GUIDO AÑEZ

La fuerza política de Evo está en la ubicación geográfica de su territorio, en liderar el negocio de la coca ilegal, en manejar con mano de hierro las seis federaciones del trópico de Cochabamba que le dan sustento económico y político a su carrera política. El jefe cocalero ejerce desde 1988 la Secretaría Ejecutiva de la Federación de cocaleros.

Es el político mejor financiado del país: el narcotráfico, las ONGs, los aportes sindicales, Venezuela con Chávez, Libia con Kadhafi, lo financiaron abiertamente.

Su mentalidad es totalitaria, es un impostor, ha utilizado el disfraz de “originario e indígena” en un país con el 80% de población urbana, mestiza; ha transformado la coca excedentaria que va a al narcotráfico en la “hoja sagrada y milenaria” y ha convertido la coca en un arma política para “luchar contra el imperialismo”.

Hoy, nuevamente, tiene al país en vilo, paralizado, bloqueado, los muertos no le interesan, mata y se victimiza, culpa de sus crímenes al adversario, sucedió en octubre del 2003, en noviembre del 2019 y ninguna de sus reivindicaciones son justas o reivindicando medidas favorables para los más pobres del país, todas son para favorecerle a él, a su ambición política, a conquistar el poder primero y ahora para recuperarlo.

Hoy no se está hablando de una reforma judicial para mejorar la justicia. Ellos, los del MAS, no van a admitir que parte del fracaso de su experimento plurinacional es el método de elegir los máximos tribunales de justicia.

Evo ha paralizado el país para tener una justicia que le favorezca a él, que la maneje él, que le obedezca a él y para lograr ese objetivo no se fija límites ni en lo humano, ni en lo económico. Desgraciadamente la falta de estrategia política de la oposición para lograr cambios de fondo en la justicia favorece a que su tesis se vaya a imponer en el parlamento.

El Gobierno está entrampado y utilizar al Tribunal Constitucional como instrumento de su consolidación política y de eliminación de sus adversarios no les ha dado resultado, el país se ha convulsionado, se ha paralizado, y como en Bolivia poco o nada vale la racionalidad, es la fuerza la que predomina y Evo, al ser totalitario, no sabe de concertar, él solo negocia cuando se ve derrotado o derrota a su adversario e impone sus condiciones; mientras tanto, el país a la deriva, la economía cada vez más comprimida, el dólar pasando la barrera de los 8 bolivianos, los productores angustiados por las pérdidas económicas, el país perdiendo seriedad con sus compromisos internacionales, el presidente viviendo en el país de las maravillas y la agenda que la ciudadanía impuso al gobierno el 2023 como ser pacto fiscal, censo transparente, redistribución de escaños parlamentarios, nuevo padrón electoral limpio, duerme el sueño de los ilusos, de aquellos que creen que todavía vivimos en democracia.

Cualquiera que sea el desemboque de este conflicto, será para consolidar la dictadura y el narcoestado, porque ya está consolidado el partido único con dos facciones y en la calle están definiendo la candidatura del 2025, mientras los nuestros pasean en las alasitas.

GUIDO ÁÑEZ MOSCOSO
Exdiputado nacional, exministro de Estado. Asilado político.
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21