a cualquier mercancía, igual al tomate, igual a la gasolina, igual a una salteña, con la única diferencia que el dólar no se imprime en Bolivia y es el medio de transacción internacional por antonomasia, por el cual todos los bienes de consumo y producción internacional se intercambian. Por su parte, la moneda nacional en el extranjero, el día de hoy, vale menos que el papel higiénico. Nadie la recibe, porque perdió su respaldo.

Por lo tanto, al buen entendedor: el costo de esta inflación se la transfiere al consumidor.

¿Vamos a explicarles entonces a las empresas productivas del extranjero que la moneda nacional tiene que seguir valiendo lo mismo, solo porque “el Defensor del Cargo”, lo dijo en nombre de todos los consumidores?

A confesión de parte, relevo de pruebas; hablando por su gobierno dice que: “no pueden entender las dificultades de los propietarios de farmacias”. Evidentemente es así. ¿Quién, tras 18 años de no haber emprendido nada; sin haber trabajado por cuenta propia (como el 85% de la PEA); con un sueldo de Bs 21.000 asegurado a fin de cada mes, va a entender que el problema es que tiene una enfermedad mortal, de la que sufrimos todos los demás y para la que no hay ninguna cura en farmacia alguna: ¿la hybris?

No nos queda otra que tener que ver el elefante en medio de la sala, sin saber cómo lo metieron ahí, qué hace ahí adentro, negándonos a reconocer que nadie hará algo para que desaparezca el estéril y oneroso puesto público… perdón, el elefante.

JORGE ESPAÑA LARREA
Abogado. Sociólogo
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21