Ecos del pasado: La emperatriz empoderada

Cuentan las crónicas del año 69 antes de Cristo que, en la ciudad griega de Alejandría, nacía la que para algunos historiadores resultó ser: “la más hermosa”; “encantadora”; “astuta” y “hábil política” de la época. Una de las figuras que despertó todo tipo de pasiones y sobre la cual, se ha escrito mucho, de verdad y falsedad, lecturas para todos los gustos, a pesar de que tras de algo más de dos mil años, el lugar donde sus restos reposan continúa siendo un verdadero misterio.

Tras la desaparición de Alejandro Magno, todo su imperio fue repartido entre sus generales, quedando Egipto bajo el control de Ptolomeo por aproximadamente tres siglos. Cleopatra, descendiente de esta dinastía, asumió el gobierno con tan solo dieciocho años, debido a la muerte de su padre (Ptolomeo XII) en el 51 a.C. La heredera, se vio obligada a compartir la corona con su hermano menor (Ptolomeo XIII) con quién se casaría, debido a que los faraones egipcios tenían prohibido mezclar su sangre con los simples mortales.

Cleopatra fue representada de varias maneras, descripciones estéticas que mostraban a una mujer de incomparable belleza, pasando por quiénes la catalogan como una mujer de rasgos normales o sus enemigos que la tildaban de inmoral, manipuladora, pérfida, ambiciosa por el poder, entre otros varios calificativos que se usaron para describirla, sin embargo, en lo que la gran mayoría coincide es que se trataba de una mujer que sobresalía por su inteligencia e incuestionable talento en el manejo político.

Ante el temor de que la corona le fuese arrebatada, realizó un viaje a Tebas en busca de apoyo de los sacerdotes de Luxor y Karnak, participando en las costumbres y tradiciones egipcias, se dirigía ante su pueblo en su propia lengua, tomando en cuenta que su lengua materna era la griega, aspecto que resalta el interés que ponía en los asuntos de Estado. También se comunicaba en latín, gracias a lo que, pudo tener una relación muy cercana con Roma.

Aun así, los asesores de su hermano, se encargaron de urdir el derrocamiento dos años más tarde de que fuesen coronados. Cleopatra no reculó y consiguió el apoyo de un grupo de soldados mercenarios, con los que pudo recuperar el trono.

Para aquel entonces, el Imperio Romano se encontraba en franca expansión y Julio Cesar acababa de conquistar las Galias y anexionarlas a su territorio. Anoticiado del conflicto que enfrentaban los hermanos, se ofreció a mediar para encontrar una solución. Tras reunirse con los asesores de Ptolomeo XIII y con él mismo –que era apenas un muchacho–, pidió entrevistarse con Cleopatra, quedando rápidamente enganchado ante la enrome suspicacia de aquella mujer, volcando incuestionablemente todo su apoyo en favor de ella. Llegó así pues la declaración de guerra, conflicto en el que Ptolomeo III terminaría ahogándose y dejando todo el poder en manos de su hermana.

Usaba la seducción, persuasión, se valía de sus encantos y astucia política con la que se movía perfectamente en los espacios políticos, gracias a lo cual pudo consolidar importantes beneficios para el antiguo Egipto, ante la expansión romana. A pesar de la marcada diferencia de edad existente (30 años), Julio Cesar concibió un hijo en el vientre de ella, al que llamaron Cesarión.

Tanto Cleopatra como Julio Cesar, permanecieron íntimamente relacionados hasta el año 44 a.C., momento en el que, tras una conjura en su contra, fue apuñalado por una facción de senadores disidentes. Inútilmente Cleopatra buscó que los romanos reconocieran a Cesarión como heredero al trono, debiendo retornar a Alejandría. Se cree que, tras ese suceso, hizo asesinar a su hermano Ptolomeo XIV, para gobernar sola con su pequeño hijo.

Uno de los generales del Emperador Romano asesinado, Marco Antonio, se hizo cargo de la situación, logrando en poco tiempo reorganizar el reino y derrotar a los asesinos de Cesar. Unió fuerzas con Octavio (sobrino de Julio Cesar). En su labor de ordenar el imperio, viajó a Egipto, que dependía de Roma, donde pudo reunirse con la emperatriz en la ciudad de Tarso, donde ella busca persuadir al joven Marco Antonio para que él se convierta en el nuevo Cesar. Aprovechó para invitarlo a pasar una temporada en la ciudad, teniendo como resultado el nacimiento de dos hijos (mellizos), concebidos por Cleopatra y Marco Antonio, a los que pusieron sus nombres.

La situación se complicaba debido a que Marco Antonio estaba casado con la hermana de Octavio y el sólo hecho de repudiar a la hermana del Cesar para casarse con Cleopatra, sería visto como una provocación. Marco Antonio debía retornar a Roma para ser sometido a la humillación, pero prefirió quedarse en Egipto y casarse con la emperatriz, con la que tuvo un tercer hijo. Asentados ambos en Alejandría y con las habilidades militares que tenía Marco Antonio, organizó su ejército con el que invadió varias ciudades del imperio el año 36 a.C., empresa de la que salió airoso, logrando tomar el control del Mediterraneo.

Octavio declaró a Marco Antonio traidor de Roma y encabezó una campaña para desacreditarlo, debido a la popularidad de la que gozaba, por lo que volcaron el ataque hacia Cleopatra, estableciendo que ella estaba manipulando la conciencia del general romano, puesto que ambicionaba ser la emperatriz de Roma. Octavio buscaba que el Senado la declarase enemiga de la República, para poder movilizar el ejército en contra de aquella pareja que había humillado a su familia.

Cuando esto aconteció, ambas facciones se vieron las caras en Accio (Grecia), en las costas del mar Jónico, el triunfo romano fue categórico, por lo que Marco Antonio y Cleopatra volvieron a Egipto para ponerse a salvo a pesar de que Octavio estaba decidido a ir tras ellos como perro de caza. Marco Antonio intentó defenderse en su reducto, sin embargo, la fuerza con la que atacaban los romanos era inmisericorde. Ante este panorama y viéndose prácticamente derrotado, para evitarse la humillación, decidió arrojarse sobre su espada. Cleopatra que intentaba seguir el mismo camino, no tuvo el tiempo suficiente en el instante que intentaba suicidarse, los soldados la tomaron prisionera.

Octavio quería venganza y no encontrándose Marco Antonio con vida, deseaba cebarse contra aquella mujer que había sido la causante de todo aquel dilema. Capturaron a los hijos de ambos y los ejecutaron. Como último recurso, Cleopatra escribió una carta a Octavio, solicitándole como Emperador de Roma, su permiso para suicidarse y pidiendo ser enterrada en la misma tumba en la que estuviese Marco Antonio. Sin esperar respuesta, desalojó de sus aposentos al personal que tenía a su cargo.

Lo que ocurrió después, nunca fue esclarecido del todo, creándose una narrativa en la que se cuenta, que para su cometido habría recurrido al veneno de una serpiente conocida como “áspid”. Desde entonces hasta la actualidad, la imagen de la emperatriz más famosa del mundo, se muestra con una serpiente en el antebrazo. Lo único cierto es que, de este modo se cerraba el episodio final de una vida marcada por el poder, la influencia y una ambición desmedida.

La dinastía Ptolomeica llegaba a su fin y Egipto era anexionada al imperio romano, poniendo punto final al Egipto faraónico que había prevalecido durante más de tres mil años. Dándose a la tarea de destruir monumentos, quemar papeles y borrar toda huella del paso de una civilización que marco el destino de la humanidad. Los vencedores comenzaron a reescribir la historia, mostrando como el “el poderoso emperador Octavio”, había derrotado a la mujer que logró tener al gran imperio romano a sus pies.

  • CARLOS MANUEL LEDEZMA VALDEZ
  • ESCRITOR. DOCENTE UNIVERSITARIO. DIVULGADOR HISTÓRICO. MIEMBRO DE LA SOCIEDAD DE ESCRITORES DE BOLIVIA.
  • *NDE: LOS TEXTOS REPRODUCIDOS EN ESTE ESPACIO DE OPINIÓN SON DE ABSOLUTA RESPONSABILIDAD DE SUS AUTORES Y NO COMPROMETEN LA LÍNEA EDITORIAL LIBERAL Y CONSERVADORA DE VISOR21