V21/ Agencias
La diputada cruceña por Creemos, María René Álvarez, logró ingresar y colocar un símbolo de la Chiquitanía de tierras bajas en el hemiciclo de la Cámara de Diputados, donde solo predominan los detalles de la cultura andina.
El Ángel Chiquitano fue puesto en la testera de esos ambientes, donde la diputada ejerce el cargo de cuarta secretaria, con el objetivo de “sentar presencia identitaria y dar la batalla cultural de los pueblos indígenas de tierras bajas en el centro político del país”, según boletín de prensa.
“Nuestra resistencia ante este gobierno centralista no solo es por la libertad sino que también representa una batalla cultural, porque no podemos seguir permitiendo este permanente avasallamiento a nuestras tierras, a nuestras costumbres y a nuestra identidad”, dijo durante la sesión del jueves que se extendió hasta la mañana de este 13 de septiembre.
La legisladora colocó el símbolo en la testera del hemiciclo parlamentario, la artesanía de tres piezas tallada en madera, con la representación del Manityáana, vocablo besiro que significa “el que habla” o “el que envía un mensaje”, es el nombre que se le da al ángel chiquitano, y que representa a esa figura que acompaña y resguarda a los pueblos indígenas en su cotidianidad.
“Nuestro ángel chiquitano es una escultura jesuítica que simboliza la identidad de la Chiquitania, una región clave del oriente boliviano, de donde provienen mis raíces. Esta obra representa el profundo vínculo entre la cultura local y su historia, destacando el legado de las Misiones Jesuíticas y hoy está en la Asamblea Legislativa”, añade la diputada representante de la circunscripción con mayor extensión territorial de Santa Cruz.
El ángel chiquitano es tallado en una sola pieza de madera por los artesanos de tierras bajas, generalmente de las especies de árboles de quebracho, cedro o huayacán. Sus colores vivos con tintes naturales resaltan el espíritu emprendedor y visionario de los pueblos indígenas.
Como toda cultura ancestral, el ángel chiquitano tiene origen precolombino cuando los indígenas hablaban de los jichis o espíritus para incursionar en la naturaleza con el debido respeto para realizar la caza y pesca. Los jichis llegan a manifestarse en distintas formas, desde el viento o el trinar de los pájaros, para alertar sobre cualquier peligro sobre los indígenas como una tormenta o la presencia de algún animal depredador.
Esa tradición continuó con la llegada de otras culturas entre 1661 y 1742 con las Misiones Jesuíticas, que asimiló esa cosmovisión en la forma del ángel chiquitano, con sacerdotes y misioneros austriacos y alemanes que renovaron la fe de las comunidades e impulsaron la forma de arte barroco que perdura hasta hoy.
A partir de ahora, concluye la diputada cruceña, el pueblo chiquitano tiene un símbolo cultural dentro de aquel espacio que debería representar a todas las culturas vivas de Bolivia, pero que tiende a valorizar a una sola parte del país por criterios ideológicos y raciales que solo dividen a los bolivianos.
“Ahora sí nos sentimos representados en este hemiciclo con nuestro ángel chiquitano, que es uno de los tantos símbolos de la cultura indígena, y le quiere decir al país que existe mucha riqueza y diversidad más allá de la plaza Murillo. Esta no solo es una batalla política y económica sino también cultural, para que en democracia y libertad se reconozca a nuestra amada Chiquitania”, concluye Álvarez.