¡Discrepo, profesor!

CARLOS ARMANDO CARDOZO

“Capitalismo, ¿Nos sirve o nos perjudica?” Con esta interrogante presentaba el suplemento Péndulo Político del Correo del Sur la intervención de tres economistas, docentes universitarios de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca. Casualmente, los mencionados economistas fueron mis profesores, por lo que luego de varios años me permite revisar sus percepciones acerca de tan tendenciosa consulta.

Al revisar las tres opiniones me sorprendió encontrar una posición casi unánime en cuanto a los problemas que aquejan al país y al mundo en general: la desigualdad social. Si bien ninguna de las intervenciones manifiesta con claridad una posición en contra del capitalismo como sistema económico, se hacen alusiones que resaltan la labor del Estado dentro de la economía y nuevamente es esta “noble cruzada” contra la desigualdad social la que daría cierta ventaja a un sistema como el socialismo, que tampoco manifiestan abiertamente, pero su inclinación va hacia un híbrido que permita que lo público corrija los saldos del mecanismo de mercado, la desigualdad.

En este punto me permito discrepar, porque si bien se enumeran los avances que el capitalismo, real, ha traído a la humanidad desde la revolución industrial, el comercio internacional y la globalización la desigualdad no es un problema como tal, tomando en cuenta que el ser humano únicamente tuvo cierta homogeneidad social en sus etapas más primitivas, contrariamente a lo que sugieren los autores, su nivel de vida era precario y de pobreza extrema al no tener un benefactor que vele por sus “derechos” y garantice un estándar de vida mínimo por encima de la línea de la pobreza.

Un segundo elemento radica en la imposibilidad de erradicar la desigualdad social sin toparse con incoherencias conceptuales como la tasa de explotación y el valor del trabajo, si es que la división del trabajo ha ampliado las profesiones y/o oficios a tal punto que estos tienen distintas tasas de explotación del trabajo combinado con otros factores de producción (capital, tierra, tecnología) como se pretende pagar un mismo salario o renta que permita la tan ansiada “igualdad social”. Si este razonamiento no termina por convencer a los profesores, entonces hablaríamos de que las rentas más altas estarían obligadas a pagar mayores impuestos para nivelar las rentas más bajas, es decir los trabajadores que menos ganan serían compensados por los que más ganan, y este problema aparentemente invisible al capitalismo sería posible de subsanar por el Estado, como un tercer actor interesado principalmente en la calidad de vida de los ciudadanos y no así del lucro como los privados.

Un tercer elemento, teniendo en cuenta que el Estado no genera riqueza, no por capricho mío sino porque como destacan reiteradas veces, su objetivo es social y este puede incluso sostenerse a costa del erario, es decir en situación de déficit. ¿Cuál es el canal de financiamiento que tienen los Estados? Los impuestos confiscados a los ciudadanos, en ese sentido la tarea de redistribución y decidir cuál es el estándar mínimo que debería tener cualquier ciudadano corresponde a una interpretación ajena de los burócratas que establecen a nombre de los gobernados que es lo que entienden por nivel de vida digno. La perversidad de distorsionar la asignación eficiente de recursos y bajar la productividad del sistema económico que, si genera impactos negativos como la pobreza, valga decir que este no es un problema a ojos de los autores, parece un coste digno de pagar si es que al final del túnel todos somos iguales.

¿Por qué se asume que el capitalismo opera al margen de la ética y los valores? Porque se identifican mal los problemas. Pero introducir ética y valores al capitalismo tal cual se sugiere en una de las intervenciones inspirándose en la Biblia no solo resulta disparatado sino también termina por confirmar lo subjetividad con la que se critica el capitalismo a través de la moralidad dejando fuera de discusión a la economía como tal. Darle benevolencia al capitalismo va más allá de cualquier religión, parte por comprender las bases fundamentales que permiten que este se desenvuelva sin enfrentar intereses opuestos: vida, propiedad privada y la libertad. Cualquier acción que vulnere uno de estos tres elementos marca el limite al que cualquier individuo debe abstenerse de cruzar si es que se desea mantener la paz y armonía en la sociedad a la que se pertenezca.

¿Por qué tomarse el tiempo de analizar las ideas de mis profesores? Porque en su calidad de formadores tienen la gran responsabilidad de abrir líneas de estudio para que sus alumnos elijan y las transiten, considero un error usar la moral para pintar al capitalismo como un mal que genera desolación a su paso. El capitalismo es un sistema como tal, es susceptible de tener consecuencias, pero hasta la fecha es la mejor respuesta posible a la impronta básica de la economía: satisfacer necesidades infinitas a partir de recursos escasos.

En lugar de buscar terceras vías analicemos la naturaleza de los problemas del capitalismo, de seguro nos encontraremos con el héroe de una historia mal contada, un héroe sin noción cabal de la economía, pero todo un erudito de los derechos y conquistas sociales que se multiplican de manera virulenta.

CARLOS ARMANDO CARDOZO LOZADA
Economista, Máster en Desarrollo Sostenible y Cambio Climático, Presidente de la Fundación Lozanía
*NdE: Los textos reproducidos en este espacio de opinión son de absoluta responsabilidad de sus autores y no comprometen la línea editorial Liberal y Conservadora de VISOR21